Ciencia ficción bestial

La ciudad de los hombres cobaya

La zoóloga Míriam Jiménez debuta combinando fantasía, ciencia ficción y explotación animal en 'Ayantek', una novela cruda y violenta

Míriam Jiménez, autora de 'Ayantek'

Míriam Jiménez, autora de 'Ayantek' / MIGUEL LORENZO

Ernest Alós

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Una ciudad, en un tiempo indefinido, brutalmente segregada. Los ricos poseen el don de curar, viven en un recinto amurallado y aspiran a ser llevados a vivir a la ciudad de los dioses, Ayantek. El populacho, si no consigue mantener un techo bajo el que cobijarse, está condenado: al caer cada noche una especie de murciélagos asesinos, los zamuris, salen de las cloacas y devoran a quien encuentran. Solo tienen otra opción, aparte de rebelarse: ser conejillos de indias de operaciones y experimentos dignos del doctor Mengele. Es el mundo de ‘Ayantek’ (Insólita Editorial), (Pamplona, 1975), zoóloga y auxiliar de veterinaria. Dos facetas profesionales que tienen mucho que ver con la salvajada que ha escrito, y que la sitúa de golpe entre las cada vez más numerosas nuevas voces del género en España que desfilaron el pasado mes de julio, codo a codo con grandes nombres internacionales, por el Festival Celsius de Avilés y que están compitiendo también con ellos por encabezar las listas de más vendidos, al menos en las librerías especializadas.   

Imaginemos un planeta que tiene como modelo las granjas de cerdos, los animalarios en que se crían especies para experimentación, los primeros experimentos médicos o veterinarios con vivisecciones a la brava o las clases de prácticas de la facultad de veterinaria. Con hombres viviendo bajo estas condiciones. ¿Qué sucedería? Lo mismo que en una granja con animales sometidos a estrés extremo: se acabarían matando entre ellos. Ni rastro de bondad, ni compasión, ni moral sexual. O más bien sí: queda la esperanza, pero  a contracorriente, como heroicidad, como excepción. “Si la cultura se va a la mierda, la ética se va a la mierda también”, concluye la escritora. ”Comes o te comen. Todo el mundo es a la vez víctima y verdugo. En un sitio en que cubres apenas las necesidades básicas, hacinados, a oscuras, sucios, muchas veces enfermos, se matan entre ellos. ¿Merecería la pena vivir en un sitio así? Si tú te lo planteas, no querrías. Pero no nos damos cuenta de lo adaptables que somos las personas y hasta dónde somos capaces de llegar, porque la supervivencia está por encima de cualquier cosa. Esto es etología pura y dura”.

"Putos demonios" en el laboratorio

Lo de los murciélagos carnívoros también tiene “su historia”, vinculada a la carrera profesional de la autora. Unos mamíferos a los que califica de “putos demonios”. “Cuando terminé la carrera estuve haciendo prácticas en el animalario de Pamplona con unos animalitos que se llaman tupayas. Unas musarañas arborícolas, insectívoros con el morro largo y los dientes afilados. Eran los hijos del mal encarnados, la cosa más demoniaca que haya. Me tocaba hacer lactancia a las crías pero en cuanto les salían los dientes te querían directamente destruir”.

‘Ayantek’ tiene un tema común (algo tendrá que ver con cómo tenemos el mundo) con la trilogía ‘Los ojos bizcos del sol’, de Emilio Bueso. Qué sucede con una sociedad avanzada cuando todo se hunde, la civilización queda en el olvido y sobre las ruinas se reconstruyen nuevas formas de vida. En el caso de ‘Ayantek’, ver, poco a poco, “qué es lo que realmente hay debajo” de esa sociedad, y quiénes son esos dioses que la supervisan, es donde está, dice, la “enjundia” de la novela.  

Otro paralelismo con otro autor novel, el abogado barcelonés Ferran Varela (‘La sombra del gohut’ y ‘El arcano y el jilguero’). Crueldad perturbadora, violencia y tortura, vísceras desparramadas. “Sí, sin filtro ni nada -reconoce Miriam Jiménez-. La utilizo un poco como una herramienta. Si quieres mostrar una sociedad totalmente degenerada y destruida, sin valores, para que algo brille en esa oscuridad, cuanto más oscura sea, mejor”.

Suena al ‘grimdark’ de escritores como Joe Abercrombie. Pero Jiménez se dice lectora de Tolkien en materia fantástica, y sobre todo de novela negra. Algo de eso hay en el mundo de las tabernas, bajos fondos y matones de ‘Ayantek’. “Cuando escribo fantasía leo otras cosas. Género negro, y más ciencia ficción que fantasía. De hecho, la historia gira hacia la ciencia ficción. En realidad, es ciencia ficción disfrazada de fantasía. Hay gente que odia la fantasía porque dice que recurre demasiado fácilmente al truco del ‘deus ex machina’. Y yo soy muy de ciencias, me gusta argumentar, que las cosas que sucedan tengan su lógica y su razonamiento”. Y sangre.