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El Versus Glòries estrena 'El funeral de Mary-Lin', un irónico entierro familiar

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Eduardo de Vicente

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El ambiente de máxima seriedad, silencio y tristeza que comportan los entierros provoca que, a la que sucede algo inesperado, todo ese caudal de sentimientos a flor de piel pueda explotar y tenga unas consecuencias que pueden ser dramáticas, pero también divertidas. Esto es lo que puede sucedernos si asistimos (como espectadores, tranquilos) a El funeral de Mary-Lin, una de las comedias que propone el Versus Glòries para hacer frente al calor veraniego.

A la entrada nos entregan un divertido recordatorio funerario de la fallecida que, en realidad, es un 2x1 para ver Separacions (la otra obra que proponen en agosto). La escenografía es muy sencilla. Tan solo consta de una tela oscura que cubre un féretro y tres sillas en lo que debe ser la sala de espera. Pronto descubriremos que están destinadas a los tres hijos de la difunta. Antonio (Ramon Godino) es el mayor, un empresario endeudado con muchos problemas pero el único que se ha preocupado un poco por visitar a su madre en la residencia en sus últimos días, el mediano es David (Jordi Cadellans), un artista plástico amanerado con el que no se lleva nada bien y el más pequeño, Santi (Marc Casals), un joven muy inestable con una risa nerviosa y algo desconcertante.

Una visita inesperada

La situación económica de los tres es muy irregular y esperan mitigarla con la herencia que les deje su madre. No la soportaban, la consideraban una anciana muy exigente que siempre se quejaba. Pero al tanatorio acude un cuarto personaje inesperado. Se trata de Joan Bonfill (Txema Puigdollers), el asistente sanitario que la cuidó en la residencia, el único que parece realmente lamentar su muerte. Él les descubre una mujer que no conocían, amante de la espiritualidad y sensible, divertida y bromista, amante de la cultura japonesa y que se hacía llamar Mary… ¡LIN! (pronunciado con fuerza y apretando los brazos).

Su sorpresa es mayúscula pero aún lo es más cuando descubren que hizo un último testamento legándole todas sus propiedades a su cuidador. En ese momento, los tres hermanos pese a su enemistad se unen para enfrentarse al infiltrado que, debido a las confidencias de la enferma, les conoce mejor que ellos mismos... hasta tiene más presentes sus recuerdos más olvidados. El duelo está servido.

Un desenlace alocado

Como era de esperar, la tensión va subiendo por momentos hasta derivar en un alocado desenlace en el que la hipocresía, las mentiras y la avaricia se disparan y donde comprendes que todo, absolutamente todo, es posible. Incluso en este tramo final se permiten una pequeña broma con el público y una aparición sorpresa que hará las delicias de los habituales del Versus Glòries.

Es una obra irónica que va de menos a más y que consigue crear un clima que va de la incomodidad a la carcajada una vez que hemos comprendido las reglas del juego. Una visión sarcástica y vitriólica de la familia y la ambición que, no por casualidad, ha sido dirigida por Òscar Molina, que también tiene en cartel estos días otra estupenda obra de temática similar (la estupenda Tancats, en el Teatre Gaudí).

La familia imperfecta

Los cuatro actores personifican unos estereotipos bastante claros y diferenciados. Imposible identificarse con ellos, aunque puedas entender sus debilidades no puedes admitir su comportamiento ante lo cual lo mejor es reírse de ellos, son unos miserables que merecen verse envueltos en estos problemas y lo único que puedes hacer es compadecerlos. Esta ingeniosa obra ha sido escrita por al actor Pere Anglàs que también es el director de Separacions.

Una hora y media para descubrir a una familia en la que no nos gustaría estar, los secretos de una mujer con una doble vida (o no) y que, como una fábula, también tiene su moraleja que cada espectador debe interpretar. Un buen entretenimiento con muy mala baba para disfrutar del teatro en una de estas noches de agosto. Las caras de los espectadores los delatan. Al salir no parece que hayan asistido a un funeral…