CRÓNICA

The Offspring, 'revival' punk con la cabeza alta en el Poble Espanyol

La banda californiana recorrió con vigor sus hitos de los años 90 como culminación del festival Barna'n'Roll

Imagen del concierto de The Offspring en Barcelona.

Imagen del concierto de The Offspring en Barcelona. / periodico

Jordi Bianciotto

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Decía el poeta que de casi todo hace ya veinte años, y la constatación es más llamativa todavía cuando hablamos de una expresión musical juvenil que se presumía rabiosa y con intención de cambiar el mundo para siempre. Al final, el punk con acentos pop de The Offspring, como el grunge de Nirvana y compañía, no llegó a tanto, pero sí que sacudió la foto del gusto musical de un tiempo, y dejó poso, como pudimos comprobar este sábado en un Poble Espanyol lleno hasta la bandera.

Unas 5.000 personas que salieron como quien dice de debajo de las piedras en una sofocante jornada de agosto para secundar a una banda que se sabe atada a su cancionero de una época. Trofeos jaleados con apetito acumulado: hacía diez años que los californianos no nos visitaban, y fueron acogidos con todos los honores, cerrando el cuarto Barna’n’Roll, cita con el punk, el ska-punk y el hardcore que acogió a otras cinco bandas, Talco, Propagandhi, The Baboon Show, Blowfuse y Panellet.

De ‘Smash’ a ‘Americana’

No hace veinte años, sino veinticinco, que salió ‘Smash’, la obra que catapultó a The Offspring y que, junto con ‘Dookie’, de Green Day, encarriló aquel frente punk-pop capaz de matizar la angustia del grunge con más velocidad guitarrera, toques de humor y, a veces, apuntes sociopolíticos ácidos. ‘Smash’ aportó cuatro temas al repertorio, tantos como su otro ‘best-seller’, ‘Americana’ (1998), disco más ligero y pop.

Las cosas seguían en su sitio: los ‘riffs’ carniceros de Noodles, señalizando el camino para andanadas como ‘All I want’ y ese hito punk-rock llamado ‘Come out and play’, acerca de la violencia en las escuelas, y a la que se sumó una segunda guitarra, la del cantante, Dexter Holland. Viaje correoso a los 90, aunque colando una canción nueva, ‘It won’t get better’, con ‘riff’ un tanto grunge, aceleración y estribillo con armonías vocales, destinada al disco que están grabando y que será el primero en siete años. Hubo espacio para una versión, “ y no la de un grupo cualquiera”, anunció Noodles, “¡sino de la mayor banda de rock’n’roll de la historia, AC/DC!”. Aprobación en el público, y un ‘Whole lotta Rosie’ bastante canónico, si bien Holland quedó corto de fuelle vocal respeto a un Brian Johnson (o a Bon Scott).

El recuerdo trágico

La introducción de bajo de ‘Bad habit’ condujo a una secuencia de ‘Smash’ completada con ‘Gotta get away’, antes de que Holland se sentara al piano para abordar la lúgubre ‘Gone away’. Canción inspirada por la muerte de una novia de juventud en un accidente de coche, que interpretó rodeado de velas encendidas como si el escenario se hubiera convertido en un altar.

The Offspring, en su versión más seria, presta luego a revivir sus ‘hits’: de ‘Why don’t you get a job?’, su particular ‘Ob-la-di, ob-la-da’ (letra poco ligera: habla de cierta gandulería generacional) a ‘Pretty fly (for a white guy)’, muestras de puro descaro pop, de tiempos en que esas canciones eran pasto de la MTV. Atracón final rumbo a ‘Self esteem’, con su letra sobre relaciones tóxicas (aunque aquí es ella quien le utiliza a él) y con su estribillo digno de Nirvana (y de Dover), coreado como enseña de una generación.