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Una exposición muestra la relación de Picasso con las cámaras

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Eduardo de Vicente

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La vida y la obra de Pablo Picasso fue tan variada y tan rica que no es de extrañar que en el museo barcelonés siempre encuentren una excusa para dedicarle una exposición diferente de gran interés. Si el verano pasado se centraban en su relación con la gastronomía este año se ocupan de la fotografía desde diversos aspectos: las que le hicieron a lo largo de su vida, bien fueran grandes fotógrafos, amigos o familiares, las que ilustraban sobre su trabajo o las que tomó él mismo, algunas casi experimentales. Entremos en el apasionante mundo de Picasso, la mirada del fotógrafo.

De un pueblo tarraconense a París

La exposición está dividida en nueve apartados. Eso sí hay que estar atentos para seguir el recorrido correctamente porque resulta algo complicado a veces hallar nuestro destino siguiente. Nos da la bienvenida una gigantesca foto de varios reporteros gráficos rodeándolo en Cannes en 1967 para dar paso a la primera época sobre su estancia en la localidad tarraconense de Horta de Sant Joan (1909) y consiste en varias fotos suyas, de sus obras y los paisajes y vecinos que lo rodearon durante aquellos días.

La segunda habitación está ambientada en los talleres parisinos en los que residió hasta 1919. En Montmartre, Montparnasse y Montrouge. Aquí encontraremos una espectacular vista del Sacre Coeur desde su estudio, sus encuentros con sus amigos en el Boulevard Clichy (1901), recostado en un sofá o mientras trabaja en Construcción con guitarrista. Pero lo más insólito es verle con uniforme militar. La Figura femenina de Santiago Rusiñol también está presente.

Las consecuencias de la guerra

Los talleres de entreguerras se abren con un divertido fotomatón compuesto por 12 retratos realizados por Cecil Beaton en 1932 y hay escenas de obras (en ese momento aún incompletas) y vemos la evolución, por ejemplo, de un desnudo, los botes y tubos de pintura que utilizaba en un taller burgués parisino o sus esculturas en Boisgeloup, en Normandía. Encontramos el óleo Busto y paleta (1926) o una escultura del busto de una mujer (1931) pero lo que más sorprende es el negativo de una foto suya junto a una de su hijo Paulo y la proyección de una película familiar rodada en la localidad normanda.

Llega la guerra mundial, la ocupación nazi y, durante el periodo de 1937 a 1945, el artista residió en la Rue des Grands Augustins. Allí entabló amistad con la fotógrafa surrealista Dora Maar, que se convirtió también en su modelo. Podemos ver una imagen enorme que resume unos 20 retratos de ella y de mujeres llorando. Es la época en que creó el Guernica, del que muestran algunas pruebas, así como de Picasso ordenando cuadros o su silla y sus zapatillas, sus manos y posando frente a una original obra de Óscar Dominguez, Jamais, un gramófono que se convierte en una falda de la que salen unas piernas femeninas.

Últimos años de vida y la cabra

Su siguiente destino sería el sur de Francia y repasa su estancia en el castillo Extramuros en Antibes en 1946. Pero también pasamos por la ciudad alfarera de Vallauris donde pinta con un lápiz luminoso y rueda la película La vie commence demain (1950) junto a su amigo, el escritor Jacques Prévert, por la villa La Californie en Cannes, donde le retrata en el jardín el catalán Leopoldo Pomés, en otro castillo, Vauvernagues (vale la pena admirar la impactante estampa del pintor en el exterior o el interior de los majestuosos edificios) o en Mougins, su última morada, enfundado en una bata amarilla.

La sexta sala se ocupa de los recortes e interpretaciones fotográficas y, básicamente cuenta su relación con André Villers, un joven fotógrafo con el que realiza una obra a cuatro manos, Diurnes, a partir de siluetas recortadas sobre papel fotosensible iluminado. Encontramos La cabra, su célebre escultura de los 50, en la séptima, el proceso de creación, sus dibujos y esbozos y la figura de bronce en el centro.

Tramo final dedicado a curiosidades

Los dos últimos apartados son muy curiosos. Uno se dedica al estilo marinero, aquella famosa camiseta a rayas que inmortalizó Robert Doisneau que el artista explotó como imagen. Una de ellas preside la exposición y podemos verle con ella con un gato o comiendo e incluso algunos autorretratos con este vestuario que le caracterizó. También como portada en revistas de la talla de Life, Time o la más excéntrica, para Sunday Time Magazine con sombrero torero, chaquetilla y pantalones a cuadros. Y, para acabar, Durante y detrás de la cámara sobre sus sesiones fotográficas, otra en la que posa con un gorro algo ridículo junto a Villers y otra en la que retrata a Ricard Canals y puede vérsele al fondo de un espejo. Un pionero del selfie. Un completo recorrido por la relación de Picasso con el mundo de la imagen. No nos olvidemos de hacernos fotos…