CRÓNICA

Encuentro mágico con Sílvia Pérez Cruz en Cap Roig

La cantante catalana y el pianista menorquín Marco Mezquida ofrecieron un amplio e íntimo recital de improvisación cómplice en el festival ampurdanés

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Natàlia Queralt

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Sentada en el suelo y con la espalda recostada en un piano de pared, Sílvia Pérez Cruz susurraba, muy bajito, los versos de ‘My funny Valentine’, de Richard Rodgers y Lorenz Hart, que tocaba Marco MezquidaElla, la voz; él, al piano. El público asistía como espectador a un ensayo privado, una escena íntima de improvisación cómplice y libertad creativa, donde los tiempos y la puesta en escena estaban perfectamente delimitados. 

Así empezó el concierto que la cantante Sílvia Pérez Cruz y el pianista Marco Mezquida ofrecieron la noche del domingo en Els Jardins de Cap Roig con todas las localidades vendidas. Un escenario privilegiado al aire libre que, entre tanta complicidad y tanto susurro, parecía haberse convertido en un espacio íntimo y resguardado, donde algo mágico sucedió a partir de las 22 horas. Aquella noche Pérez Cruz, nacida en Calella de Palafrugell, cantó en casa y rodeada de los suyos.

Poemas musicados y canciones populares

“Bienvenido a nuestra casa”, saludó Pérez Cruz al pianista menorquín. Mezquida, quien demostró una destreza arrolladora en el piano de cola y en el de pared, arrancó más de un silbido a un público entregado. Entregado y complacido con una propuesta artística arriesgada, en la que ambos músicos demostraron no necesitar a nadie más para mantener una conversación al más alto nivel.

La cantante ampurdanesa y el pianista menorquín interpretaron un amplio repertorio de canciones populares, poemas musicados y piezas diversas en catalán, castellano, inglés y portugués, con arreglos y un estilo muy particular. Desde el poema de Federico García Lorca ‘Niño mudo’, que recibió una larga ovación; el choro brasilero ‘Asa Branca’, en una inyección de fuerza. Mención aparte para ‘Vestida de nit’, la canción compuesta por los padres de la cantante –que dedicó a su hermana y a Alfonso, amigo del padre con quien este solía cantar–, desbordó sensibilidad y erizó el vello a más de uno.

La complicidad entre ambos culminó con la interpretación de la celestial ‘Christus Factus’, seguida por la terrenal ‘Lonely Woman’ de Ornette Coleman y, como no podría ser de otra manera, ‘My funny Valentine’. Esta vez con letra y para cerrar el recital, antes de los bises. “Cantando flojito debajo de un piano de pared en un bar de Gràcia, yo cantaba esta canción mientras él [Mezquida] la tocaba, pero creía que no me escuchaba”, explicó con ternura la artista ampurdanesa, compartiendo la importancia de un tema que ha sido el germen de un encuentro mágico, al que ojalá aún le quede mucho recorrido.