CRÓNICA

Sónar 2019: Underworld, la realeza electrónica

El veterano dúo británico impuso su clasicismo fundiendo 'beats' frenéticos y épica de masas

Jordi Bianciotto

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En un Sónar tan abierto a raperos y traperos, Underworld representó el ya viejo orden de la electrónica británica de masas, que en los 90 alimentó el espíritu de la ‘rave’ con discos hechos de largas y adictivas canciones con efluvios psicodélicos y contagio de la corpulencia del rock. Ahí estuvo Karl Hyde este viernes, agitando los brazos nerviosamente y cantando con hipnótico énfasis ese número de trance puesto al día llamado ‘Listen to their no’, uno de los temas de su reciente serie de epés ‘Drift’.

No fue un concierto conceptual basado en toda esa última producción, porque Underworld prefiere tratar todas sus canciones como capítulos intercambiables de un viaje que, tome la forma que tome, transcurre a través de un sibilino domino del ‘bpm’: la paulatina aceleración que condujo a ‘King of snake’ (a 140), con tramas frenéticas hijas de Giorgio Moroder, y a la lisergia percusiva de ‘Kittens’. De ahí a la honda y cambiante secuencia de ‘Rez’ y ‘Cowgirl’, rumbo a las épicas salvas de ‘Born slippy. NUXX’, más allá del marco generacional del filme ‘Trainspotting’, reafirmado como hito imperial de una era.

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