CRÓNICA

'Història d'un soldat', demoledor alegato antibelicista

El 'furero' Àlex Ollé agita Peralada con una compleja adaptación del cuento de Stravinski inspirada en 'Johnny cogió su fusil'

La Fura emociona al público de Peralada con 'L'histoire du soldat'

La Fura emociona al público de Peralada con 'L'histoire du soldat'. / periodico

Marta Fergut

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Con una desgarradora lectura antibelicista y actual de ‘Historia del soldado’ –el cuento musical de Igor Stravinski con texto de Charles Ferdinand Ramuz-, Àlex Ollé, uno de los directores de la Fura dels Baus, buscó este viernes agitar las conciencias en el Festival de Peralada, en la presentación del montaje en España tras su estreno en Lyón en abril del pasado año. El creador recibió el encargo de revisar la pieza por el centenario de su estreno en Lausana (Suiza) y optó por una adaptación teatral que sumergiera al espectador en la cruda realidad de las consecuencias de la guerra –las heridas físicas y psíquicas-.

El giro dramatúrgico de ‘Història d’un soldat’, con un punto de partida trágico y conmovedores pasajes, convierte la fábula fáustica en un poderoso alegato de denuncia de un sistema que lanza a sus jóvenes a los leones. A unas guerras que los devoran por fuera y por dentro. A ambas devastaciones -cuerpo y alma- remite el complejo engranaje orquestado por Ollé. Al público le resultó difícil encajar las piezas de un puzle que aúna los tres personajes del cuento –el soldado, el narrador y el diablo- en uno solo. El estupendo actor  Sébastien Dutrieux se vació en el difícil ejercicio de disociación.

Coincide la adaptación de Ollé, en las antípodas de la fábula que abrió el Grec en el 2008 con Ángel Pavlovski de soldado, con el estreno, el pasado martes, en el festival barcelonés de ‘Campo minado’, la emotiva experiencia escénica que ha unido sobre las tablas a excombatientes británicos y argentinos en las Malvinas.

Carta de suicidio

La historia del pobre soldado que en su camino de retorno a casa vende al diablo su violín, su alma, a cambio de un libro mágico que le reportará riqueza a cambio de quitarle lo más preciado –su familia y su novia- coge en la versión furera un alto vuelo de realismo y carga dramática con dos episodios impactantes que inspiraron al creador catalán: la película ‘Johnny cogió su fusil’ y la carta de suicidio de un excombatiente en Irak. Son los dos grandes hallazgos de la producción, que llevaron al director a un complicadísimo trabajo para encajarlos en el texto original, que ha mantenido en un 90%.

Como el Joe del filme de Dalton Trumbo, sobrecogedor ícono del pacifismo, vemos al soldado de Ollé atrapado en una cama de hospital. Entubado, en coma. Los latidos de las constantes vitales resuenan en un inicio que encoge el corazón. Un cirujano le extrae de las entrañas un violín. Ubicados por encima del escenario, siete músicos puntean la narración siguiendo la partitura de Stravinski. En ese supuesto cielo asoma tres veces el soldado recitando las demoledoras palabras de Daniel Somers, militar que no pudo superar el estrés postraumático de su experiencia en Irak y acabó suicidándose en el 2013. “Llevar una vida normal sería un insulto para los que maté…”.

Recuerdos de la guerra y alucinaciones

En paralelo al cuerpo que yace en el lecho, visitado por médicos, enfermeras y familiares, asistimos a una acción que remite a la mente, al duelo interior del protagonista. La pugna entre el bien y el mal. El desdoblamiento entre el yo y los deseos (el diablo) se acompaña de proyecciones sobre la pared blanca del fondo. Recuerdos de la guerra, incluida la tortura; y  delirios. Imágenes que funden el horror con besos a su novia y el éxtasis del alcohol y el sexo (la riqueza lograda tras su pacto con el diablo). “Lo tengo todo y no tengo nada”, gritará desesperado al darse cuenta del engaño del diablo.

En la emotiva escena final, un apunte a la eutanasia y una morgue con muchas cajas. La del soldado es solo una más. Dio su vida por la avaricia de los poderosos y ahí queda. Las palabras del militar suicida vuelven a conmover en un último episodio que deja al espectador con el corazón en un puño. “Estoy mejor muerto y el mundo, mejor sin mí. Ya no siento dolor, no tengo pesadillas ni alucinaciones… ¡Soy libre!”.