FESTIVAL DE MÚSICAS AVANZADAS

Una delirante Arca en el Sónar

La artista venezolana estrenó el espectáculo de cabaret electrónico 'Sal de mi cuerpo' en una primera jornada en la que destacaron otras actuaciones, como las de Fennesz, Sevdaliza y Obongjayar

Actuación de Arca en el Sónar 2019

Actuación de Arca en el Sónar 2019. / periodico

Jordi Bianciotto

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Recreaciones plásticas de los sonidos del cerebro, electrónica pura con modulaciones inacabables, r’n’b peliculero y sensual, y hasta, atención, algunas guitarras eléctricas y estridentes baterías tocadas con la vieja baqueta, vestigios de la cultura rock, se colaron en las actuaciones de esta jornada inaugural del 26º Sónar. De todo ello está hecha esta programación que no se rige por otras pautas que la ampliación del campo de batalla del objeto musical. Y reinando en esa primera ola de propuestas, una figura con contornos de diva, la venezolana, ahora residente en Barcelona, Arca, en el estreno de su nuevo espectáculo con contornos de cabaret extremo, ‘Sal de mi cuerpo’.

El nuevo Sónar comenzó a andar este jueves entre saludables multitudes que invitaron a pensar en la fidelidad de su gente, puntual a la cita pese al peligroso cambio de fechas, de junio a julio. La presencia de Alejandra (antes, Alejandro) Ghersi, es decir, Arca, representó el clímax de la jornada con un ‘show’ que comenzó a andar con ‘Desafío’, de su disco homónimo del 2017. “Hay un abismo dentro de mí”, repitió ella, con el cuerpo cubierto por tiras de cuero, doble cola de caballo, medias y trasero al aire, adentrándose en un repertorio de baladas siniestras y canciones de perfiles imprecisos, con un canto profundo de trazos líricos y sobre bases electrónicas.

Salvado por el minotauro

Espectáculo que fue ganando en teatralidad cuando Arca procedió a cambiarse de ropa ante el público, a favor de un modelo de ‘top’ con malla, y se trasladó a un escenario alternativo, donde cedió el micro a una invitada, Susanne Oberbeck, del dúo británico No Bra (literalmente, sin sujetador, así cantó ella), dando paso a un señor minotauro que se la llevó en volandas. Arca con maneras rituales, abocada a un imaginario delirante alrededor de temas muy atmosféricos y convirtiendo en fantasía sus elucubraciones en torno a la identidad sexual.

Arca no fue la única figura carismática con ciertas ambiciones teatrales. En otro orden hay que hablar de la iraní-holandesa Sevdaliza y su espectáculo ‘Thegreat hope design’, en torno a un r’n’b nocturno y ‘arty’, con sensibilidad dramática, combinando el efecto orgánico de la batería con los arreglos de cuerda. Canciones extraídas de su disco largo y sus tres epés, con textos en primera persona que no se quedan en un esteticismo ‘cool’, como en la hiperrealista ‘Human’: “Soy sudor, defecto / Soy venas, cicatrices / Soy humana / Nada más que humana”.

Una nueva aldea global

Hubo igualmente instrumentos orgánicos en el pase del nigeriano, afincado en Londres, Obongjayar, un artista capaz de combinar, sin que la mezcla chirríe, el talante de un neo-soul sereno, místico y de microscópicas cadencias, punteado por sus recitados de ‘spokenword’ y con aislados reflejos ‘afro’, con las ocasionales tormentas desatadas por sus músicos, incluido un guitarrista con impulsos rock. Una mezcla inquietante que contrastó con la electrónica pulcra y exuberante de Afrodeutsche, británica con raíces ghanesas, rusas y alemanas. Sí, este Sónar es también una proyección puesta al día de la aldea global, con artistas venidos no solo de cualquier confín planetario sino de la mezcla de todos ellos. 

De Austria vino un veterano de la electrónica, Fennesz, músico que ha compartido proyectos con creadores como Ryuichi Sakamoto, Jim O’Rourke o el gaditano Suso Saiz. Desplegó las marejadas ‘ambient’ de ‘Agora’, su primer disco en cinco años, que alude al centro de reunión social de la Grecia clásica y a los pros y contras de la conectividad. 

Set del artista japonés Daito Manabe en el Sónar 2019

Set del artista japonés Daito Manabe en el Sónar 2019. / periodico

Y de Japón, en el mismo escenario Sonar Complex (es decir, el Palau de Congressos), los desafíos del japonés Daito Manabe con la ‘performance’ conocida como ‘Dissonant imaginery’, alianza con un señor doctor, Yukiyasu Kamitani, consistente en convertir las conexiones neuronales durante la audición de música en un espectáculo. Impulsos cerebrales transformados en secuencias electrónicas y construcciones plásticas, dando a entender que la última frontera quizá sea más interior de lo que imaginábamos.