CRÓNICA DE ÓPERA

'Luisa Miller': un Verdi mayúsculo en el Liceu

Sondra Radvanovsky y Piotr Beczala triunfan en la adaptación de la ópera de Verdi a cargo de Damiano Michieletto

Un ensayo de 'Luisa MIller' en el Liceu

Un ensayo de 'Luisa MIller' en el Liceu / periodico

Pablo Meléndez-Haddad

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Nada mejor que un Verdi para capear los calores de verano y el bochorno de las tormentas. Así lo piensa el Liceu y por ello ha programado diez funciones de la poco representada 'Luisa Miller', ópera en la que se cruzan amor, odios ancestrales heredados y poder político. Dos familias enfrentadas cuyos vástagos se enamoran construyendo un amor imposible que solo la muerte salvará. En este regreso, este domingo, al Gran Teatre, la versión de Damiano Michieletto remueve la obra hasta sus cimientos al sentar a los padres de los protagonistas en el diván del psicoanalista para mostrarlos en su relación con sus hijos en su infancia, desdoblándolos en un interesante juego de espejos. La propuesta funciona si se va al teatro ‘con los deberes hechos’, esto es, conociendo la trama verdiana y las ideas de Michieletto. Si el odio entre las familias es heredado –tipo Montesco/Capuleto–, es hasta probable que ambos protagonistas incluso se hubiesen conocido desde pequeños.

Pero en este tipo de óperas lo que más importa es la música y el canto, y el Liceu ha contado con dos de los más grandes exponentes de la pareja protagonista, la soprano canadiense de origen estadounidense Sondra Radvanovsky como una Luisa excepcional, un vozarrón nada indómito que sabe aplicar tanto pianísimos y sutilezas –estuvo simplemente maravillosa en los detalles de "Tu puniscimi, o Signore" y tanto en "La tomba è un letto" como en "Padre, ricevi l'estremo addio"– como cañonazos, y esto es lo que le pide la partitura. Fue ovacionada. Lo mismo puede decirse del siempre elegante Piotr Beczala, que como Rodolfo supo despeinarse con unos expresivos golpes de glotis, unos agudos espectaculares y un torrente vocal demoledor para entregarse a un personaje apasionado y muy bien planteado a nivel vocal; su escena del segundo acto fue pura dinamita y el público se lo supo agradecer.

Todo impecable

También funcionó el resto de la compañía con el genial, poderoso y bien fraseado Miller de Michael Chioldi, junto a la convincente y seductora Federica de J'Nai Bridges –una voz de hermoso esmalte– y al sonoro y entregado Walter de Dmitry Belosselskiy. A buen nivel se movieron el ambicioso Wurm de Mirko Mimica y la fiel Laura de Gemma Coma-Alabert.

El tratamiento del coro –impecable en sus partes– es estático y decorativo y hubo una excelente respuesta de la Simfònica del Liceu. La partitura exige a músicos e intérpretes una línea belcantista cargada de acentos dramáticos y estos estuvieron presentes en la concertación del aquí debutante Domingo Hindoyan, siempre preciso y teatral, reflejando la tensión de la partitura ya desde de la sinfonía. Sí. ¡Que viva Verdi!