CRÍTICA DE CINE
'Annabelle vuelve a casa': terror de juguete
Esta fusión de 'Expediente Warren' y las películas previas de la muñeca maldita recurre sin reparos al tipo de convenciones genéricas que sus predecesoras más inspiradas lograron evitar
La nueva entrega de una de las mitologías más notorias del cine de terror moderno representa algo parecido a una fusión entre la saga iniciada con 'Expediente Warren' (2013), centrada en las investigaciones paranormales de Lorraine y Ed Warren, y la serie de 'spin-offs' a la que oficialmente pertenece, protagonizada por la muñeca maldita del título. En sus momentos más inspirados, como los mejores episodios de una y otra, se muestra perversamente hábil a la hora de generar una atmósfera de amenaza a partir de la posibilidad de que algo aterrador suceda en cualquier momento.
Sin embargo, la película recurre sin reparos al tipo de convenciones genéricas que sus predecesoras más inspiradas lograron evitar; y el aire rutinario y mecánico que ello confiere al relato es similar al que provoca la propia Annabelle; la primera vez que el director Gary Dauberman nos la muestra, la pepona resulta desconcertante; pero sus limitaciones no tardan en hacer mella.
Es cierto que 'Expediente Warren' tampoco era una película precisamente original, pero el amor que derrochaba por títulos como 'El exorcista' le llevó a priorizar un miedo construido con psicología y paciencia que uno basado en los golpes de efecto y el gore. Los arquetipos que recicla 'Annabelle vuelve a casa' tienen menos pedigrí, en tanto que proceden de un cine de terror ochentero protagonizado por adolescentes atractivas y no especialmente inteligentes. Y, a medida que los personajes se ven obligados a hacer cosas estúpidas para hacer que la narración avance, la película no solo va abandonándose a los métodos más facilones; también es permeada por un humor autoparódico del que solo una pequeña parte parece intencionada.
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