ENTREVISTA

Juan José Campanella: "Ya no hay estrellas como Alterio o Darín"

El director de 'El secreto de sus ojos' regresa a la ficción con 'El cuento de las comadrejas', que llega el viernes a nuestros cines

Juan José Campanella, fotografiado este miércoles en Madrid

Juan José Campanella, fotografiado este miércoles en Madrid / periodico

Beatriz Martínez

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Han pasado diez años desde que Juan José Campanella estrenó ‘El secreto de sus ojos’, por la que consiguió el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Después de convertirse en uno de los artífices del boom del cine argentino gracias a ‘El hijo de la novia’ y de triunfar en Hollywood, el director se refugió en la televisión, hizo un film de animación, ‘Futbolín’ y ahora regresa a la ficción con ‘El cuento de las comadrejas’, una adaptación de ‘Los muchachos de antes no usaban arsénico’ (1976), para hablar de las luces y las sombras del éxito y componer un artefacto metacinematográfico a modo de comedia negra en la que brillan sus actores, los veteranos Graciela Borges, Luis Brandoni, Óscar Martínez y Marcos Mundstock, a los que se une la presencia de la española Clara Lago.

Da la sensación de que, con esta película, ha querido homenajear el arte de contar historias y, como no, a aquellos que las interpretan.

Puede que no sea el objetivo principal, que al fin y al cabo es entretener, apasionar, emocionar, hacer reír o provocar. Después empiezan las otras lecturas, la de la forma, el tema… y en este caso contiene ese juego de espejos con el cine, pero más que un homenaje es una necesidad de generar la comicidad a través de él.

¿Quería hacer un cuento moral?

Es un cuento moral raro, porque… no es que nuestros buenos sean gente muy moral (ríe). En realidad, aquí no hay ni buenos ni malos, todos están en el área gris. Pero claramente la mirada se vehicula para que uno esté a favor de unos y en contra de otros. Claramente sabes quién quieres que gane y quién que pierda. Pero todos los personajes tienen sus dotes de cinismo, de perversidad, de bizarrismo.

¿Y en cuánto al choque de generaciones?

Te diría que es el menor de los temas. Como en cualquier película de superhéroes, el héroe tiene un poder, y el villano un arma letal. En este caso, nuestros héroes tienen una debilidad, que es la edad. Y el poder de nuestros villanos, es también la edad. En realidad, es más un choque entre pragmatismo versus romanticismo. Y hay pragmáticos de todas las edades y románticos de todas las edades. No es que los viejos sean todos buenos y los jóvenes todos malos. Al contrario, hay más jóvenes románticos que viejos románticos. Pero sí que hay una reflexión que no tiene que ver con el conflicto sino con el viaje emocional, especialmente en el caso de Mara. Ella empieza encerrada en su pasado, atormentada por su vejez, siendo incapaz de disfrutarla y pensando que su debilidad más grande es el olvido. Y su recorridoserá redescubrir que uno no necesita reinventarse constantemente, pero tampoco pensar que lo ha hecho todo en la vida.

¿Usted necesita reinventarse en cada nueva película?

Uno carga con ciertos temas y ciertas obsesionesy se cristalizan de formas muy distintas en cada película y casi no me doy ni cuenta. Pero sí es importante buscar historias nuevas, sabores nuevos, con ingredientes nuevos, no estar dando siempre el mismo plato.

¿Por qué decidió hacer una adaptación de ‘Los muchachos de antes no usaban arsénico’ y cuáles serían las diferencias principales con su película?

Las dos películas están basadas en vueltas de tuerca y en el juego del gato y el ratón. Pero no quiero hacer spoilers de ninguna de las dos. En su momento me gustó muchísimo la película original que era de culto y un poco maldita, ya que se estrenó dos semanas después de instaurarse la dictadura en Argentina y no la fue a ver nadie. Pero más tarde fue reivindicada y José Martínez Suárez, el director, ha sido un gran profesor y maestro.

Creo que era una película que parecía de los estudios británicos Ealing, con una potente carga de humor negro muy seco, y yo quería que se pareciese más a la comedia clásica de los 40 y 50, con ese toque Lubitsch en los diálogos constantemente ingeniosos, muy escritos y que necesitan grandes actores para resultar naturales.

Supongo que buscar los actores apropiados era una parte fundamental en este caso.

Era fundamental. No solo tenían que ser grandes actores, sino que además tenían que haber sido glorias del cine. Porque eso o se tiene o no se tiene. Una persona llega a ser una gloria del cine gracias a ciertas características que tienen que ver con su presencia en pantalla, con el amor con el que te mira la cámara, con un peso específico muy determinado. Aunque no hayas visto jamás una película con Graciela Borges, sabes que no la sacamos de un grupo de teatro amateur (ríe). Los grandes actores tienen eso. Y la verdad es que no hay muchos. El problema con el personaje de Mara es que además tenía que tener material fílmico de ella cuando tenía 19 años para crear el contraste entre su juventud y su vejez. Además, está en el borde de lo triste, lo gracioso y lo patético. Toca muchas cuerdas y es difícil afinarlas bien. Es uno de los motivos por los que la película estuvo tantos años sin hacerse, porque hace 22 años que escribí el primer boceto.

El cine argentino comenzó a conocerse más en España a partir de los años 90, pero ¿por qué cree que es más desconocida la generación de José Martínez Suárez, Raúl de la Torre, Leonardo Favio o Leopoldo Torre Nilsson?

Quizás en esa época no había tanta comunicación entre nuestros cines. Nosotros sí veíamos mucho cine español porque éramos la mayoría nietos de españoles que seguían vivos. No creo que sea casual que el cine argentino acá empiece a llegar coincidiendo con una ola de inmigración argentina. Lo mismo ocurría con el cine italiano, nosotros consumíamos mucho, era tan popular como el norteamericano, y ahora se dejó de ver a medida que fueron muriendo los inmigrantes. Tampoco ya llega mucho cine español.

¿En qué situación se encuentra el cine argentino?

En Argentina se filma muchísimo cine, como 250 películas por año, una exageración. El público no da abasto. Además, con la televisión el negocio está cambiando. Las series ahora apuntan a nichos, y no hay generación de estrellas, de actores que causen impresión. En España el cine argentino se conoció gracias a Federico Luppi, Héctor Alterio, Leonardo Sbaraglia y Ricardo Darín. Pero ahora ya no hay estrellas porque no hay vehículos para generarlas. Los cines se copan de películas de superhéroes y de niños. Y en ese sentido, Thor y el Capitán América son intercambiables. Si en la siguiente escena los actores se cambiaran los papeles, no se notaría nada (ríe). Siempre se dijo que el cine era una industria del entretenimiento, pero antes también había películas que te podían cambiar la vida y ahora ya no pasa eso.