FÁBRICAS DE ARTISTAS

Taller de Músics y Esmuc: donde se forjaron Rosalía o Sílvia Pérez Cruz

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Marta Cervera

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Para muchos un artista nace, no se hace. Aun así algunos de los músicos que destacan en el panorama actual, llámense Rosalía, Sílvia Pérez Cruz, Marco Mezquida o Mariola Membrives, han ampliado miras y perfeccionado la técnica explorando posibilidades creativas en centros como el Taller de Músics y la Escola Superior de Música de Catalunya (Esmuc).

"Hay una diferencia entre artista y músico profesional. Un artista se intuye. Hay quien piensa que las capacidades artísticas innatas bastan y no se ha de esforzar. Pero esos suelen quedarse a medio camino. Como en todo, el esfuerzo cuenta a la hora de mejorar. Descubrir nuevos territorios y realizar otras conexiones juega siempre a favor de la creatividad. Eso es lo que intentamos enseñar desde el Taller", señala Lluís Cabrera, fundador del Taller de Músics. Esta escuela, que ahora celebra 40 años, nació en el Raval poniendo el acento en las músicas del siglo XX. Han hecho hincapié en el jazz y el flamenco pero nunca se han puesto límites. Fueron pioneros también en un método de enseñanza basado en la práctica musical mucho antes de que existiera la Esmuc, centro público donde además de estos géneros se enseña desde clásica y contemporánea hasta música tradicional y sonología... De todo, vaya.

"Para ser un artista debes tener una voz propia, tu propio sello. El estilo es solo un medio, no un fin. La clave del trabajo en el Taller consiste en no partir de las típicas clases de teoría y solfeo sino que todo se aprende a base de práctica, de tocar en grupo", recuerda Cabrera. "Empezamos así, enseñábamos música de otra manera. La teoría venía después, cuando uno ya se había enganchado a un instrumento porque el ser humano empieza a hablar antes que a escribir". Con ellos aprendió, por ejemplo, Joan Chamorro, que ha desarrollado su propio sistema de enseñanza en la Sant Andreu Jazz Band, de donde han surgido fenómenos como Andrea Motis, trompetista y cantante fichada por la discográfica Verve.  

Bien formados

El panorama ha variado mucho en 40 años. Ahora la gente llega bastante formada al Taller. Y muchos se acercan a él para preparar su entrada a la ‘universidad de la música’, es decir a los estudios superiores, bien sean los que el Taller inauguró en el 2011 en el último piso de Can Fabra o los de las otras tres escuelas superiores de Barcelona: la Esmuc, con sede en el Auditori; el Centre Superior del Liceu, decano en enseñanzas musicales con 182 años de historia, y Jam Session, que ofrece enseñanzas superiores de rock, músicas urbanas y nueva tendencias desde el 2014.

Todos los directores de los centros consultados destacan el buen nivel de los alumnos que en estas fechas se presentan a las pruebas de selección. "Se está haciendo un buen trabajo desde la base. Ahora los músicos españoles que salen del Superior están muy solicitados en orquestas europeas", destaca Maria Serrat, responsable del centro del Liceu, donde hace poco el célebre violonchelista Yo-Yo Ma actuó compartiendo escenario con estudiantes y músicos locales. Sin ese nivel no veríamos a cuatro cuartetos de la Esmuc participar en la inauguración del Grec junto al Kronos Quartet, aclamado conjunto de cuerda referente de la música contemporánea.

Jordi Riera, director pedagógico del Taller, ha visto a muchos alumnos a lo largo de su dilatada carrera. Todos los que llegan hacen una entrevista de una hora con él. "Cada caso es distinto y es importante entender qué busca un músico", dice. A veces llega gente con un perfil Leonardo da Vinci, gente que toca tres instrumentos. Lo que a priori es una ventaja "tiene difícil encaje en los estudios superiores y hay que orientarles". La filosofía del Taller es adaptarse al máximo al alumno, "buscar en qué proyecto educativo estará más cómodo y se sentirá más realizado".

Solvencia musical

La mayoría tiene un proyecto en mente. Actualmente tienen 120 alumnos preparándose para entrar en el Superior. De jazz y música moderna cada año suele haber 100 plazas para el Superior en todos los centros de Catalunya. Unos 60 aproximadamente acceden a ellos tras pasar por el COS, el solicitado curso de acceso que ofrece el Taller. "El grueso de los alumnos suelen necesitar dos años para conseguir su objetivo". Rosalía, recuerda, tenía mucha ambición, ideas claras y ganas de aprender. "Hacía muchas preguntas con sentido, constantemente, para tenerlo todo claro. Fue alumna mía cuando aún era menor de edad y ya entonces quería elaborar un lenguaje propio". Riera apunta que las enseñanzas artísticas solo pueden ofrecer solvencia musical. "Podemos evaluar la preparación técnica, pero la creatividad de un artista es otra cosa". Y resume: "Con solo tres notas puedes evaluar si alguien es o no solvente. Si te llega o no su música, si tiene o no un lenguaje propio, eso ya es otra historia". 

En la terraza del Jazz Sí, el bar y escenario de conciertos de los estudiantes del Taller en el Raval, Nicole Monzó se prepara con dos amigas para un examen. "Todas soñamos con entrar en la Esmuc, porque es un centro público con cuotas más económicas". Allí un curso vale 2.400 euros mientras que en el resto de centros superiores cuesta el doble -unos 4.500 en el Taller y 4.800 en el Liceu-, aproximadamente. Pero sabe que será difícil porque en la Esmuc "solo hay una plaza para interpretación de canto jazz, lo que yo quiero hacer". En los otros centros en total hay siete plazas disponibles.

Escasez de plazas

Marta Niell, alumna de 22 años que combina su preparación en el Taller con el último curso de Interpretación en el Institut del Teatre, confiesa: "A veces el exceso de academicismo mata la pasión". Ella no tiene claro si quiere hacer o no estudios superiores de canto, aunque se está preparando para las pruebas. "Lo hago con calma porque lo que me interesa es asimilar todas las herramientas para cantar bien. Siempre he cantado pero en el Taller he tomado conciencia de qué significa de verdad y las capas que tiene una canción".

Elena, de 24 años, entró en el taller porque quería ser cantante de jazz o blues. Combina diferentes trabajos para pagar sus estudios. En el Taller ha descubierto otros estilos y no sabe hacia dónde se decantará en el futuro. Lo que sí tiene claro es que faltan de plazas en las enseñanzas artísticas superiores. "Las administraciones no aprecian las artes", concluye.

Tanto Núria Sempere como Melissa Mercadal, codirectoras de la Esmuc, lamentan la cantidad de aspirantes que rechazan cada año debido a ese déficit. Este 2019 hay 150 plazas disponibles para 475 candidatos presentados a las pruebas de acceso. Todos deben pasar unas pruebas para entrar en la Esmuc, como en cualquier estudio superior artístico. "La posibilidad de ampliar plazas beneficiaría el trabajo de grandes conjuntos. Pero veo difícil crecer. Llevamos tres años con presupuestos prorrogados intentando mantener el nivel de excelencia", lamenta Sempere. Y apunta: "Más allá de los conocimientos técnicos, nuestra misión es abrir los ojos a los estudiantes. La música es poliédrica y para vivir de ella vale la pena saber de todo, no solo de acordes". Y añade: "Parte de nuestro trabajo es acompañar su pasión y su habilidad con conocimientos sólidos. No basta con tocar bien, hay que potenciar la creatividad y generar reflexión sobre el rol social del músico y qué puede aportar al mundo".

Conocimiento compartido

Los alumnos de clásica llegan soñando con ser concertino de la OBC, o solista, confiesa. Entre los instrumentos con más demanda están los clásicos: piano, violín y flauta. Los que menos: los de música antigua, de flamenco y de música tradicional, "aunque este año ha aumentado la cobla", dice la directora. Y volvemos al principio: ¿un artista nace o se hace? "Rosalía tiene un enorme talento pero ha trabajado, se ha preocupado de tener unos conocimientos. El talento y el estudio siempre suman".

Para Maria Terrat, que ha visto a muchos estudiantes en su dilatada trayectoria al frente de la Fundació del Conservatori del Liceu, escuela decana en Catalunya, está claro: "El talento sin vocación no sirve. Un artista es un compendio de muchas cosas". Pero existen diversos perfiles de músico, señala. Es el caso de Víctor de Gomar, graduado en piano y voz, el nuevo director artístico del Liceu, y de Robert Brufau, violonchelista y director del Auditori, exalumnos del centro. "En la actualidad, hay más europeos que vienen aquí de Erasmus que al revés. Será por algo", dice orgullosa no solo del nivel de los alumnos sino del profesorado. Muchos de los maestros dan clases en varios centros superiores. El conocimiento no se regatea, se comparte.