CRÓNICA DE MÚSICA

Regreso a la nueva ola con Stray Cats y B-52's en Vitoria

El trío de Brian Setzer ofreció una actuación memorable en el Azkena Rock, mientras que al guateque del orgullo de Athens le faltó chispa

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Ramon Vendrell

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La música pop descubrió el túnel del tiempo con la nueva ola. En el Reino Unido los artistas fueron austeros y solo se trajeron del pasado el gusto por la canción redonda de a lo sumo tres minutos (excepción hecha de The Jam, que también se trajeron maletas llenas de trapos y mitología mod). En Estados Unidos fue otra cosa, por algo es la patria del hiperconsumismo. Los grupos regresaban del pasado con contenedores atestados de cultura popular, desde películas hasta bailes. De expoliar yacimientos olvidados, especialmente de la era anterior al dominio de los Beatles, y aplicar al botín descargas de modernidad nacieron sin ir más lejos Cramps, Ramones, B-52's o Stray Cats. Los dos últimos actuaron el viernes en la primera jornada del festival Azkena Rock de Vitoria.

El pase de Stray Cats fue una combinación triunfal de señoras canciones, nivelazo musical y sentido del espectáculo. Abrió el show 'Cat fight (over a dog like me)', número que también abre '40', nuevo disco para el que el trío se ha reunido casi 20 años después de su anterior reagrupación (y del que también cayeron 'Three time's a charm' y 'Rock it off'). Material sorprendentemente noble. Pero la parroquia estaba allí por otros motivos, que empezaron a sucederse de inmediato: la secuencia formada por 'Runaway boys', 'Stray cat strut' y 'Double talkin' baby' (original de Gene Vincent), las tres del primer álbum del combo, fue de aúpa. Slim Jim Phantom, todavía con cuerpo de navaja, hacía diabluras con su esquemático set de percusión (caja, bombo y platillos); lo mismo marcaba un ritmo maquinal digno de Neu! que se daba a la virguería 'keithmooniana'. Lee Rocker sacaba al contrabajo un sonido monstruoso, increíblemente grueso y profundo; eso lo aprendió seguro de Dave Edmunds, productor del primer disco de los Stray Cats y forofo de las grabaciones con bajos cargados como saben también los Flamin' Groovies. Y Brian Setzer... Bueno, Brian Setzer es a estas alturas un guitarrista descomunal, y tampoco es que cante mal el pollo. Un superclase.

Actuación engrasada y humeante

'Gene and Eddie', una versión de 'Misirlou', del recientemente fallecido Dick Dale, y 'Sexy and seventeen' fueron hitos de una actuación engrasada y humeante que alcanzó el punto de ebullición con 'Fishnet stockings' y 'Rock this town', con el trío pasándolo en grande y, magia, volviendo a parecer una hermandad. El bis con 'Built for speed' y 'Rumble in Brighton' a punto estuvo de provocar algunas sobredosis de felicidad.

Una calavera con el peinado que da nombre al grupo (un desafío a ley de la gravedad y una oda a la laca) y la leyenda 'Born to party' es el emblema actual de B-52's. Sentido del humor nunca les ha faltado y está bien que se lo apliquen a ellos mismos. Sonido musculoso como nunca antes había tenido el orgullo de Athens (un batería y una bajista que fueron una locomotora funk, un teclista y la guitarra abstracta de Keith Strickland) al servicio del show vocal de Cindy Wilson, Kate Pierson (la gracia del baile hecha persona, máxime con el conjunto de cascada de flecos que llevaba) y Fred Schneider. Con un repertorio que incluyó 'Cosmic thing', 'Lava', 'Private Idaho', 'Dance this mess around', 'Love shack', 'Planet Claire' y 'Rock lobster' nada puede ir mal, pero tampoco fue la locura de diversión y fantasía que el grupo deparaba antaño. Y es que si hay un arte que se lleva mal con la edad, es el arte de hacer el indio.