CRÓNICA
Woody Allen y algunos amigos para siempre, en Pedralbes
El cineasta y clarinetista cumplió sin destacar junto a la Eddy Davis New Orleans Jazz Band
Rostros relajados en los jardines del Palau Reial mientras el público hacía tiempo, copa de cava en mano, para recibir al músico amateur más célebre del mundo. Todo el papel vendido, como de costumbre. Y ni sombra de boicot, ni rastro de la polémica que acompaña a Woody Allen desde que el movimiento #MeToo ha dado nueva credibilidad a las palabras de su hija adoptiva Dylan Farrow, que le acusa de haber abusado de ella cuando era niña.
Nada de eso se intuía en su vuelta como músico a Barcelona tras cinco años, esta vez en el Festival Jardins de Pedralbes. O quizás sí: Woody Allen quiso dedicar ese concierto a los 25 años de la productora audiovisual catalana Mediapro, empresa detrás de la película 'Vicky, Cristina, Barcelona' y productora de su próxima película, que se rueda en el País Vasco. O sea: gracias a quienes siguen creyendo en él.
Fue de lo poco, poquísimo que dijo Allen durante el concierto. Quienes le habían visto en anteriores visitas sabían que en concierto es artista de pocas palabras. También saben que aunque el cineasta se coloca siempre en el centro del escenario, el peso de la música no lo lleva su clarinete. Al contrario. Allen se sienta entre los metales y el banjo de Eddy Davis, líder de la banda, y se esmera en cumplir sin destacar. Pedirle otra cosa sería injusto: el nivel de los músicos de la Eddy Davis New Orleans Jazz Band es cosa seria. Tocan todos los palos del jazz y el blues clásicos, y los tocan con elegancia y pulcritud. En Pedralbes eligieron, entre otros, un blues dedicado a Memphis, un himno religioso y la historia de la vampiresa Sweet Georgia Brown, que Allen ha hecho sonar en varias de sus películas.
Notas 'vintage'
Porque de jazz clásico sabe un rato. Otra cosa es que tenga mucho que decir como solista. Al lado del trombón y el trompetista, narradores articulados y locuaces, el clarinete de Allen, parco en fraseos, parecía el encargado de poner la puntuación a la cosa: sus bufidos, resoplidos y notas sueltas, que de tan 'vintage' sonaban como sacadas de una gramola, eran las exclamaciones y los puntos a la música que ponían los demás. El director de cine, por decirlo en la jerga psicoanalítica que tanto abunda en sus películas, le pone el 'pathos' a la cosa. Y solo al final, en los bises, después de que Eddy Davis caldeara algo el ambiente con un 'Para Vigo me voy' de acento yanqui, Woody Allen se soltó un poco y quiso decir la suya con el clarinete. Y con 'We'll meet again', canción de despedida que promete un hasta luego y que suele poner el cierre a los conciertos de la banda, Allen se fue, tan inescrutable como cuando entró en escena. Tan ensimismado. ¿En qué pensaría? ¿En volver, como dice la canción? Aquí, por lo visto, aún le quedan algunos amigos.
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