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El drama 'Karen' cuestiona los límites de la responsabilidad sobre los hijos

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Eduardo de Vicente

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Los hijos suelen proporcionarnos las mayores alegrías de nuestra vida pero también acostumbran a convertirse en una preocupación constante:  ¿estarán bien? ¿serán felices? ¿serán buenas personas?... y así podríamos seguir hasta el infinito. Ser padre consiste en vivir continuamente pendiente de ellos y precisamente de la paternidad, su responsabilidad y las decisiones que tomamos trata Karen, un drama con elementos de intriga escrito por Ever Blanchet y dirigido por Marta Gil que ha prorrogado las representaciones en el Teatre Gaudí hasta el domingo que viene, así que tenemos aún una semana para descubrirlo.

El centro del escenario está ocupado por dos mesas unidas, con sus respectivas sillas, tazas, platos y cucharas y unos zapatos masculinos. A los lados se encuentran un piano, unas sillas repartidas estratégicamente y una mesita pequeña con una bandeja y una tetera. La función arranca con una llamada telefónica. Un hombre que vive en Australia anuncia su regreso a un viejo amigo mientras la mujer de éste último regresa de un viaje a Colombia tras visitar a sus nietos. Por su casa van pasando diversos personajes: una enfermera que explica anécdotas de hospital, una madre, y un chico de origen musulmán que ha dejado atrás sus raíces para considerarse ahora “un moro de Lleida”.

Un secreto del pasado

Durante sus conversaciones hablan de la sexualidad femenina, la herencia del machismo, la corrupción del sistema pero hay algo que inquieta, la obsesión del protagonista por la seguridad de sus nietos en un país tan lejano es casi enfermiza. Cuando descubren que una de sus niñas se llama Karen se hace un silencio incómodo que permite intuir algún secreto del pasado.

La acción se detiene y un letrero nos indica que viajamos 13 años atrás a un caluroso verano para descubrir lo ocurrido. Los actores ejecutan una sencilla coreografía mientras suena el Psycho Killer de David Byrne y empezamos a atar cabos. Los respectivos hijos de las dos familias (que nunca aparecen en escena) se vieron envueltos en un suceso y los dos padres, que eran respectivamente un comisario de policía y un médico, intentaron ayudarlos dejando de lado sus profesiones y atendiendo a su amor por ellos. ¿Cómo salvarlos? ¿Todo vale para proteger a un hijo? ¿Es lícito pasar por encima de la ley y la justicia, ocultar pruebas y encubrirlos para que no sufran las consecuencias de sus equivocaciones?

Un acertado elenco en una obra de denuncia

Todas estas y algunas más son las preguntas que plantea este arriesgado y valiente montaje con momentos de tensión que tiene como telón de fondo la denuncia de la violencia de género (“les xicotes no són de ningú”, cita uno de los personajes). Como en Un dios salvaje, de Yasmina Reza, nunca vemos a los hijos y sí observamos las tensiones que se producen entre los padres derivadas de sus actuaciones.

El texto está muy elaborado, con frases contundentes que indican claramente sus propósitos aunque hay elementos y personajes que quedan algo desdibujados (la madre de uno de los chicos “invisibles”) y un poco de confusión en algunos momentos. Pero no son suficientes para empañar el interés de este montaje que destaca por su acertado elenco en el que destacan el duelo masculino entre Armand Villén y Pep Planas y el contrapunto más desenfadado de Isa Mateu.

De padres e hijos

Karen es una obra que hay que ver, y sobre todo escuchar, con mucha atención y que nos hace reflexionar sobre los límites del amor paterno, las enseñanzas que transmitimos a los hijos y hasta qué punto somos corresponsables de los errores que cometan. Y, por supuesto, también acabar uniéndonos al grito de “Ni una menos”.