CRÍTICA DE CINE

'Criminales en el mar': los culpables son todos

Jennifer Aniston y Adam Sandler, en 'Criminales en el mar'

Jennifer Aniston y Adam Sandler, en 'Criminales en el mar'

Juan Manuel Freire

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Hay potencial en la confrontación de la comicidad de Adam Sandler, basada en la torpeza y la pereza, y la de Jennifer Aniston, cuyos personajes son a menudo más meticulosos. Pero ni aquella 'Sígueme el rollo' del 2011, olvidado remake de 'Flor de cactus', ni mucho menos esta 'Criminales en el mar' muestran ese contraste en su posible esplendor.

En esta especie de 'Misterioso asesinato en Manhattan' trasplantada a alta mar y vaciada de ingenio, Sandler y Aniston son una modesta pareja de Nueva York (policía de bajo rango el primero, ella peluquera) que se decide por fin a hacer ese viaje a Europa que se debía desde el 'sí, quiero'. En su vuelo hacia Málaga conocen al vizconde Charles Cavendish (Luke Evans), quien les invita a pasar el fin de semana en el yate de su tío billonario (¡Terence Stamp!).

Lo que parece una proposición felizmente indecente se convierte en pesadilla poco después de zarpar desde Cartagena (en realidad, Santa Margherita Ligure), al sufrir ese tío ricachón una cuchillada mortal. Toca a los incautos viajeros resolver el rompecabezas (el whodunit, o 'quién lo hizo') si no quieren verse entre rejas; son máximos sospechosos. Pueden elegir entre una estrella de cine (Gemma Arterton), un maharajá (Adeel Akhtar), un campeón de Fórmula 1 (Luis Gerardo Méndez), un coronel (John Kani), un guardaespaldas (Ólafur Darri Ólafsson) o la prometida de 23 años (Shiori Kutsuna) del octogenario muerto. 

Resulta chocante que el mismo guionista (James Vanderbilt) que supo extraer todos los matices a una investigación criminal y periodística en 'Zodiac' haya escrito este pobre misterio, nulo en suspense e interés, sazonado con algunos de los peores chistes de la carrera del dúo central. Comentario aparte merece la descripción de España, donde al parecer tenemos guitarristas flamencos y bailaoras apostados en la puerta de buses decrépitos, o lo normal parece no saber inglés; que los protas no sepan español no merece otro chiste. La dirección de Kyle Newacheck es indiferente, como en el 90% de la comedia yanqui actual.

Antes que perder 97 minutos (podrían ser muchos más, porque las producciones de Happy Madison suelen rondar las dos horas) con este fláccido pseudo-entretenimiento, quizá sería mejor revisar un 'whodunit' de broma bastante mejor, 'El juego de la sospecha (Cluedo)', en cuya historia participó el gran John Landis. Microsoft Store la tiene para alquilar. De nada.