QUÉ HACER HOY EN BARCELONA

Un entrañable reencuentro con el pionero de la magia, Juan Tamariz

getthumbsbyfilenamecayypizf

getthumbsbyfilenamecayypizf / periodico

Eduardo de Vicente

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La vida tiene extrañas casualidades. Justo la misma semana en que hemos conocido el fallecimiento (no por esperado menos doloroso) de Narciso Ibáñez Serrador y hemos recordado su obra y cuánto nos hizo disfrutar y sufrir, vuelve a Barcelona uno de sus artistas más recordados del Un, dos, tres, , un personaje que guarda muchas similitudes con Chicho más allá del célebre programa.

Estos últimos días se ha destacado la figura del director como pionero del género fantástico, tanto en la pequeña pantalla como en la grande. Pues Tamariz también fue uno de los primeros que introdujo en nuestro país la magia, ganador de múltiples premios y reconocimientos internacionales. Que nadie se equivoque, la televisión le hizo popular, pero su prestigio ya venía de mucho antes y es un lujo reencontrarse con él con sus trucos carentes de la alta tecnología de los ilusionistas actuales pero con el carisma intacto. Es una oportunidad para darse un abrazo con este mago entrañable que convierte cada espectáculo en una catarata de sonrisas.

Canciones de 'Siete novias para siete hermanos'

Ahora está en el Teatre Tívoli con el show familiar que le caracteriza, Magia Potagia, algo renovado pero tan fresco como ayer. Antes del inicio, mientras el público va encontrando su localidad, su hija Alicia interpreta algunas piezas al piano a modo de prólogo, clásicos antiguos como I got rhythm de Un americano en París o la melodía de la película El golpe. Al abrirse el telón, descubrimos que la escenografía es muy sencilla, una cortina negra al fondo y algunas mesas y sillas. Y suenan varias piezas, tanto instrumentales como cantadas de Siete novias para siete hermanos (de Goin’ co’tin a Wonderful day).

Enseguida descubrimos cuáles son los dos elementos básicos del montaje: el humor, con sus constantes bromas (en su mayoría, intemporales) y la participación del público, en casi todos sus números pide la participación de algún espectador, por lo que la platea casi siempre está iluminada. El primero en apuntarse a la fiesta descubre que puede cambiar el tamaño de un guante pero con lo que es realmente hábil es con los naipes. El único artilugio “moderno” es un móvil que pide a un espectador para que haga una llamada a un amigo y adivinar una carta a distancia.  Y cuando sale bien (no hay problema, nunca falla y si lo hace es a propósito) entona su habitual ¡Tachán! Y hace ver que toca su violín imaginario.

Un médium y una mentalista

En la primera parte también interviene un amigo, el médium Alan, que ejecuta una escena de escapismo en el que un espíritu burlón tiene un papel muy importante para descubrir a un personaje histórico difunto. Y, antes del descanso, enseña un truco para que los niños puedan practicar en casa, aunque el final sea inesperado y desconcertante.

Tras la pausa, requiere nuevamente la presencia de Alan y, juntos, juegan con unos pañuelos para que después se una al grupo la colombiana Consuelo Lorgia, su esposa (ya habíamos advertido que era un espectáculo familiar, pero a ambos lados del teatro, la platea y el escenario). Un sencillo truco en el que extrae flores de diversas extremidades de un niño da paso al más espectacular, de mentalismo averiguando cartas o canciones escogidas por los asistentes. Estos son un preámbulo para irnos preparando para el número principal.

No pillas el truco ni de cerca

Se trata de una de sus especialidades, la magia de cerca. Y nos transporta a varias décadas atrás cuando efectuaba sus trucos a un palmo de distancia en el Llantiol. El pequeño local de la calle Riereta tenía por lo general a un maestro de ceremonias fijo, el gran Joan Gimeno, y un mago que también sería luego presentador, el inolvidable Pepe Carrol, que siempre se confesó discípulo de Tamariz y más tarde conduciría en televisión el chistoso programa Genio y figura, de donde surgió Chiquito de la Calzada. Bueno, pues en ese teatrillo había la costumbre de que, cuando acababa el espectáculo, el mago que actuaba regalaba una propina en sesión golfa con magia de cerca para los que aún no tenían sueño. Carrol era el titular, pero cada año solía pasarse unos días por allí Tamariz y las veladas eran inolvidables y deseabas que nunca se acabaran.

Las dimensiones del Tívoli no son las del Llantiol y, al resultar imposible reproducir el efecto, cuenta con una cámara y una pequeña pantalla circular para enfocar lo que ocurre en la mesa. Dos espectadores voluntarios le ayudarán en unos trucos de dificultad creciente hasta que los tres últimos te hacen pensar “pero ¿cómo lo ha hecho?” Y la verdad es que resultan increíbles, apoteósicos, ya que él ni siquiera toca las cartas pero la magia se produce...

Es una divertida cita con un truhán que mantiene sus cualidades para entretener y sorprender constantemente, algo más que un prestidigitador, toda una institución en su campo que logra seducir a los mayores acostumbrados a su destreza y a los pequeños que quedan fascinados por ese personaje tan estrambótico como seductor. La magia potagia del gran Tamariz sigue haciendo ¡Tachán! Y esperemos que por muchos años más.