CRÓNICA
Diego el Cigala, inagotables 'Lágrimas negras'
El cantaor recreó su repertorio de raíz cubana en Pedralbes en el 15º aniversario de su popular álbum con Bebo Valdés
Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
Cerca de tres años después del ejercicio latino expansivo de 'Indestructible', aventurada peripecia del bolero a la salsa, Diego el Cigala vuelve al disco que puso su carrera patas arriba, aquel 'Lágrimas negras' cocinado a medias con el recordado Bebo Valdés. Un aniversario no del todo contundente, el 15º, ha dado pie al reencuentro del madrileño con las raíces cubanas en conciertos virtuosos y sentidos, recorridos con naturalidad y un poco de sano cachondeo.
Así fue este miércoles en el Festival Jardins de Pedralbes, donde El Cigala recordó los motivos por los que su figura trasciende el culto flamenco y su forma de decir y de estar alcanzan al gran público. Cantó con la naturalidad de quien ya ha interiorizado todas las lecciones, dando cancha a su despierto trío y jugando con el repertorio desde el arranque con el remoto bolero 'Si te contara'.
Piques mutuos
Presencia imperial pero sujeta a sus cosas, siguiendo los compases golpeándose las rodillas, dando palmas o chasqueando los dedos, y combinando las embestidas emocionales a 'Amar y vivir' y 'Compromiso' con la manga ancha para las incursiones solistas de trazo fino del pianista, Jaime Calabuch, Jumitus, sobrino del llorado Moncho. Con él mantuvo un diálogo con momentos de pique mutuo, cuando no atendía a los momentos en que le daba paso y dejaba que siguiera dando vueltas a sus ruedas armónicas. Motivo jocoso fue también la sucesión de tragos largos que se fue dispensando el cantaor, reconstituyentes vasos de ron con naranja.
Los clásicos cubanos le permitieron lucirse, desde la melancolía de 'Veinte años' a ese matador 'Bravo' al que tanta inquina imprimía Olga Guillot: "Te odio tanto que yo mismo me espanto de mi forma de odiar". Y la misma 'Lágrimas negras' dio pie a un diálogo generoso a cuatro bandas, con el contrabajo de Marco Niemetz y la percusión de Israel Suárez, Piraña, apuntalando un vibrante 'crescendo' que culmino con El Cigala abrazándolos y besándolos a todos.
Clímax coplero
El temario se expandió más allá de los contornos cubanos con vistas a Nino Bravo ('Te quiero, te quiero') y a Roberto Carlos ('Amiga'), abriendo una isla a voz y piano que, sin prisas, culminó con un repaso profundo a la 'Nana del caballo grande', el texto de Lorca que Camarón llevó a su mundo en 'La leyenda del tiempo'. Y siguió estirándose hasta trofeos como 'La bien pagá', marcando estilo hasta el último compás coplero con toda su variedad de gestos y modos expresivos, recordando que el repertorio es también él mismo.
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