TOPONIMIA MUSICAL (1)

El Gato Pérez baila en la curva del Morrot

La canción del rumbero esconde una historia que no es poca cosa: la de la Tierra Negra, con sus fantasmas y miseria

Icult Gato Perez

Icult Gato Perez / periodico

Lucía Lijtmaer

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Que la rumba parte de un enclave muy concreto de Barcelona es, como poco, algo conocido. Es por esto que, para hablar de rumba y ligarlo con la ciudad de Barcelona, la cosa queda amplia y desabrida. Hace falta detallar. Bajar al barrio. Trazar líneas y sobre todo curvas, muchas curvas, con el compás.

La rumba tiene tal listado de espacios relacionados con la ciudad que la cosa da para enciclopedia. Pero quizás, por su ritmo juguetón y sandunguero, la rumba también juega al escondite. A darte pistas pero no enseñar todas las cartas. Por eso, de entre todas las rumbas relacionadas con topónimos, elegimos hoy 'La curva del Morrot' de Gato Pérez.

La letra describe exactamente de qué espacio se habla, pero esconde gran parte de su historia: a medio camino del puerto, donde Montjuïc y el Prat se funden en terreno ganado al mar. Eso dice. Aquí va lo que esconde. La historia del Morrot no es poca cosa: durante siglos, a su alrededor se situaron los huertos que proveían a los mercados de Barcelona. Para llegar a ellos había que cruzar la zona de las carboneras, donde se descargaba el carbón vegetal -ahora donde nace la avenida del Paral·lel, en la plaza Drassanes-, y que era conocida como la Tierra Negra, una zona deprimida, espacio habitual de vecinos, prostitutas y rumberos gitanos, donde no se atrevía a entrar la policía durante los años más duros del franquismo. Dicen que por sus tierras vagaba el fantasma del virrey Dalmau de Queral i Codina, ajusticiado por los payeses en 1640, cuando intentaba huir de la población cruzando precisamente la Terra Negra. No lo logró. Dicen que fue linchado justo en la plaza de la Carbonera y que, durante décadas, la gente iba a lanzar piedras a ese lugar, en conmemoración de la muerte del odiado virrey.

En ese escenario se alza el Morrot, única punta de lanza del acantilado de Montjuich, que dejaba paso a Casa Antunez, que después sería conocido como Can Tunis. En toda esta historia, en toda esta curva baila el Gato Pérez, justo en la distancia más corta desde el cielo y desde el mar.