CRÓNICA

Carla Bruni, un discreto encanto en Pedralbes

La cantante abrió la 7ª edición de la muestra combinando su revisión de la 'chanson' con las versiones de éxitos pop anglosajones

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Jordi Bianciotto

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Presencia distinguida en la inauguración del Festival Jardins de Pedralbes: Carla Bruni, con sus educadas canciones, su voz lánguida y su aura de personalidad tocada por un discreto glamur. La franco-italiana es un modo de estar en el mundo, pura civilización expresada en evocadoras melodías, con la fascinación que a veces las chicas de alta cuna sienten por el lado gamberro de la vida: ese ‘Highway to hell’, de AC/DC, que alborotó un poco el tramo final del concierto.

Pero Bruni representó un modo suave, con sensualidad y destellos de sentido del humor, de acceder a esta séptima edición de Pedralbes, una muestra de la que Martín Pérez, su director, destacó en el parlamento inaugural su condición de "festival, no de ciclo", y de programación "con alma". El concierto, ante las casi 2.400 personas que ocuparon todas las localidades, contó con presencias como la nueva ‘consellera’ de Cultura, Mariàngela Vilallonga, y el reciente candidato a la alcaldía Manuel Valls, y vino precedido de una cena a beneficio de la Fundació Paideia, entidad dedicada a la atención de personas con discapacidad intelectual.

La pasión otoñal

El recital de Bruni siguió las pautas del de hace año y medio en el Palau, abriéndose paso con ‘Le chemin des rivières’, una canción que habla de la pervivencia de la pasión después de todos los naufragios y todas las quimeras, cuya letra hizo llegar, por consejo de su marido, Nicolas Sarkozy, al cantautor Julien Clerc, que le puso música y la grabó en uno de sus discos. Esta Bruni autora resultó más genuina que la turista de repertorios ajenos proyectada en su último trabajo, ‘French touch’ (2017), pensado para que el público anglosajón, monolingüe él, pueda entenderla. En ese idioma, y no en francés ni en italiano, se dirigió la artista al público de Pedralbes.

De esa obra salieron incursiones en autores tan diversos como Willie Nelson (‘Crazy’), The Clash (‘Jimmy Jazz’) o Henry Mancini (‘Moon river’). Las defendió arropada por un cuarteto mayormente acústico, de guitarra, cello, piano y percusión. Bruni no capturó a sus seguidores por el carril del registro vocal despampanante, sino con otra clase de recursos: una elaborada atmósfera liviana, un gusto por el arreglo refinado y su tenue aura natural de encantadora de serpientes.

Algunas de las versiones se acogieron a la parcela del divertimento, y resultó más sustancioso aquel perfil de cantautora que destapó con su primer álbum, ‘Quelqu’un m’a dit’ (2002), en temas como el que le dio título (que interpretó acompañándose de la guitarra), ‘Toute le monde’ o ‘Le plus beau du quartier’. Bruni, aplicada alumna de la ‘chanson’, de Trenet y de Brassens, con una voz propia estimable como creadora. Volvió a ella en la despedida, cuando tras su paseo travieso por AC/DC y por los Rolling Stones (un ‘Miss you’ con guitarra rumbera), cantó ‘Un garçon triste’ teatralmente recostada sobre el escenario, mirándose el mundo con estilizada melancolía.