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'Les oblidades', un montaje sobre las roles escondidos detrás de cada mujer

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Eduardo de Vicente

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¿Cuántas mujeres permanecen escondidas, agazapadas dentro de cada mujer? ¿Cuánta opresión han sufrido debido a la sociedad patriarcal? ¿Cuántas de ellas han conseguido dejar atrás la carga tradicional y sentirse libres? Sobre todas ellas versa Les oblidades, un montaje teatral valiente y reivindicativo, pero también comprensivo y tierno que parte de un texto escrito y dirigido por la actriz Lara Díez Quintanilla (popular en la pequeña pantalla como la Inés Arrimadas de Polònia), ahora en un registro muy distinto, e interpretado por Bàrbara Roig y Míriam Monlleò.

El escenario tiene forma de cuadrado y está rodeado por un foso repleto de muñecas de plástico. Las dos protagonistas aparecen en escena con sendos bodies de color crema y una larga falda que utilizarán ingeniosamente para transformar ese mínimo vestuario en otras piezas distintas. Las luces se encienden y vemos a ambas estiradas en el suelo. Son dos mujeres que han llegado hasta ese lugar, una suerte de limbo, pero no saben cómo ni cuándo, ni dónde están y tan solo guardan algunos recuerdos de sus vidas pasadas.

La guerra y dos enfoques del placer

Esa excusa argumental sirve para que se transformen y alternen en distintas mujeres anónimas que han pasado inadvertidas para la historia. Las primeras son dos guerreras rivales en plena batalla entre sus pueblos enfrentados. Sus respectivos hijos han sido apresados y ellas intentan salvarlos aunque para ello tengan que poner en peligro las vidas de sus clanes. Uno es un hijo, mucho más valioso que la hija de la otra, un hombre siempre es más importante…

En el siguiente episodio se convierten en dos monjas encargadas de someter a otras mujeres con el pretexto de la fe, lo que Dios ordena, y están convencidas de que lo están haciendo bien consiguiendo extraer el mal a cualquier precio. Muy en esa misma línea están también los dos personajes que pretenden extraer el placer sexual femenino (aunque nunca se cita, parecen hablar de una ablación de clítoris) con el propósito de que se concentren en su tarea de tener hijos sin deseo alguno y perpetúen la especie.

A continuación nos da la impresión de ser parte de una extraña comunidad, una especie de secta que pretende todo lo contrario, la búsqueda del placer. O al menos eso es lo que les pide su líder, el gran sabio, y todas deben olvidarse de sus prejuicios para satisfacerle aunque tanta devoción también puede tener sus límites ¿o no? Ellas los descubrirán, pero ¿decidirán seguir adelante?

Las obligaciones cotidianas de dos amigas

Los siguientes personajes son dos amigas de infancia y vemos como van evolucionando desde que son unas jóvenes que van a casarse y a lo largo de los años. Las dificultades de una de ellas para tener hijos (nadie duda de que ella es la culpable, no el marido), sus obligaciones cotidianas y sus preocupaciones por estar siempre guapas, cada vez más asfixiantes. Y el texto apura al máximo las posibilidades. De la herencia no se libra nadie, las vidas aparentemente perfectas pueden esconder casos de violencia de género que dejan huella. Ni siquiera si una mujer tiene todo el dinero del mundo y la capacidad de escoger el camino que prefiera, ¿eso querría decir que esa mujer es libre?

Otro prototipo toma la palabra: la prostituta. Dos de ellas rivalizan entre cuál de ellas ha estado con más hombres, ha llevado a cabo prácticas sexuales más extremas. Es una de las escenas mejor escritas y más ricas de la obra y podría hacernos reír, pero la verdad es que nos congela la sonrisa. En el último tramo, las protagonistas son las abuelas y sus mentiras para aumentar la autoestima de las niñas, pero también el cariño infinito antes de desembocar en un desenlace reivindicativo que pretende visibilizar los problemas a los que se enfrentan.

El asombroso encaje de dos actrices

El trabajo de las dos actrices es prodigioso, se compenetran, se complementan, se necesitan, se equilibran. Solo que una de las dos estuviera a un nivel más alto o más bajo, el montaje no funcionaría y la verdad es que parecen gemelas aunque físicamente no se asemejen en nada. Dentro de algunos episodios intercambian sus papeles haciendo consecutivamente de madre y de hija y la diferencia es inexistente. Es uno de los grandes logros del montaje. Imposible destacar a una por encima de la otra, su simbiosis es impresionante.

El guion explora todas las alternativas posibles, desde ángulos distintos, y no solo arremete contra el patriarcado sino que cuestiona, sobre todo, la extrema sumisión y la condescendencia, poniendo en clave femenina aquella célebre frase de que “el hombre es un lobo para el hombre”: la mujer también puede ser dañina para la propia mujer. Una obra que valdría la pena ver dos veces para apreciar mejor todos sus matices, sus detalles, sus aristas. Un feminismo combativo, pero nada caprichoso y sí muy inteligente.