ENTREVISTA

Donal Ryan: "Beberse la granja es una vieja tradición irlandesa"

Llega a España 'Corazón giratorio', la segunda novela de Donal Ryan, una asombrosa amalgama de personajes y voces de un villorrio irlandés devastado por la crisis, el rencor genealógico y la violencia

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Kiko Amat

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Irlanda. ¿Les suena? "Ese sitio, al otro lado del mar", que cantaba Kevin Rowland. Circulan por el mundo muchos clichés sobre Irlanda y los irlandeses, y casi todos son ciertos. Brendan Behan dijo que "otros pueblos tienen nacionalidades. Los irlandeses tienen psicosis". La espléndida segunda novela de Donal Ryan habla de psicosis rural en mitad de la última gran recesión. Abundan en ella todos los rasgos perfectamente aborrecibles de las aldeas (envidias, rencores, violencia, habladurías, fanatismo y fatalidad), solo que multiplicadas por ciento, porque son irlandeses. 'Corazón giratorio' (Sajalín)', con su carga de locura, rabia y claustrofobia, pero también sus destellos de amabilidad y generosidad, va a conmoverles hasta el tuétano. Una novela que me hizo llorar como… Como un irlandés, de hecho.

Los pueblos pequeños son como las guerras: sacan lo mejor y peor de cada uno. Tal vez por eso funcionan tan bien como escenario narrativo.

Pueblo chico, infierno grande [en español]. Alguien que vivía en una isla inglesa me dijo que la tasa de suicidios allí era tan alta porque si la jodías, no había donde esconderse. Creo que en los pueblos sucede eso, sin duda, pero también en la ciudad: en el fondo acabamos viviendo en pequeñas comunidades (tu finca, tu barrio) que funcionan como pueblos. El pueblo es el modo universal de organizarse: unidades pequeñas. Pero en un pueblo pequeño resulta más difícil romper el molde, reinventarte a ti mismo o incluso ser tú mismo.

Para colmo uno acarrea el estigma de generaciones anteriores. La sangre está manchada por cagadas de antepasados, como les sucede a varios de tus personajes.

Se reduce tu existencia, y la de varias generaciones previas, a una sola frase: "Ah, esos son de Birmingham", o "los engreídos de la granja grande". Tu personalidad queda aprisionada en un sambenito que etiquetó a tus antepasados, décadas atrás. Puedes pasar varias generaciones encasillado allí hasta que al final te liberas. O no.

"Aunque las oleadas migratorias de los irlandeses siempre estuvieron causadas por la necesidad, para muchas de aquellas personas dejar su tierra fue un alivio"

Empiezo a entender la compulsión migrante de los irlandeses.

Aunque las oleadas migratorias de los irlandeses siempre estuvieron causadas por la necesidad económica, para mucha de aquella gente dejar sus pueblos fue un inmenso alivio. La única forma que hallaron de encontrar verdadera libertad fue largarse a la otra punta del planeta.

¿Te sentías aprisionado en la aldea en la que creciste?

Mi infancia fue feliz. Crecí en el campo, protegido del mundo. Y aun así nunca me sentí cómodo. Cuando a los nueve años nos mudamos al pueblo más cercano tampoco encajé allí. Nunca he encajado en ningún grupo, y me sigue sucediendo lo mismo, vaya donde vaya, en cualquier empleo o parte del mundo. Pero por eso somos escritores, ¿no? Vivimos en un intersticio de la vida que nos permite estar siempre fuera de las cosas y dar testimonio.

La palabra 'recesión' siempre aparece cuando se habla de tu novela, pero para mí es solo un catalizador.

Muchos lectores se fijaron en lo que había en segundo plano, la recesión, en lugar de lo que les sucedía a los personajes. Si tengo que serte sincero, la crisis me resultó práctica para no documentarme. Me dio un escenario prefabricado donde ambientar la acción. Empecé a escribir la novela cuando la crisis ya había pasado, pero la gente empezaba a sentir sus efectos. El libro va de la gente que puebla esa crisis, y de lo que cuentan sobre sus vidas.

"Durante la crisis, los oyentes del programa de radio 'Lifeline' empezaron a ser más francos en sus llamadas"

El libro está ordenado en monólogos donde los personajes vacían el buche sobre sus vidas privadas.

Hay un programa de radio muy popular en Irlanda llamado 'Liveline' donde la gente llama para contar sus historias. A veces son asuntos de vida o muerte, a veces cuitas cotidianas. Durante la crisis, los oyentes empezaron a ser más francos en sus llamadas. Se notaba que la gente estaba más dispuesta a destaparse. Intenté capturar ese estado de ánimo pasajero, porque nadie diría en voz alta, en la vida real, en Irlanda, muchas de las cosas que se confiesan en el libro. Nadie se atrevería a revelar todo eso, a significarse.

Los secretos son una parte muy importante de la vida en los pueblos, y de tu novela. Las cosas que jamás se dicen.

Tengo cuarenta y tres años ya, y ni me he acercado a desentrañar los secretos de mi familia. Porque podría ser fatal, literalmente. Gente cercana a mí murió y se llevó todos sus secretos a la tumba. Incluso diría que algunos de ellos murieron porque no pudieron aceptar algunas de las cosas que llevaban dentro. Es horrible. Una enfermedad irlandesa. Se nos inculca desde el colegio, donde nos hacían estar sentados y con la boca cerrada día tras día. En misa, cada domingo, teníamos que estar cuarenta minutos sin movernos y sin hacer el menor ruido. Se nos planta dentro desde muy temprano la noción de que estar callado es mejor. Estate quieto, no destaques, no des la nota. Eso se te machaca desde los cuatro años. No es natural.

"Callar y tener secretos es una enfermedad irlandesa"

Precisamente porque nadie dice lo que piensa ni se atreve a ser quien es, la mayoría de personajes de tu novela llevan algún tipo de doble vida.

Todos llevamos una existencia esquizoide en mayor o menor medida. Nadie es uno mismo del todo, nunca. Nadie se libra de simular, o de ocultar partes de su personalidad. Todos nos doblegamos ante las expectativas, o bajo ciertas presiones. Mi intención era hacerles decir toda la verdad sobre sí mismos de una vez, como si estuviesen en un confesionario. Un confesionario lejano. En un pueblo jamás te vas a confesar a la iglesia local. Recorres millas para confesarte con un cura que no pueda reconocer tu voz [ríe].

Algunos pecados son más atractivos que otros. No es lo mismo ser lujurioso que envidioso, y es distinto escribir sobre uno que sobre el otro. Tu libro está lleno de pecados poco agraciados.

Y corrosivos. La mayoría de defectos humanos se codificaron hace mucho, y siguen vigentes hoy en día. En los textos de la antigüedad ya se efectúa una mirada profunda sobre la condición humana. Nos dicen, ya entonces, "esto es lo que somos". Pero tal vez esas profecías tienden a cumplirse por su propia naturaleza: quizás caemos en esos roles porque sabemos que existen. La envidia me interesa mucho, es uno de los defectos más venenosos, y un gran tema para el arte.

En la vida real los agravios mueren de un modo anticlimático o te provocan un cáncer. La “gran” venganza de Frank Mahon contra su padre abusivo es "beberse la granja" que hereda.

Tiene gracia, porque en una de las primeras lecturas que hice de 'Corazón giratorio' un caballero se puso en pie, medio indignado, y me espetó que me había inventado eso de "beberse una granja"; que no lo hacía nadie. Es todo lo contrario. Se trata de una vieja tradición irlandesa. "Aquel tipo se bebió su granja" es una expresión común. Conocí a tipos que iban al pub y cambiaban, literalmente, tierras por dinero para beber. Allí mismo. Algún granjero les daba el dinero, el otro les indicaba qué colina era, y a la mañana siguiente firmaban las escrituras. Esas energías oscuras siempre han rondado esas tierras. 

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