CRÓNICA

Manuel Carrasco, a corazón abierto en el Sant Jordi

El cantante onubense recreó todo su mundo poético en un generoso concierto asentado en su nuevo disco, 'La cruz del mapa'

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Jordi Bianciotto

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Entre los mil y un caminos que conducen a la música, Manuel Carrasco hace suyo aquel en que se funden el perfil existencial y la obra, donde las canciones son catálogos de valores servidos a corazón abierto: autenticidad, cultura del esfuerzo, disposición al romanticismo y a la sensualidad, sintonía con las causas justas, celebración de la sencillez de la vida… ¿Tremendo atracón de clichés? Tal vez, pero también, entendemos, pilares a los que sujetarse en tiempos en que todo se mueve a gran rapidez, y que este viernes motivaron a un público que llenó el Palau Sant Jordi.

Mucha letra y muchísima metáfora en la que, citando al sabio Astrud, se disparaba "el factor cursi", a través de un repertorio generoso (dos horas y media, una treintena de canciones contando ‘medleys’) y que deslizó cierto síndrome ‘alejandriano’, de estrofa arremolinada con vistas al sur. Las estrellas, los sentimientos que son "para siempre", las luces en la oscuridad…, y "las alarmas del naufragio", a las que Manuel Carrasco cantó en la primera pieza de la noche, ‘Me dijeron de pequeño’, cuya letra señala a "la gente de mentira" y a "los guays de pacotilla". Antes del concierto sonaron clásicos del ‘heartland rock’: Springsteen, Mellencamp, Petty… La comparativa es audaz, aunque se diría que Carrasco toma de ellos una idea de intensidad emocional y un culto a la sinceridad.

Heridas de guerra

Todo ello, trasladado a una canción melódica mediterránea, de medio tiempo acogedor y aromático guiño rumbero. Carrasco recorrió con voz frondosa ‘La cruz del mapa’, trabajo cuyo título alude a las muescas que la vida deja en nuestra alma, o algo así. Canciones como ‘Los primeros días’, un poco ‘beatleiana’ (¿el influjo de Abbey Road, donde se grabó el disco?), la furiosa ‘Vete’, dirigida a "quien te controla el móvil y tu forma de vestir", y ‘Llámame loco’, canto romántico torturado que da un poco de yuyu ("el hospital que habita en mí tiene su nombre"). Quedó claro que un concierto no es un trámite: "Venimos a dejarnos la vida".

Sin llegar a tanto, justo es decir que Manuel Carrasco lo dio todo para conquistar fan a fan por tierra, mar y aire. Ya fuera con la banda al completo, o solo con la guitarra española (un ‘medley’ encabezado por ‘Menos mal’), o sentado al piano: ‘Mi única bandera’, dedicada a su hija Chloe. Soltando éxitos pretéritos como ‘Uno x uno’ y subiendo el calado épico con ‘Te busco en las estrellas’, coronada por un vibrante solo de saxo del director musical del grupo, David Carrasco (sin relación familiar), veterano que ha tocado con todo el mundo, desde el gurú del ska Laurel Aitken hasta Raphael.

Estirando la noche, sin resignarse a darla por terminada, tras el clímax de ‘Tambores de guerra’, con "oh, oh, ohs" épicos dignos de U2, Carrasco afianzó el vínculo con sus seguidores exhibiendo entrega y sacando músculo hasta el último compás. "Quemamos las excusas en la hoguera", defendió en ‘Siempre fuertes’, sentando los cimientos para que el Palau Sant Jordi vuelva a estar dispuesto para él la próxima vez.