ENTREVISTA

Leiva: "Nunca perseguí superar a Pereza"

El músico madrileño celebra la buena acogida de su cuarto disco en solitario, 'Nuclear', con dos conciertos en el Sant Jordi Club

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Jordi Bianciotto

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El medio tiempo rockero de Leiva vive días de prosperidad: su cuarto disco, ‘Nuclear’, le lleva al Sant Jordi Club por partida doble (sábado, con entradas agotadas, y domingo, ambos conciertos dentro del festival Guitar BCN), como parte de una gira que incluye otras dos fechas en el madrileño Wizink Center. Hablamos con el excomponente de Pereza.

'Nuclear' llega después de su trabajo en el último disco de Sabina, ‘Lo niego todo’ (2017). ¿Observa un influjo de esa experiencia en la nueva obra?

Pasar un año con Joaquín, haciendo música, como cualquier cosa importante influye en tu obra, pero no me di cuenta del poso que dejó hasta que terminé el disco y escuché ‘Costa de Oaxaca’, que engloba cosas que él me dejó. La escribí justo después de terminar el trabajo con él, y ahí siento que Joaquín está presente.

¿Son muy diferentes sus procesos a la hora de afrontar un disco?

Sí, Joaquín no está siempre componiendo canciones como una necesidad vital, mientras que yo sí voy haciéndolo para entenderme a mí mismo. Joaquín tiene muchos textos y va calzando músicas, y yo suelo hacerlo al revés. Pero al final no difiere tanto. Salvando distancias, ambos somos contadores de historias y a ninguno de los dos nos obsesiona el estilo. En eso nos parecemos.

¿Se ve más como un autor de canciones que como un hombre del rock’n’roll?

Sí, para mí eso se ajusta más a la realidad. Nunca he sido militante del rock. Soy consumidor de rock y me gusta, como espectador, ver a quien dedica su carrera a un estilo, pero mi mensaje no creo que sea de rock.

En ‘Nuclear’ vuelve a haber una pátina de guitarras rockeras que sirven a composiciones muy moduladas, con medios tiempos y baladas.

Ver a qué llamamos rock, pop, baladas…, es un terreno pantanoso. Es algo que ni me planteo.

Le incomoda hablar de su música.

Es que como el proceso de composición no es algo lógico, sino que es un poco mágico, uno no tiene todas las respuestas. No me parece fácil hablar de mi música porque no sé muy bien de dónde ha venido. Bruce Springsteen dice que no debes pararte a tratar de comprender cosas que son mágicas porque te las cargas.

Fue un mal estudiante. ¿Es un caso de individuo salvado por la música?

Fui muy repetidor de cursos, no iba a clases, estaba todo el día en el local… Desde muy pequeño he sabido que quería hacer música. Sí, la música me ha rescatado.

Sus figuras de cabecera son las clásicas: Bob Dylan.

Su obra completa no la he consumido tanto como la de los Beatles, pero cómo Dylan ha hecho las cosas, cómo ha llevado su carrera, cómo ha cuidado sus textos, su mito, sus transformaciones, sus discos a los 23 y a los 65… La obra de Dylan me parece la más regular y flipante. Los Stones hace mucho tiempo que me dicen muchas menos cosas que él.

Hay un componente melódico, un uso de coros, de pianos, que hace pensar en los Beatles tardíos. ¿Un referente inevitable aunque hayan pasado 50 años?

Puede parecer vulgar seguir hablando de los Beatles, pero siempre acabas viendo algo de ellos en tu música. Y de McCartney en solitario, y de Harrison, y de Lennon: ‘Flaming pie’, ‘All things must pass’, ‘Plastic Ono Band’… Cada uno de ellos inventó muchas cosas. Me parece casi imposible que en el disco no haya momentos en que se me vea el plumero.

Hay guiños a México en el disco: el dueto de Ximena Sariñana con Bunbury en ‘Godzilla’. ¿Un José Alfredo Jiménez no puede estar al nivel que los grandes del rock anglosajón?

Desde luego, para mí no hay nadie que supere a José Alfredo componiendo canciones. Es algo que he hablado mucho con Joaquín. Ese mensaje accesible y con esa profundidad… Es interesante: ahora hay en México una generación que está modernizando el folclore, como Natalia Lafourcade con Los Macorinos. Respecto a ‘Godzilla’, al componerla escuchaba la voz de Bunbury. Le dije: “esta parte te pertenece”. Y me apetecía que hubiera un personaje femenino, y Ximena encajaba por su personalidad vocal.

¿Se vería incorporando elementos del folclore español o castellano en su discurso musical?

No, no tengo mucha conexión con el folclore de nuestro país. En casa, desde siempre nuestras influencias fueron anglosajonas.

Hay una historia sorprendente en torno a ‘El gigante de Big Fish’. ¿Una amiga suya estuvo carteándose durante años con el actor de la película de Tim Burton ‘Big fish’ sin saber que era él?

Sí, mi amiga Sara, vasca, cuando tenía 10 u 11 años, se escribía cartas con un chico de Estados Unidos, como actividad de las clases de inglés. Un día, ella se decidió a mandarle una foto suya y le pidió a él que le mandara también una. Y nunca contestó. A ella le quedó siempre una sensación de historia inacabada. Al cabo de 20 años, en Getxo, estando en la peluquería, Sara coge un diario y lee una noticia: “Muere el actor Matthew McGrory a los 32 años, sufría gigantismo…” ¡Era el nombre del chico con el que se carteaba! Se le partió el corazón.

Tremendo.

Sí, no le mandó la foto porque era un gigante. Guau… Siempre quise escribir sobre esta historia, pero no conseguía reflejar toda su profundidad y su fuerza, y me acabé quedando con los complejos del gigante de ‘Big fish’.

Bien, vuelve a Barcelona en momento dulce, congregando a tanto público como en los tiempos de Pereza. ¿Ha conseguido lo que buscaba?

Nunca perseguí equipararme con Pereza ni superarlo. Al principio perdí mucho público y luego me he ido reencontrándo con él, pero la dimensión que está adquiriendo mi proyecto no forma parte de una ambición. Disfruté mucho de los locales pequeños y ahora de los más grandes, pero estoy seguro de que esto volverá a cambiar. Las carreras no son siempre ascendentes. Mi generación creo que es la última en que las compañías nos fichaban en los clubs y apostaban por carreras, a largo plazo: Sidonie, Xoel López, Quique González… Ahora, eso es ciencia ficción: se apuesta por una canción.

En Madrid casi triplica el volumen de su público en Barcelona.

Sí, es una locura. España es un país muy irregular para la música. Es difícil que un artista tenga una carrera homogénea en todas las partes del país. Ocurre y ocurrirá siempre. Andalucía, el País Vasco, Catalunya… Pero hace dos noches en el Sant Jordi Club es un éxito al que jamás habría osado aspirar.

¿Se pregunta qué ve el público en usted?

No, ni escucho mis discos, ni me busco en internet, ni leo las críticas, ni me pregunto muchas cosas sobre mi carrera. Me parecería que es mirarme al ombligo y perder mucho tiempo que emplear en escuchar música.