NEGOCIO COLOSAL

Festivales de música: un ecosistema cada vez más corporativo y monopolizado

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Juan Manuel Freire

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A falta de saber si la inminente película de terror 'Midsommar', del director de 'Hereditary', hace por los festivales lo que 'Tiburón' por las playas, el negocio de los grandes eventos de música y ocio no deja de prosperar. En España ya llevamos cinco años consecutivos de crecimiento, después de la crisis sufrida entre el 2009 y el 2012.

Según los datos del famoso Anuario de la Música en Vivo, publicación de la Asociación de Promotores Musicales (APM), la música en directo facturó en España el año pasado un 24,1% más que en el 2017, superando los 333 millones de euros. Se creció en facturación y también público: en la suma de los principales festivales, más de un millón.

¿El porqué de los buenos datos? Un motivo importante fue la rebaja del IVA en el 2017, pero no es solo cuestión de alivio de presión tributaria. La mejora del concepto de festival ha propiciado la ampliación del público local y también un nuevo turismo musical.

Según Carolina Rodríguez, codirectora general de Producciones Baltimore (Low Festival, Warm Up, etcétera) y vocal de la actual junta directiva de la APM, hemos pasado de la supervivencia a la experiencia. "Hace un tiempo los festivales eran algo exótico, donde solo iban los forofos y el visitante era percibido por las ciudades como un elemento casi invasor", comenta. "Ahora es distinto, el público se ha ampliado muchísimo y las ciudades se alegran de acogerlo. La gente se anima a ir a festivales porque, más allá de la música, sabe que tendrá una oferta gastronómica, o que podrá ir con los niños; la escena diurna ha dejado de ser agresiva. Los medios también han ayudado a señalar que un festival no tiene por qué ser un campo de concentración".

Aunque Baltimore se concentra en festivales para público nacional, Rodríguez sabe reconocer –como cualquier asistente a los últimos Primaveras– el crecimiento de un turismo musical internacional. "Pero también nacional", recalca. "Se ha creado una especie de 'cojo mis vacaciones en función de este festival' que antes no se daba de esa manera".

Hace una década hubo burbuja de festivales y ahora, quizá, tengamos una nueva. Decía Gabi Ruiz (cofundador y codirector del Primavera Sound) a Jordi Bianciotto el año pasado, en estas mismas páginas: "Creo que la ausencia de dinero público facilitó mucho aquella caída, y ahora con la recuperación parece que, de nuevo, todo el mundo quiere tener el festival más grande. En toda industria que funciona hay gente nueva que quiere entrar".

Quizá no pueda quedar solo uno, pero habrá criba. Según Rodríguez, sobre todo a pequeña escala se dan muchos casos similares al del Fyre Festival, intento de fiesta de superlujo que acabó con su cofundador sentenciado a seis años de prisión. "Está el típico que dice 'esto del indie lo peta'. Y puedes tener buenas bandas, pero si tienes un sonido malo, no hay servicio de barra… Al final acabas sucumbiendo. ¿Es realmente profesional ese festival que a la segunda edición ha desaparecido?".

En este competitivo ambiente, tres de los grandes festivales de España establecieron el año pasado, en un corto intervalo de tiempo, importantes asociaciones con compañías y fondos de inversiones: Doctor Music, con la multinacional de venta de entradas Eventim; Sónar, con la plataforma global Superstruct Entertainment, y Primavera Sound, con The Yucaipa Companies.

Riquezas concentradas

Los festivales se han convertido en un gran fenómeno a escala global, pero sus beneficios principales recaen, sobre todo, en unas pocas corporaciones: esencialmente Live Nation y AEG Live. El verano pasado, el diario británico 'The Guardian' publicaba una noticia sobre la inquietud de la Association of Independent Festivals (AIF) por el dominio de la compañía estadounidense Live Nation y sus subsidiarias sobre la escena musical del Reino Unido. Solo en este país Live Nation controla grandes eventos como Reading y Leeds, Latitude o Isle of Wight Festival: un 26% del mercado para eventos con capacidad para más de cinco mil personas.

Según la información, al organizador de un festival puede costarle fichar incluso a un grupo pequeño por los acuerdos de exclusividad para tocar solo en citas marca Live Nation, que actualmente controla más de un centenar de festivales alrededor del mundo, incluyendo clásicos como Lollapalooza, Bonnaroo o Rock in Rio. AEG, por su parte, es dueña de Coachella, Firefly, Camp Flog Gnaw Carnival (comisariado por el rapero Tyler, The Creator) y el mítico New Orleans Jazz & Heritage Festival, entre otros.

Los acuerdos de exclusividad podrían explicar la cierta homogeneidad en los programas de muchos grandes festivales, y no solo en cuanto a cabezas de cartel. Lo que invita a fijarse más en festivales especializados en un sonido particular, o de tamaño medio-pequeño, o una rareza como el Primavera Sound, que no deja de crecer sin perder inquietud a la hora de seleccionar nombres.