ESTRENOS DE CINE DE LA SEMANA

Isabel Coixet: "Cada cual debería poder casarse hasta con su perro"

La cineasta estrena 'Elisa y Marcela', sobre dos mujeres que lograron casarse en la Galicia de 1901

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Nando Salvà

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Su decimotercer largometraje de ficción, 'Elisa y Marcela', llega este viernes a los cines como su paso previo a su desembarco en Netflix el próximo 7 de junio. En él rememora la historia de dos mujeres que lograron casarse en la Galicia de 1901, cuando una de ellas se hizo pasar por un hombre.

¿Diría que 'Elisa y Marcela' se estrena en el momento justo? Después de todo, vivimos tiempos de auge del conservadurismo.

Es cierto que nos encontramos en un momento de resentimiento y retroceso. De repente están en peligro unos logros sociales adquiridos no hace tanto que me parecen justos e irrenunciables. En concreto, está bajando el número de países donde el matrimonio homosexual está legalizado. En Brasil, sin ir más lejos, están hablando de retirarlo. Yo soy totalmente alérgica al matrimonio, pero creo que cada cual debería poder casarse hasta con su perro, si así lo desea.

"Están en peligro unos logros sociales adquiridos no hace tanto que me parecen justos e irrenunciables"

Como su anterior película, 'La librería', Elisa y Marcela habla de unos personajes acosados por la sociedad. ¿Es un tipo de situación con la que se identifica?

Sí, especialmente. Esa sensación ha marcado mi vida desde que iba al colegio y ha determinado quién soy. Todavía lucho por entender esa mentalidad generalizada según la que hay que oponerse a las posturas que no están adscritas a un clan. No es necesario irse muy lejos para comprobarlo, es suficiente con fijarse en cómo están las cosas en nuestro país. Me cuesta perdonar a quienes defienden que, cuanto peor, mejor. Aceptan desatender las necesidades de la gente para mantener vivo el conflicto. Es una mezquindad.

¿Cómo afrontó el rodaje de las escenas de sexo de la película?

Quería evitar la típica mirada masculina, como la que sí tenían las escenas de sexo entre mujeres de 'La vida de Adèle'; yo veo esa película y no puedo evitar imaginarme a su director masturbándose delante del monitor. Quería que mis actrices sintieran la libertad de no hacer nada que no se sintieran cómodas haciendo. Es una simple cuestión de respeto. 

'Elisa y Marcela' ha sido producida por Netflix y eso, de por sí, la obliga a cargar con algo parecido a un estigma. ¿Qué opina de ello?

Yo escribí la película para la pantalla grande, y me gustaría que la mayor cantidad de gente posible la viera en cines. Pero he tratado de sacar adelante el proyecto durante la última década, y me resultaba imposible financiarlo hasta que entré en contacto con Netflix. Me dieron una libertad absoluta: no tuvieron ningún reparo en que la rodara en blanco y negro, y me garantizaron que además de estrenarse en streaming lo haría también en los cines españoles. 

"Cuando veo ‘La vida de Adèle’ no puedo evitar imaginar a su director masturbándose delante del monitor"

¿Cómo cree que se resolverá la polémica en torno a Netflix?

Todos sabemos que el futuro de la distribución y exhibición pasa por la coexistencia de películas en plataformas de 'streaming' y en salas. Como cineasta, a mí que existan estas plataformas me permite tener una herramienta más para contar mis cosas. Y creo que para el espectador también es muy positivo, porque significa más contenido entre el que escoger lo que quiere ver. Cuando yo era niña solo había dos canales de televisión, y era terrible. 

Los exhibidores alemanes trataron de impedir que 'Elisa y Marcela' se proyectara en la Berlinale. ¿Cómo lo vivió?

Me pareció una falta de respeto al festival y a la cultura en general. Quienes no respetan a los autores no respetan la cultura.

Y aquel no fue su primer momento complicado en el certamen alemán. ¿Qué aprendió de la mala acogida que allí recibió 'Nadie quiere la noche' (2015)? 

Hasta pensé en arrojarme al río. Había sido un rodaje terrible, durante el que hasta me rompí tres costillas y al final ni siquiera cobré, y luego encima la crítica despedazó la película. Aún sigo tomando antidepresivos como consecuencia de ello. Pero para mí el cine es una enfermedad de la que soy incapaz de curarme. El único lugar en el que soy feliz es el 'set' de rodaje, así que creo que no me quedará más remedio que seguir haciendo películas hasta caerme muerta.