CRÓNICA DE TEATRO
30 años de insumisión
'Mili KK' escenifica un conjunto de documentos de la histórica lucha de los objetores de conciencia contra el servicio militar
Manuel Pérez i Muñoz
Periodista.
Manuel Pérez i Muñoz
El ciclo de teatro verbatim de la Sala Planeta de Girona continúa dejando títulos destacados como este Mili KK que llega ahora al Escenari Brossa hasta el 19 de mayo. Apoyada en la mejor tradición estética de sobriedad del teatro documental, la pieza que firman Jumon Erra y Marc Angelet –dirige este último– desempolva las luchas de la insumisión pacifista y de conciencia en España, no tan anacrónicas si tenemos en cuenta que a pocos kilómetros de aquí países como Francia están revolviendo la idea de rescatar el servicio militar obligatorio.
Treinta años de revuelta continua remontados en un espectáculo por medio de entrevistas, documentos, libros sobre el tema y otros manuales que, por ejemplo, preparaban a los insumisos para afrontar la privación de libertad. La figura del primer objetor de conciencia de España, Pepe Beúnza, cose el relato y aporta impagable contenido ya desde su primera declaración humanista ante el tribunal militar que lo envía a pasar casi dos años en prisión a principios de los setenta.
Las situaciones se van acelerando en el eje cronológico, y con ellas las distintas soluciones para dar forma a los documentos que componen la pieza. Si los primeros años de la objeción más pacifista se escenifican con un cierto grado dramatización naturalista –que llega a establecer una barrera entre la narración y su componente de veracidad–, la puesta en escena se va abriendo a un abanico de soluciones más ágiles que aportan sentimiento a las cifras y dan forma humana a los titulares. Ejemplo de esto, los simulacros de asambleas, los talleres prácticos a futuros presos o las canciones punk que ayudan a marcar la transición desde el pacifismo originario a la insumisión antisistema de los años 80 y 90. Con las descripciones casi ensayísticas sobre el funcionamiento de las prisiones se llega a la esencia del combate, la libertad individual contra la tendencia del estado a reprimirla. Se llegaron a repartir, nos recuerdan, un total de 1000 años de prisión.
El teatro como espejo
Sin casi escenografía y muy pocos elementos incorporados más allá de unas proyecciones bien administradas, la austeridad juega a favor de la contundencia de los materiales y su dosificación pautada. A este juego se acoplan los intérpretes que no fuerzan los recursos expresivos y consiguen ponerse al servicio de un contenido bien espigado. Alberto Lozano se queda la mejor parte como trasunto de Beúnza, pero Francesc Cuéllar destaca en la dureza y certeza de sus descripciones y, en el polo opuesto, Rafa Delacroix en la fragilidad de las situaciones denigrantes. Y como complemento, Mili KK se acompaña cada día de un coloquio posterior a la función con testimonios directos y expertos que refuerzan el trabajo artístico. Teatro acercado a la realidad, y viceversa.
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