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'El temps que no tindrem': un emotivo musical sobre el amor materno-filial

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Eduardo de Vicente

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El amor es ese motor que mueve nuestras vidas, que nos da las mayores alegrías y que también nos provoca las mayores tristezas. Este ha sido el tema sobre el que la escritora Alicia Serrat ha creado una hermosa trilogía de musicales de pequeño formato, algo insólito en nuestro país, y la acaba de cerrar con su última obra, la emocionante El temps que no tindrem, que se ha estrenado en El Maldà. Si en los dos capítulos anteriores (que también pueden recuperarse en la sala este mes) hablaba, en tono cómico y shakespeariano, del amor romántico (Per si no ens tornem a veure) y del desengaño, del dolor que provoca amar (Tot el que no ens vam dir)ahora cambia de registro para hablar del amor materno-filial.

Cada uno de estos musicales cuenta con un compositor diferente, una excelente idea, ya que eso ha provocado que se aborden desde tonos muy diferentes. En esta ocasión, el autor ha sido Dani Campos (director musical de Germans de sang Goodbye, Barcelona) que ha trazado un recorrido emotivo a través de canciones deliciosas con las que es fácil identificarse y también algún tema juguetón de aires poperos que arranca nuestras sonrisas. Si a ello le sumamos que la producción artística lleva el sello de Daniel Anglès (Fun home, Fun homeRent sabemos que nos encontramos ante una obra de calidad garantizada.

Los dos actores se desdoblan

El escenario está únicamente ocupado por un par de sillas, un taburete, un perchero del que colgarán las piezas de vestuario que irán utilizando los actores y el piano. El texto está dividido en una quincena de escenas encabezadas por una frase que define distintos momentos que viven los protagonistas entre ellos o con otras personas, ya que no solo aparecen la madre y el hijo, porque los intérpretes se desdoblan también en otros personajes.

A la entrada, los dos cantantes reparten una serie de objetos entre los espectadores como unos libros o unas gafas, que reclamarán cuando los necesiten. Durante la función iremos viendo cómo el chico va creciendo mientras la madre se preocupa por la débil salud del muchacho, sus dudas sobre si lo está haciendo bien, sus discusiones, su relación con la abuela, su pasión por la literatura y su poder curativo, la dependencia de los fármacos, los buenos recuerdos o el encanto de los pequeños detalles hasta desembocar en un desenlace (mostrado con un efecto tan sencillo como efectivo) que nos deja un nudo en la garganta.

Las dudas y la rebeldía

Es fácil identificarse con los protagonistas, los padres sabrán entender la actitud de la madre que intenta ayudarlo en su itinerario vital aunque no sepa si el método que utiliza es el adecuado, cómo se vuelca en él y también comete errores, pero siempre desde el amor. También resulta comprensible la rebeldía juvenil, sus disputas, pero al final lo que queda es una reflexión sobre la ausencia, un texto que nos plantea aprovechar al máximo el tiempo que tengamos con nuestros seres queridos, saber disfrutar con ellos y hacer de cada momento algo excepcional.

Una actriz consolidada y un joven prometedor

Mariona Castillo encaja como un guante en el papel de la madre. Sabe ser tierna y también más estricta y vocalmente, no la descubriremos ahora, es sencillamente maravillosa. Basta comprobar la emoción que transmite en canciones como El meu desconegut que parece salida de un musical de Liza Minnelli (“hi han petons que són ferides que ni el temps pot curar”) o Les altres vides d’una mare (“el meu nen no sap qui sóc”) pero también sabe cambiar naturalmente de registro y  mostrarse más divertida en Nadie me conoce, digna heredera de los años 80, época que rememora mientras baila con aires a la Ana Torroja de Mecano. Frente a esta magnética actriz bregada en mil batallas, el joven Joan Mas tiene un auténtico reto, no es fácil medirse a una bestia escénica como ella y sale airoso y con nota aportando la espontaneidad juvenil que requiere un personaje que evoluciona con los años. Y su dúo En una mil.lèssima de segón es una pequeña joya…

El temps que no tindrem nos hace pensar, sentir, amar, vivir en resumen. Nos pone un espejo para que nos veamos desde fuera, aprendamos a apreciar la felicidad, a frenarnos un poco cuando los que queremos no responden como esperamos, cerrar heridas, que sepamos comprender y perdonar. Imprescindible.