CRÓNICA

Experiencia Oriol Tramvia en Badalona

El cantautor estrenó su nuevo disco, 'Lainòpia', en un formato de sobremesa con brisa marinera en el festival Telefèric

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Jordi Bianciotto

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El país de la inocencia evocado por Oriol Tramvia en su nuevo disco, ‘Lainòpia’, no podía darse a conocer en un escenario cualquiera, y ahí le tuvimos, este miércoles, estrenando este repertorio mirando al mar, encarado al horizonte, por si allá a lo lejos asomaba de repente la silueta de una tierra ignota. Dulce sesión de tarde en el festival Telefèric, con el trovador y sus cuatro cómplices deplegando sus canciones con ánimo de entretener (o esa es su intención declarada) en el restaurante y chiringuito La Donzella de la Costa, de Badalona.

Tramvia no es un artista que se dé mucha importancia y, aunque sus canciones bien pueden servirse con toda la solemnidad escénica que sea necesaria, encajan igualmente en una sobremesa perezosa ante las olas, formato de café, copa, puro y acomodo en las sillas de madera sobre la arena. Con sus aires de presentador de antes de la guerra, con sombrero, chaleco y corbata, comenzó sacudiéndonos un poco con una de sus canciones más trepidantes, ‘Aquelarre a les cinc’, que reserva un desfile de peñas de petanca, grupos punkie-yeyé y chavales de barriada, antes de rendir honores a Badalona con uno de sus poetas insignes, Joan Argenté (1931-2015), a quien dedicó un disco entero hace cinco años.

Poemas del corazón

Su adaptación de ‘Le plat pays’, de Jacques Brel (‘El clar país’), puso un poco de paisajismo realista antes de entrar de lleno en el material de ‘Lainòpia’, encabezado por ‘Encara’. Oriol Tramvia, subido graciosamente a la informal tribuna de La Donzella, predicando el relativismo de sus artes (“des del meu balcó, faig una cançó / que no és massa nova, que no és massa vella”) y adentrándose en el mundo de los poetas que le conquistaron el corazón con el telón de fondo, un poco onírico, de las casetas de playa con sus fachadas blancas y azules.

El viaje poético recaló en el sabio mallorquín Miquel Bauçà, en un Espriu con resonancias bíblicas y en un erótico Agustí Pons (su hermano). Y en Salvat-Papasseit en aquel ‘Venedor d’amor’, canción original del clásico ‘Bèstia!’ (1976) que en ‘Inòpia’ ha reaparecido con formas más delicadas. Hay que hablar del refinamiento instrumental del nuevo cancionero, que recorrió con la pulcra compañía del violoncelo de Rosa Serra, la guitarra de Lluís Xandri y el bajo de Albert Guitart, a los que se sumó el canto intenso y muy dosificado de la gaditana Izä.

Tramvia ya no es el rockero deslenguado de hace 40 años, pero en su presencia sigue habiendo la esencia de un espíritu libre, además de un cantante que transmite con buena caligrafía, sobrevolando los estilos y los tiempos: ‘folkie’, punk de primera hora, cantautor de cámara... Son las ventajas de vivir en esa inopia, allá donde las categorías, los prejuicios y el cinismo no tienen lugar.