ENTREVISTA

Oriol Tramvia: "Ahora se enseñan muchas cosas pero se aprende poco"

El cantante y actor, autor del disco de culto 'Bèstia!', presenta un nuevo trabajo, 'Lainòpia', en el festival Telefèric, en Badalona

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Jordi Bianciotto

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Del Grup de Folk a la contracultura layetana, y de ahí a una larga trayectoria que ha alternado la música y la interpretación teatral, y cuyo nuevo fruto es un disco, ‘Lainòpia’, el 13º de su carrera. “El de la suerte”, bromea Oriol Tramvia, que destapará este miércoles en el festival Telefèric (La Donzella de la Costa, Badalona, 16.30 horas) y el 8 de mayo en la sala barcelonesa Cincómonos. Presentaciones que alternará con nuevos compromisos teatrales: ‘Brossa enrabiat’, a partir del 5 de mayo en el Almeria Teatre, y ya en julio, ‘La florestiada, 100 anys’ (Casino La Floresta).

¿Es insolente preguntarle por qué hace discos?

No, no, ¡si hacer discos es la exaltación de la inutilidad! Los artistas somos los más inútiles de la sociedad. Ya podemos hacer una huelga, que la gente dirá: “¡qué bien, que la hagan...!”. Hacer discos es una aventura romántica, como ponerte una corbata. No sirve para nada. Pero yo espero morirme encima de un escenario, pam, y ya está. El escenario es un espacio de libertad muy bonito, y que cada vez me da más respeto: pienso que me olvidaré de las letras o algo. Yo debuté en ‘Rocky horror picture show’, de la mano de Ventura Pons, y cantaba 14 canciones por la tarde y 14 por la noche, y encima me iba de parranda. Todos hemos sido jóvenes.

¿Guarda un buen recuerdo de aquello?

Sí, claro, muy bueno, cuando debutas en el teatro... Estaban Christa Leem, Dolors Lafitte, Maria Cinta... Y era el Romea, un teatro al que había ido de pequeño. Yo vengo de una familia humilde, que fabricó cinco hijos: fui el último, soy de 1951. Nos inculcaron una estima a la cultura. La lectura era la puerta de la imaginación, porque lo que había eran toros, fútbol, procesiones... Y cuando era un crío, yo no quería ser pequeño, porque todo era “tú, calla!”, haz esto y haz lo otro, y ¡yo quería ser mayor! Me decían “parece que bajes de la inopia”.

Lo cual nos lleva a su nuevo disco.

¿Y qué es la inopia? Fui al atlas a buscarla, a ver si había un Mar de la Inopia o una Cordillera Inopia, y nada. Y la inopia es la ingenuidad de cuando eres pequeño. Todo esto se lo conté a Joan Ramon Guzmán, el productor del disco, una noche a las tres de la madrugada, y le hizo mucha gracia. Aunque creo que ahora los niños sí que se gustan. La infancia se alarga, y ya no digamos la adolescencia. Pero no añoro nada. No soy nostálgico.

En efecto, quiso ser mayor muy pronto, y a los 17 años ya estaba en el Grup de Folk.

Estuve ahí, pero me colé. Yo era un ‘groupie’ del Grup de Folk, los seguía a todas partes, y a Jaume Arnella le decía que era muy amigo de Pau Riba, y a Pau le decía que era muy amigo de Jaume. Había un examen y yo no lo pasé. No quise hacerlo. Estuve poco tiempo. El Grup de Folk era una olla de grillos, pero en aquella Barcelona era la punta de la modernidad, y yo era muy esponja. Aprendí cosas: sobre el papel de la música, la participación de la gente... Aprendí que los artistas no tienen porqué ser reconocidos. Es bonito que quede la canción. Yo era muy ‘punkie’, y hay trazos de eso que aún conservo. Me hago mayor, pero bueno. Estoy por acabar: no he estudiado música, ni teatro... Lo he compensado leyendo desaforadamente. Pienso que no es verdad que todo esté tan mal. Tener una hija me ha hecho madurar.

No puedes ser un pesimista si tienes hijos.

No, y menos en Europa. ¡Europa es un chollo! Aquí hay ayudas sociales, ¿no? ¡Vete a Marruecos y me cuentas! El Estado funciona, la policía no es como en Latinoamérica, donde hay que ir soltando billetes...

¿Qué ventaja tiene la mirada inocente?

Hombre, pensar que mañana te irá todo mejor. La Humanidad está hecha de conveniencias: “esta chica te conviene”, te decía tu madre. Y los inocentes hacemos las cosas por amor. Hasta nos suicidamos por amor.

Esto hace pensar en la mirada de Sisa.

Es que Sisa es un sabio, que ha hecho una cosa muy difícil: relatar un tiempo, mi generación. Ha estado en todas partes: el Grup de Folk, Zeleste... Y con una brillantez increíble.

En el último disco de Sisa, ‘Malalts del cel’, reafirma la idea de la inocencia aunque tomando una distancia.

Sí, yo la tengo también. El día a día me ayuda a estar lleno. Pero la distancia te la da la edad. Yo ahora voy a un sitio y pienso “a lo mejor ya no vuelvo más”. No me voy a meter en ningún fregado político: tengo una visión de las cosas, pienso que Catalunya sufre un agravio histórico, pero ya hay suficientes banderas en la ‘cançó’ para que ahora yo coja una. Yo canto para cualquier causa..., menos para las del PP y Ciutadans. Canté en el Concert per la Llibertat con el Grup de Folk: cantar en el Camp Nou lleno es bonito, ¿eh? No me interesa vivir amargado. Me considero afortunado. Todas las oportunidades que he tenido de hacerme rico las he solventado rápido: amo la pobreza.

Hombre, ¿tanto como amarla?

Sí, sí, porque la pobreza acelera, te hace ser espabilado, listo, amigo... Con eso tengo suficiente. Y más ahora, que estoy jubilado y tengo una pequeña paga. Puedo hacer otras cosas mientras no alcance los 6.000 euros anuales. Solo daré la señal de alarma si me dan un trabajo en TV3. Pero eso no pasará, porque yo la tele no la amo.

En este disco recupera la canción ‘Venedor d’amor’, original del álbum ‘Bèstia!’ (1976).

El punk aquel, efervescente, ya no está.

¿No se siente identificado con aquel Oriol Tramvia?

Sí..., soy  yo, pasado por el cedazo de los años. No reniego de mi pasado. No he vuelto a vender tantos discos como del ‘Bèstia!’ y no me voy a tirar por la ventana por eso. Y me gusta que ‘Bèstia!’ aparezca ahora como una obra de referencia. Es un disco que hice de cualquier manera. Yo era del club de los que desafinaban. Fui al Canet Rock, al primero, y el concierto fue una cosa desaforada, cobró un aura legendaria y eso me abrió la puerta a Edigsa y a ‘Bèstia!’. Me preguntaron: ¿en estudio o en directo? Y yo salté: “¡en directo!”. Zeleste tenía un ‘entourage’ muy bueno, de fábrica de ideas.

Se le menciona como “disco fundacional del punk en catalán”. Pero, ¿usted era consciente en 1976 de lo que era el punk?

¿Consciente? No, no, de nada. Pero, mira, si me quieren poner lo de “punk fundacional”, adelante. ¿Por qué tendría que decir yo ahora que no?

Sí que estaría al corriente de gente como Lou Reed, Iggy Pop o Patti Smith.

Sí, sí, a Patti  la fui a ver a Badalona, metiéndose una raya. Yo era muy radical en aquel momento, estaba alineado con las posiciones más extremas. Iba a ver a Perucho’s, unos tíos que decían que afinar era una concesión burguesa. Otro referente fue Mario Gas: ocupamos el salón Diana, el Born, estuvimos tres días  hablando de anarquismo en el Parc Güell... Ve y dile ahora a Ada Colau que necesitas el Parc Güell para hablar de anarquismo. Nos aprovechamos de un vacío monstruoso que fue el tardofranquismo. Cuando el franquismo estaba pero ya no estaba. Aquellos años...

Un período breve en el que parecía que todo era posible.

Ibas por la Rambla y estaban Ocaña, los del salón Diana, los de Zeleste... Era un no parar. Mario Gas me dijo “¡tenemos que ir al Teatre Grec, a ocuparlo!”. ¡El Festival Grec fue fruto de una ocupación! Pau Riba, a quien quiero con delirio, se quedó en aquel agujero, negándolo todo: la democracia, los ayuntamientos... Yo creo que aquello terminó con la Constitución y cuando comenzaron los ayuntamientos democráticos. Ahora está todo más pautado. No sé si es bueno o malo, tampoco me corresponde juzgarlo; ya hay suficientes jueces por ahí. Pero, en fin, yo vengo de un mundo muy radical y noto que ahora falta un poco de aprendizaje literario. Espriu escribía “Ens mantindrem fidels per sempre més al servei d’aquest poble”, y Sisa te decía que “qualsevol nit pot sortir el sol”... ¡Guau! Y ahora los grupos cantan con sus vocecitas “soc un ocellet que està al bosc”... Convendría que la gente leyese un poco. Nos hemos frivolizado. Todos. Hay textos muy infantiles. Chico, lee un poco más. Ahora se enseñan muchas cosas, pero se aprende poco. Y todo tiene que ser a la carta, nada de menú de macarrones: por eso el voto se fragmenta. Y no es bueno ni malo, solo lo apunto.

En ‘Lainopia’ hay de todo: ironía con uno mismo, mística y hasta erotismo.

‘Quan cau un plec’, con texto de mi hermano (Agustí Pons). Explica una cópula desde un punto de vista literario. Me porque no es fácil describir un polvo en verso. ‘La pell ja brilla / tibant i fina / comença el joc...’ En este disco he cogido poemas que me gustaban. Poesía de ahora, con la excepción de Papasseit, que es de antes de la guerra. Me he dejado llevar por el corazón. He buscando poetas exaltados, no activistas.

No quiere empujar a la gente a hacer nada.

No, no, solo me faltaría eso...

Reivindica al mallorquín Miquel Bauçà.

De Felanitx. Un bicho raro de la literatura catalana. He utilizado un libro suyo, ‘Rudiments de saviesa’, que recomiendo mucho. Es como un diccionario, con aformismos, poemas sin título. Todos de una radicalidad enorme. Es muy ‘boletaire’.

¿Qué le llevó hasta Cabo San Roque, que participan en ‘Himne’?

Fue una sugerencia de Joan Ramon, que había sido el director de Gràcia Territori Sonor y tenía cierta amistad con ellos. Hicieron una base, ‘tucutucutucuchoca’... y sobre eso hicimos todo lo demás, lo cual costó porque la máquina aquella no paraba. Son gente espléndida. El trato con ellos es familiar, como si nos conociéramos de toda la vida.

Y hay una segunda voz, la de Izä.

Gaditana que vive en Barcelona. Le da un toque flamenco muy interesante. Bueno, no es flamenco puro, hace rumba ‘punkie’. Me ayuda en el canto.

Cuatro décadas después de aquel ‘Bèstia!’, el punk y las desafinaciones ya quedan lejos: ‘Lainopia’ es un disco delicado y variado, con instrumentaciones cuidadas.

Yo tocando soy poquita cosa. Hay acordes que toco en que no sé ni que estoy haciendo, pero me he rodeado de gente que ha querido estas canciones y se las ha hecho suyas. En los conciertos no pretendo convencer: hay que venir convencido de casa. Lo que hago es entretener. No hago jazz.