CRÍTICA DE MÚSICA

Gardiner, gato por liebre

Un prodigioso Monteverdi Choir para una irregular 'Semele' en el Palau de la Música

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Pablo Meléndez-Haddad

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En la versión semiescenificada de ‘Semele’ que pudo verse en el Palau, la gloriosa mano de Händel salió a relucir una y otra vez durante las intervenciones del espectacular Coro Monteverdi, soberbio en todas sus intervenciones, y en los pluscuamperfectos English Baroque Soloists, ambos conjuntos ovacionados al final de la velada. Tanto como el artífice de tanta maravilla, John Eliot Gardiner, quien realizó una vivaz y teatral lectura de esta obra maestra del barroco. Pero... Una vez más hubo nubarrones durante la interpretación, y estos se debieron a lo que es ya usual cuando se contratan este tipo de giras: unos cuerpos estables de primera junto a unos solistas irregulares, lejos de la excelencia.

Ya es una práctica habitual que cuando se llevan de viaje producciones líricas en este formato -apto para cualquier auditorio y a cargo de directores tan reputados como Gardiner, que venden entradas-, se dé gato por liebre. Es innegable el éxito artístico -anoche los vítores fueron muchos-, pero no es menos cierto que ciertas intervenciones desmerecieron una interpretación con momentos geniales. La propuesta ya ha pasado por París y se hará en Londres, Milán y Roma.

Ópera disfrazada de oratorio

Gustó, y mucho, la escenificación, el vestuario, la iluminación y el mínimo 'atrezzo' que ayudó a ilustrar esta ''Semele', detalles que dejaron claro que Händel también vendió gato por liebre al presentar esta ópera disfrazada bajo la piel de un oratorio. Es evidente su potencia teatral y su fuerza dramática, tal y como demostró ese maravilloso Monteverdi Choir que se movió de manera concentrada y convincente por el escenario cantando como los dioses.

Desde la obertura Sir Gardiner expuso sus armas, un minucioso control de la partitura y una preparación detallista e intensa de sus excelentes grupos. De entre los solistas destacó, y no siempre, la Semele de agudos algo estridente de Louise Alder, especialmente inspirada en la muy difícil 'Myself I shall adore'.

A bastante distancia se movieron Lucile Richardot, una voz de rara e indómita naturaleza; no le va nada bien el papel de Juno –su última aria provocó sonrojos por los apuros–, estando mucho más cómoda como Ino, aunque le salvó su simpatía. Mejor estuvo el contratenor Carlo Vistoli en las coloraturas de su Athamas, pero ni el voluntarioso Jupiter de Hugo Hymas ni el sonoro Gianluca Burratto como Cadmus y Somnus llegaron a impactar. Los otros personajes, como Cupido, corrieron por cuenta de solistas del coro y no hicieron más que bajar el nivel de la propuesta.