CRÓNICA

The Fleshtones, un viejo y excitante rock'n'roll en el Marula Café

La banda neoyorquina ofreció un contagioso festín como clímax de su gira de 15 conciertos por toda España

Peter Zaremba, en el concierto de The Fleshtones en el Marula Cafe de Barcelona

Peter Zaremba, en el concierto de The Fleshtones en el Marula Cafe de Barcelona / periodico

Jordi Bianciotto

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Ni la calma chicha de Semana Santa ni la Champions pudieron con The Fleshtones, que este martes reunieron a su fiel clientela en un Marula Café convertido en cafetera exprés para mayor gloria del rock’n’roll en su más descocada versión garajera. Los neoyorquinos están vivos y bien, y no parece que más de 40 años de carrera les hayan convertido en tipos complacientes, mecanizados o cínicos, sino todo lo contrario.

Como ocurre con las parejas, no hay un método tipificado para mantener la llama encendida durante tanto tiempo, pero Peter Zaremba y compañía lo han logrado haciendo de cada concierto un festín en el que mantienen vivas todas las motivaciones originales. En Barcelona cerraron una gira por 15 ciudades españolas, de Logroño a Estepona, fortaleciendo viejos lazos (aquel debut catalán en la Recta de l’Estadi, en 1987, abriendo para Chuck Berry) y haciendo saber a la clientela jovenzuela, que la hay, que el rock’n’roll todavía puede ser divertido y salvaje.

Aperitivo enriquecido

El concierto del Marula Café, organizado por el militante A Wamba Buluba Club, lo abrió una fiable banda autóctona: desde Cornellà, cuna de La Banda Trapera del Río, los Dirty Rockets, con su menú de irredento rock’n’roll que tanto bebe de los 50 como del punk, y que tiene un cataléptico activo en la figura de su cantante y furioso saxofonista Edu Rocket. Aperitivo con sabor al que Peter Zaremba asistió complacido, tomando una copa en la barra, antes de saltar a escena al milenario grito de “everybody say yeah!, yeah, yeah!”.

The Fleshtones comenzaron acudiendo a las raíces: ‘The dreg’, con su rítmico martillo pilón y el ‘riff’ de guitarra de Keith Streng señalando el camino de ‘The girl from Baltimore’. Canciones de sus primeros discos, a principios de los 80. De entonces siguen no solo Zaremba y Streng, sino también el batería, Bill Milhizer, y solo el bajista, Ken Fox, es un fichaje posterior, de 1990. No estamos, en fin, ante una franquicia desmembrada, sino ante una banda que mantiene un aspecto reconocible.

Ellos son el repertorio

La gira se titula ‘No time to catch your breath’ y, en efecto, no hubo momentos para recuperar el aliento en todo ese maratón de canciones encadenadas unas con otras, interpelaciones al público y felices payasadas como la de dar vueltas sobre sí mismos como peonzas. La elección de las canciones no es tan determinante para que The Fleshtones construir su clima de desvarío, ya que ellos son el repertorio, pero no faltaron ‘Let’s see the sun’ y ‘Screaming skull’, ni sus versiones de ‘Dancing all around the world’, de Little Richard, y ‘I surrender’, de la holandesa Bonnie St. Claire.

Zaremba centró miradas como ajado agitador escénico y vocalista tarambana, balbuceando más que cantando, soplando la armónica aquí y allá y retirándose a veces a imprimir un toque ‘sixties’ con el órgano. Su cancionero sigue creciendo: acudieron a su nutrida discografía del siglo XXI y sacaron punta a su reciente sencillo, ‘Layin’ pipe’ (versión del canadiense David Wilcox), en un tramo de bises estirado una y otra vez  y que culminó con ‘American beat 84’ y su llamamiento de resistencia: “¿puedes oír el sonido americano? / Nunca lo pierdas, no pierdas ese ritmo”. Ahí están ellos para impedirlo.