CRÍTICA DE CINE

'La espía roja': espionaje sin épica

Tan meticulosa como desapasionada, la película de Trevor Nunn relata en dos tiempos la vida de una mujer británica que trabajó para el KGB en los años 40 y 50

Estrenos de la semana: Tráiler de 'La espía roja' (2018)

Estrenos de la semana: Tráiler de 'La espía roja' (2018) /

Quim Casas

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Melodrama y relato de espías a la par, aunque de hecho buena parte de la mejor literatura y cine de espionaje no deja de ser una tragedia, La espía roja relata en dos tiempos la vida de una mujer británica que trabajó para el KGB en los años 40 y 50. Como argumenta en un momento del filme, espió para el enemigo porque estaba convencida que era la mejor forma de servir a su país en un momento en el que los ideales comunistas tenían un sentido bien distinto al de la actualidad.

Joan Stanley es una figura de ficción, pero tras ella late la existencia de un personaje real, Merita Norwood, la espía británica que más tiempo colaboró con los soviéticos. En la película realizada por Trevor Nunn, director televisivo y shakesperiano tan meticuloso como desapasionado –lo que cuadra bien con el personaje–, aparece en el año 2000 con las facciones de Judi Dench –que se pasa al KGB tras haber sido azote de la actual Rusia en varios filmes de la saga James Bond encarnando a M– y en el pasado con las de Sophie Cookson.

No hay suspense en el sentido literal de la palabra pues pronto sabremos, como lo saben los investigadores del MI5 que la detienen en su casa, que la apacible anciana espío para los soviéticos. Así que en el largo flashback en el que se convierte el filme, con tensas paradas en la actualidad para mostrar la incomprensión del hijo de Joan ante la traición de su madre, se trata de explicar las razones que la llevaron a colaborar con el enemigo, los motivos y los ideales, las relaciones con algunos de sus camaradas, la esperanza en un mundo mejor en plena carrera atómica