ENTREVISTA

Olivier Schrauwen: "Tengo la esperanza de no ser tan neurótico como mis personajes"

El rompedor dibujante belga trae doblete al Cómic Barcelona, el aborrecible pirata de 'Guy, retrato de un bebedor', y la ciencia ficción no tan futurista de 'Vidas paralelas'

El dibujante belga Olivier Schrauwen, durante su visita al GrafCómic de Barcelona, este marzo.

El dibujante belga Olivier Schrauwen, durante su visita al GrafCómic de Barcelona, este marzo. / periodico

Anna Abella

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El pirata que protazoniza ‘Guy, retrato de un bebedor’ (Fulgencio Pimentel) es cobarde, traicionero, vago, maltratador, un antihéroe amoral que roba, mendiga, no cesa de meterse en líos y que no duda en matar, torturar o dejar morir si eso le beneficia. Y, sobre todo, es un borracho empedernido. “No es alguien con quien me iría de copas. Lo rehuiría como a la peste”, admitía sonriendo el belga Oliver Schrauwen (1977) a su paso por Barcelona hace un mes. Entonces participaba en el festival Graf, ahora lo hace en el Cómic Barcelona y trae otra, muy distinta, novedad bajo el brazo, ‘Vidas paralelas’ (también en Fulgencio Pimentel), conjunto de relatos futuristas, pero no menos surrealistas, con un pie en la ciencia ficción, que estará disponible en el festival aunque llegue a librerías por Sant Jordi. 

El dibujante, innovador autor de culto del cómic independiente, gracias sobre todo a su celebrado ‘Arsène Schrauwen’ -muy particular reflejo de la peripecia de su abuelo en el Congo belga-, firma ‘Guy’, en el que no falta el humor negro, con el tándem de guionistas franceses Ruppert &Mulot. Con ellos gestó el aborrecible personaje, en las antípodas del John Silver de ‘La isla del tesoro’, ante un whisky en Helsinki. “Intentamos poner en él todo lo peor y desagradable. Es la antítesis del Johnny Depp de ‘Piratas del Caribe’ (debo ser una de las pocas personas de mi edad a quienes le gusta la película…). Guy quiere ser un pirata pero es un desastre, nunca lo consigue, fracasa incluso como pirata”.  

No intentaban, explica, advertir hasta qué punto puede destruir el abuso de alcohol pero lo logran. “Cuando uno ve a un borracho hay una parte graciosa, cómica, como con la borrachera de Dumbo en la película. Es un cliché. Pero en realidad es algo muy dramático. Eso es lo que queríamos transmitir”. Guy “es alguien con quien es imposible empatizar. Es antipático, mala persona, la caricatura andante de un alcohólico”. De ahí que buscaran “personajes hacia los que el lector pudiera tener empatía en vez de sentirse en terreno hostil”. Se trata de sus muertos o de los fantasmas de sus muertos, que le observan tras una cortina desde un limbo en el más allá y que aprovecharán sus momentos de delirium tremens etílico para hacérselo pagar. 

"En mis libros no considero nada real. Incluso cuando muestro cosas normales estoy enseñando un mundo aparte, con sus propias reglas"

En las obras del autor de ‘El hombre que se dejó crecer la barba’ o ‘Mi pequeño’ suele aparecer el vínculo de lo fantástico, surrealista u onírico con la realidad. “En mis libros no considero nada real. Siempre ha sido así. Incluso cuando muestro cosas normales estoy mostrando en realidad un mundo aparte, con sus propias reglas y normas”.

A los protagonistas de los relatos de ‘Vidas paralelas’ les presta su apellido, pero no es un recurso nuevo. “La primera vez que usé mi nombre para un personaje mucha gente pensó que era yo y que el personaje reflejaba lo que yo pienso. No es así -asegura-. Creo que seguí haciéndolo como psicología inversa: si sigo poniendo mi nombre a los personajes la gente dirá  ‘no puede ser, es mentira, no puede ser su personalidad’. Pero no ha funcionado, la gente sigue creyendo que soy yo. Me da un poco de rabia porque tengo la esperanza de no ser tan neurótico como mis personajes”. 

Amante de la ciencia ficción, cuando empezó tenía “la tentación de reflejar esos mundos sobre los que había leído”. Pero al ponerse a dibujar ‘Vidas paralelas’ se dio cuenta de que le salía algo distinto. “Todo lo que sucedía en mi mundo de ciencia ficción podía pasar en nuestro mundo real y en la época contemporánea. La ciencia ficción que dibujo son cosas que me suceden en el día a día”. 

Y ahí surgen temas como la historia de un personaje “mediocre y gris que se cree especial porque le han abducido los extraterrestres, pero que en realidad es un tipo común porque mucha gente dice que le ha pasado lo mismo”; la reflexión sobre “cómo sería la humanidad si sobrevive”: “quería dar un mensaje positivo pero me quedó una auténtica distopía, quizá por mi incapacidad de imaginar una sociedad futura mejor”; la advertencia de que la humanidad está destruyendo el planeta o la inquietud ante la inteligencia artificial, que le preocupa pero no le da tanto miedo como la claustrofobia que pueden sentir algunos personajes, “totalmente rodeados de cosas y encerrados en su propia mente”. 

La vieja guardia del cómic

“Sé que hay una parte de la generación de autores de la vieja guardia a los que no le gusta mi trabajo ni la vanguardia, pero a mucha gente joven sí le gusta”, lamenta el rompedor Schrauwen, a quien le encantan los cómics de la tradición francobelga de línea clara. “Crecí leyéndolos, vengo de ahí. No estoy intentando romperla. Dibujo así porque es mi forma de contar historias”.