QUÉ HACER HOY EN BARCELONA

Una fiesta de cumpleaños infantil muy original y cultural en La Pedrera

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Eduardo de Vicente

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Ser padre conlleva múltiples responsabilidades. Una de ellas consiste en llevar a los niños a las fiestas de cumpleaños de los amigos y compañeros de clase. Y, seamos sinceros, acabamos hasta el gorro de ir siempre a los mismos chiqui parks a sentarnos con los otros padres a tomar algo mientras ellos saltan sin parar. Por eso se agradece que haya opciones más originales y divertidas en las que, además, los adultos se puedan involucrar. Y es que la Pedrera organiza aniversarios infantiles con actividades para todos como el Bufeu, bufeu… que l’edifici no tumbareu!, que puede disfrutarse (previa reserva) los sábados y domingos por la mañana. Se trata de una visita guiada por algunos rincones de la Casa Milà con explicaciones muy sencillas y amenas, un juego de pistas y disfraces.

Cuando ya hemos llegado todos, el guía nos reúne en una pequeña salita y empieza haciendo una pequeña historia de este edificio de principios de siglo y de la gente que vivía allí o trabajaba: burgueses, menestrales (trabajadores de distintos oficios), obreros y criados. Cada uno de los peques recibe una etiqueta adhesiva y deberá adoptar una nueva identidad convirtiéndose en uno de ellos.

Del patio al desván

Bajamos las escaleras para entrar en el patio de la calle Provença. Allí, les descubrirán (y nos descubrirán) las características de la Pedrera fijándonos en todos los detalles de la naturaleza que esconde, los motivos de la puerta o las ventanas y también nos sorprenden sus innovaciones tecnológicas y su ascensor, uno de los primeros de Barcelona, aunque tardaba siete minutos en llegar al último piso.

A continuación subimos por la escalera que utilizaba el servicio decorada como si fueran las olas del mar y debemos subir hasta arriba. Los peques llegan enseguida pero nosotros tardamos algo más y también más cansados. Estamos en el desván donde nos enseñan los espectaculares arcos que lo coronan y les hacen pensar a qué les recuerdan: un arco iris, un puente o el esqueleto de una ballena, todo puede ser válido. Y nos enteramos de que allí era donde las criadas lavaban y secaban la ropa.

Juegos en la terraza y la maqueta del edificio

Una escalera de caracol nos conduce hasta la terraza. Allí tendrá lugar la primera prueba deben fijarse en los detalles, los fantasmas de las chimeneas, todos ellos distintos o los badalets (una especie de claraboyas) que esconden las escaleras. Los niños, por grupos, deben encontrar en esta superficie unas figuras agujereadas, un arco desde el que se ve la Sagrada Familia, un guerrero enamorado u otro llorando. Si lo consiguen (les podemos ayudar) obtendrán el primer complemento de su correspondiente disfraz (una gorra, una corbata, etcétera…)

Regresamos al desván para contemplar una preciosa maqueta del edificio donde también pueden especular sobre su forma si parece un pastel de cumpleaños, un trasatlántico como el Titanic o las olas del mar. Luego nos dirigimos a unas vitrinas donde podemos ver elementos de la naturaleza en los que Gaudí se inspiró y recordar en qué lugar del edificio los hemos visto. Si superan la prueba, serán maquillados con barbas y bigotes (los chicos) la cara y los labios (las chicas).

Todas las habitaciones de los burgueses

Ahora bajamos hasta la cuarta planta mezclándonos con los turistas para descubrir cómo era el piso de los burgueses. La misión de los peques será encontrar qué objetos utilizaban a principios del siglo XX para hacer las funciones de los actuales microondas, televisores, neveras, ordenadores, móviles o máquinas de coser. Durante el recorrido nos fijaremos también en las baldosas del suelo, que representan animales marinos como el pulpo o la estrella de mar o los elementos que adornan las puertas.

Empezaremos por la habitación infantil, repleta de deliciosos juguetes de la época: muñecas, caballitos, un triciclo, el meccano o un zootropo, un invento precursor del cine. Al lado están la habitación de costura con su máquina Singer, una plancha antigua y la estufa y el dormitorio de la criada con su uniforme. La cocina y sus utensilios como una cámara de aislamiento con hielo que hacía de frigorífico. Del lavabo nos sorprende el enorme calentador de cobre y, en la habitación de la abuela, sus vestidos en el armario.

Llegamos al despacho, sobre la mesa uno de los primeros teléfonos o una máquina de escribir. El comedor tiene una lámpara de lágrimas, un gramófono y lo más revolucionario, unas puertas correderas. El cuarto de los señores de la casa tiene su propio lavabo al lado y está en la otra punta del piso. Se ve que si los niños lloraban por la noche era trabajo de las sirvientas y ellos ni los oían…

Una fiesta con disfraces

Bajamos las escaleras para llegar ahora al otro patio, el de paseo de Gràcia donde nos cuentan que era la entrada del aparcamiento, bien fuera para coches (quienes ya los tenían) o carrozas de caballos, aunque ahora se ha convertido en un auditorio. Regresamos a nuestra salita privada inicial y allí se completa el disfraz con el vestuario de época correspondiente a cada personaje y podemos fotografiar a los niños frente a una imagen de época, una mesita y una silla. Consejo: si luego la retocamos para que quede en blanco y negro o sepia puede dar perfectamente el pego de que están en el siglo XX.

La visita ha terminado y es el momento del desayuno (también puede hacerse al inicio del recorrido). Podemos traer nosotros las pastas, las bebidas y el pastel (la opción más económica) y allí nos facilitan platos, cubiertos y servilletas o contratarlo previamente en el bar del edificio. Y así se nos han pasado volando dos horas en las que nos hemos divertido, hemos descubierto muchas cosas que ignorábamos de Gaudí y su obra y los niños también han disfrutado. Y también puede vivirse esta experiencia todos los fines de semana (previa reserva) sin necesidad de celebrar un cumpleaños ¡A ver quién nos lleva ahora a un chiqui park!