ENTREVISTA

Flako: "A mí no me hizo atracador de bancos la sociedad sino mi padre"

El mítico butronero madrileño, apodado 'el Robin Hood de Vallecas', publica sus memorias 'Esa maldita pared' (Libros del K.O) y sube al podio de la crónica negra nacional

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Kiko Amat

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Flako atracaba bancos que era un primor. Nació en Vallecas, y aprendió el oficio de butronero (acceso por cloacas + boquete en tapia) de su padre, artista del gremio. Aquel hombre le mostró no solo la parte técnica del tema, sino el indispensable decálogo deontológico y ético que debe acompañar a toda carrera delictiva que se precie (como 'Dexter', para entendernos, pero sin convertir a nadie en albóndigas). Siguiendo sus especificaciones, y añadiendo algún avance de cuño propio, Flako consiguió butronear un número asombroso de sucursales bancarias. Inevitablemente, al final le pillaron (ante las cámaras de televisión). Lo acusaron de siete atracos, cumplió condena por dos y actualmente disfruta del tercer grado penitenciario. En Soto del Real empezó una relación epistolar con el cineasta Elías León Siminiani, y de esa amistad nacería el documental 'Apuntes para una película de atracos'. El propio Siminiani le instó a escribir su historia en primera persona. El resultado, 'Esa maldita pared', es una autobiografía criminal llena de violencia, humor y familia, que recuerda tanto a Edward Bunker o 'Rififí' como al 'Corre corre corre que te van a echar el guante'.

Te llamaban 'el Robin Hood de Vallecas', pero la parte de dar a los pobres se te daba fatal...

Ese mote surgió en el robo del banco de Santander en Alcalá 74 por el que estoy cumpliendo condena. En un momento del atraco la gente se empezó a poner nerviosa, y esa fue mi forma de calmar a la gente, haciendo una broma sobre mí. También fue en parte homenaje a mi padre, que tras sus atracos sí ayudó a la gente y a sus amigos. Fue simbólico. Yo he ganado dinero pero solo he ayudado a mi familia y a los míos. No daba para más.

Los criminales, y algunos escritores, tenemos un "estrecho círculo de empatía". Compaginabas el afecto hacia tu familia con cierta crueldad hacia los civiles.

Atracar un banco requiere violencia. A la hora de empuñar un arma real estás desprendiendo intimidación física, aunque no la utilices. No vas a atracar un banco con una barra de pan. Entras con una pistola y cagándote en Dios y amenazando con matar al que no se ponga firmes. Pero es más teatro que otra cosa. Yo he pedido perdón a las víctimas. Al atracar bancos siempre he intentado utilizar el mínimo posible de violencia, y ser educado. En el sumario de mi último atraco, el Bankia de la calle Pilarica 23 (donde me detuvieron), se especifica que uno de los atracadores, de complexión gruesa, quien se declara líder de la banda, da las gracias a los allí presentes y les pide perdón por las molestias.

"Mi único crimen es el atraco a bancos. En el Bankia retuvimos a empleados y clientes, y a nadie le desapareció nada"

Bertolt Brecht dijo que "el robo de un banco no era nada comparado con fundar uno", y tú dices que "atracar bancos es un oficio honrado".

Yo nunca he robado un coche ni una moto, nunca he tenido una televisión robada. Mi único crimen es el atraco de bancos. En el Bankia retuvimos a empleados y clientes, y a nadie le desapareció nada. Todos llevaban carteras, collares, y salieron de allí como habían entrado. Había sobre el mostrador una bandolera con 2.000 euros, y como era de una clienta no nos la llevamos. Una empleada nos ofreció su cartera y la rechazamos. Solo queríamos robar a Bankia. Íbamos a por las preferentes, y así se lo dijimos. En este país no hay mayor ladrón que un banquero.

Tu libro es también una carta de amor a tu padre, 'El Peque'. Debía ser angustiante vivir con un criminal de personalidad volátil.

Mi padre era bajito y campechano, pero su pronto asustaba. A veces era proporcionado, pero a veces explotaba en violencia extrema. Le gustaba mucho ir al fútbol a ver al Rayo Vallecano, y una vez en que estaba en una plazoleta con sus amigos, que eran gente mayor, unos del Sevilla se metieron con su bufanda del Rayo. En la trifulca que siguió, mi padre le rajó la cara a uno con un botellín, lio un cipote de la hostia. Pero en el día a día no era así. Su arranque jodido era ocasional. Yo, como ya le conocía, le intentaba tranquilizar.

"Supongo que lo que hice merece la pena si sales después de cuatro años y ya no te hace falta trabajar. Pero yo soy mileurista. Mira lo que habré sacado que sigo currando"

Los niños se amoldan muy rápido a la excepcionalidad. Para ti debía ser normal que tu padre apareciese con dos ladrillos de coca...

Todo fue sucediendo de una manera muy llevadera. Yo de niño había escuchado la palabra 'butrón', y mi madre me había insinuado a qué se dedicaba mi padre. Pero como él vestía muy bien, siempre con sus zapatos Martinelli, sus vaqueritos y chaqueta de cuero, me costaba creerlo. No le veía en las cloacas, lleno de mierda. Con el tiempo lo fui aceptando. Lo de la coca, al principio, fue casualidad. Unos amigos suyos cayeron presos en la época del famoso intento de asesinato del abogado Rodríguez Menéndez. Mi padre empezó a mover su producto para echarles una mano. Cuando hubo vendido lo que tenían dijo que ya no seguía. Yo era muy pequeño. Luego, ya de adolescente, volví a ver tráfico en el bar Driver, que era de mi padre, y me pareció normal. Me puse yo a hacerlo también.

A los 16 estás hasta el cuello de atracos, farlopa y jarana. No sé si esa euforia pierde sentido cuando la contrastas con los momentos trágicos (tu detención e ingreso en la cárcel con tu mujer embarazada…)

Yo me arrepiento de cosas que no he hecho, pero no de lo que ya hice. A lo hecho, pecho. Igual debería haber sido más precavido. Supongo que lo que yo hice merece la pena si sales después de cuatro años y ya no te hace falta trabajar, tienes cuatro pisos, un coche majo, y a vivir... Pero para seguir trabajando... [ríe] Yo soy mileurista. Mira lo que habré sacado que sigo currando.

"Más que exagerar mis hazañas he tenido que esconder cosas"

Me da la impresión de que los criminales son como los pescadores, tienen cierta tendencia a magnificar sus gestas. Pero lo tuyo se antoja sincero.

La gente suele aumentar botines y delitos. Yo si no quiero contar algo no lo cuento, pero no miento. Más que exagerar mis hazañas he tenido que esconder cosas. Otras veces me he quedado corto. Cuando escribía en el libro sobre lo de trapichear con drogas, hablaba de una cantidad mucho menor que la que vendíamos. Otras anécdotas que parecían exageraciones quedaron fuera del libro. Cuando aún teníamos el cuartel general de la droga en casa de mi primo, salíamos de su casa con un cuarto de kilo de cocaína cada uno, tres veces por semana: él lo llevaba en unos libros, que dejaba en la guantera del coche, y yo los metía en los bolsillos de un chándal que llevaba en una percha. Suena muy peliculero, pero fue así.

Edward Bunker dice en todos sus libros que "la culpa era de la sociedad". Siniestro Total también.

Bueno, Bunker estuvo enganchado a la heroína, y yo no. Era otra época, y su familia estaba más desestructurada que la mía. Salvando la separación de mis padres, y lo de que mi padre fuese atracador de bancos, crecí en una infancia que quizás podría haber sido mejor, pero que no fue infeliz. Podría haber recibido una mejor educación, eso sí, podría haber estudiado... Pero a mí no me hizo así la sociedad. Me hizo así mi padre.

"La gente que necesita dinero rápido ahora va a un salón de juegos o una gasolinera, pero nunca a un banco"

¿Qué le dirías al señor ese de Gandía de 62 años que hace poco atracó un banco a punta de pistola y se llevó 900 euros?

En los años setenta, mi padre iba a tomar un café al bar, y de vez en cuando se encontraba a un amigo suyo que le decía: "Me voy a atracar un banco". Y el tío iba al banco, saltaba el mostrador, se llevaba catorce millones de pesetas, y se volvía a casa. Esto hoy en día es imposible. La seguridad ha aumentado. Antes el dinero estaba en los cajones, y las cajas fuertes iban con llave. Cogías al director o al interventor, le hacías abrir la caja, te llevabas el dinero y te largabas (lo que se conocía como 'un metesaca'). Pero entonces empezaron a colocar cámaras de seguridad y retardos en las cajas fuertes. Un retardo podía ser de diez minutos, durante los que tenías que retener a gente. Eso incrementaba los riesgos. Siguió habiendo 'metesacas', pero había menos dinero en los cajones. Ahora los retardos han aumentado hasta la media hora. ¿Tú sabes lo que es media hora encerrado en un banco reteniendo a gente? La vez en que me detuvieron, en el Bankia de Pilarica 23, estuve 40 minutos encerrado, con rehenes. Fue eterno. La gente que necesita dinero rápido ahora va a un salón de juegos o una gasolinera, puede hacer 5.000 o 6.000 euros de golpe, pero nunca a un banco. Ese pobre hombre de Gandía se ha jugado de cuatro a seis años en prisión, por 900 euros. ¡Si a mí me metieron cuatro años por un atraco en que recuperaron el dinero!