UN CUARTO DE SIGLO DE PASIÓN POR EL ANTIGUO EGIPTO

Entre sandalias y faraones

La estatua del sacerdote Gemefsetkap, recién adquirida para el Egipci, frente a su reflejo.

La estatua del sacerdote Gemefsetkap, recién adquirida para el Egipci, frente a su reflejo. / periodico

Anna Abella

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Hace 25 años, en 1994, abría sus puertas el Museu Egipci de Barcelona. En sus vitrinas brillaban entonces 400 piezas. Hoy suma 1.200, incorporadas progresivamente como resultado de una entusiasta pasión coleccionista, la de su creador, el mecenas y empresario Jordi Clos. Y en todos estos años, a quien 12 meses antes había alumbrado la fundación arqueológica que lleva su nombre, «una y otra vez», subasta a subasta, se le venían escapando, porque «subían el precio una barbaridad», un par de sandalias confeccionadas con hojas de palmera. Su dueño, que debía calzar un, para la época, considerable 43 o 44, las lucía cotidianamente hace unos 3.500 años en su día a día, lo que las hace especiales, pues la mayoría de las conservadas eran objetos de lujo concebidos exclusivamente como equipamiento funerario para que el finado llegara impoluto al inframundo. Ahora, por fin, Clos ha logrado al fin incorporarlas al ajuar del museo que preside desde hace un cuarto de siglo. 

Son una de las 18 piezas que adquirió el pasado febrero en París, durante una puja organizada por la prestigiosa casa de subastas creada por Pierre Bergé (fallecido a finales del 2017), que fue pareja sentimental del modisto Yves Saint Laurent. De este lote del Antiguo Egipto, que formaba parte de la importante colección de arte que atesoraban y pronto expondrá el Egipci, destacan dos objetos de dos ilustres faraones. Uno pertenecía a la reina Hatshepsut (1473-1458 aC.), que durante las dos décadas que estuvo en el poder tuvo que masculinizar su aspecto: es un vaso de alabastro que junto a su nombre lleva una inscripción en que la califica de «dotada de vida y amada de Montu», un dios de la zona de Tebas, en la construcción de cuyo templo participó el padre de Hatshepsut, Tutmosis I, su esposo, Tutmosis II, y su sobrino, hijastro y sucesor, Tutmosis III, que borró (casi) toda huella de su madrastra. 

El otro se trata de un contenedor de kohol, el oscuro maquillaje para los ojos (tanto para embellecerlos como para protegerlos del sol), con el nombre grabado del próspero Amenhotep III (1391-1353 aC.), padre de Akenatónquien instauró el monoteísmo enfrentándose a los poderosos sacerdotes de Amón).          

Cercana también a Montu es la estatua de piedra calcárea del periodo tolemaico de un sacerdote de su culto de Tebas que viste una imponente piel de leopardo con las manchas en relieve y de cuyo cuello cuelga un colgante que representa la cabeza de vaca de la diosa Bat. Los jeroglíficos que le identificaban han desaparecido, explica el egiptólogo y conservador del museo Luis Gonzálvez, pero «existen dos estatuas muy similares que forman parte de una genealogía de sacerdotes tebanos a la que podría estar vinculado».   

Pequeño ataúd con sorpresa

A su lado, otra estatua de sacerdote, de nombre Gemefsetkap (que significa 'él encuentra el lugar oculto'), hijo de la dama Ankhtinetreret. Esta escultura, ilustra Gonzálvez, está datada entre el 715 y el 664 aC, «una época de crisis». «Quizá por eso emula el estilo de la época gloriosa de las pirámides del Reino Antiguo (hacia el 2300 aC), con detalles arcaizantes como la peluca, la falda corta, la robustez de las piernas y la musculatura». 

Además de un conjunto de pendientes, la base de un reposacabezas decorado con dos primates, una pieza que sirvió de molde de un ave, y una placa funeraria usada para presentar los utensilios del rito de apertura de la boca de la momia, entre las 18 piezas adquiridas había una con sorpresa: dentro de un pequeño ataúd con el relieve de una musaraña en la tapa han descubierto tres minúsculas momias de este hiperactivo mamífero vinculado a Osiris. Tanto como el propio museo, que en 25 años no ha cesado de organizar actividades (unas 1.500 al año), exposiciones (21), cursos y becas, expediciones a Egipto, un campus arqueológico, de sumar referencias a su biblioteca (20.000) y nuevas vocaciones (gracias al Club júnior). 5.300.000 personas han visto sus tesoros.