CRÍTICA DE LIBROS

Del aprendizaje, el amor y sus demonios

'Días sin ti', el debut en la novela de la poeta Elvira Sastre y premio Biblioteca Breve, llega marcado por el éxito de la poeta en las redes sociales

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Domingo Ródenas de Moya

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No puede obviarse en el comentario de esta primera novela de Elvira Sastre (Segovia, 1992), el hecho de que haya conquistado, como poeta, el favor de miles de lectores en las redes sociales que, de manera previsible, la seguirán fielmente en su salto a la narrativa, lo que asegura una buena venta. La sospecha de que este y otros factores de mercado hayan sido determinantes para otorgarle el último premio Biblioteca Breve no es descabellada, porque lo que no avala el galardón es la fábrica literaria de 'Días sin ti'. 

La historia de amor y desamor del joven escultor Gael con Marta, modelo en la escuela donde da clases, se trenza con el recuerdo de una larga conversación con su abuela Dora diez años atrás. Mientras Gael y Marta siguen el ritual de apareamiento y separación (con un ingente surtido de sentimientos y emociones), la vieja Dora refiere cómo, siendo maestra de la República, se enamoró de su alumno Gael, planearon un futuro común que desbarató la guerra, cómo afrontaron la adversidad subsiguiente, cómo nació el padre de Gael (que carece de papel) y cómo sobrevino la tragedia. 

Abuelos que sufrieron la posguerra

De la alternancia de los dos relatos se desprende la enseñanza moral y vital que Gael obtuvo de Dora, pero permite atisbar también un tema de enorme calado, el del ascendiente afectivo y la acción educativa de los abuelos, sobre todo los que padecieron la posguerra, sobre sus nietos. Elvira Sastre ha acertado en la elección y conexión de estos dos magnos asuntos humanos, el de la experiencia directa del amor y sus demonios y el de la experiencia secundaria a través de la memoria de los antepasados, pero desafortunadamente no en el modo de abordarlos. El acierto se malogra en un tratamiento literario muy convencional, plagado de estereotipos y de lugares comunes, de puerilidades y expresiones triviales, con caídas continuas en un lirismo ingenuo y melifluo y en la tentación de la frase lapidaria sobre el sentido de la vida, el destino o el amor. Todo ello hubiera requerido una metódica labor de poda y reescritura a fondo y es de esperar que el indudable talento de Elvira Sastre encuentre la disciplina necesaria para brillar como merece.