CRÍTICA DE LIBROS

El narco cruza la frontera

Don Winslow concluye su trilogía sobre los cárteles de la droga denunciando la construcción de muros en la era Trump

El escritor norteamericano Don Winslow.

El escritor norteamericano Don Winslow. / periodico

Marta Marne

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Diez fueron los años que separaron la publicación de 'El poder del perro' (2005) y de 'El Cártel' (2015). Esta vez Don Winslow no nos ha hecho esperar tanto, y acaba de publicarse el cierre de la trilogía, 'La frontera' (Harper Collins, 2019). Tras el impactante final de la novela anterior con la muerte de uno de los personajes principales, el arranque de esta resultaba inevitable: una guerra entre familias por el dominio del cártel de Sinaloa. Los hijos serán quienes pasen a dominar la situación en un principio, pero no tendrá que pasar mucho tiempo para que las viejas glorias busquen recuperar su lugar y sus privilegios.

Si Art Keller, el protagonista de toda la serie, ha vivido siempre a caballo entre México y Estados Unidos, ahora la acción se traslada al norte para tratar de denunciar cómo el poder de los narcos repercute sobre toda la sociedad, desde las más altas esferas de la política hasta la gente de a pie. Winslow en esta entrega se muestra más directo que nunca, llegando a afirmar que los traficantes venden muerte para ganar dinero. No es para menos: la sobredosis se ha convertido en la principal causa de fallecimiento entre los estadounidenses menores de 55 años.

A pesar de su libertad a la hora de afrontar estos temas, en otros aspectos no se la juega. El fascista y fantoche que en la novela consigue la presidencia en 2016 se llama John Dennison, pero sus declaraciones acerca de la construcción de un muro fronterizo que deben costear los mexicanos no dejan lugar a dudas sobre su identidad. Esto da pie a una serie de brillantes reflexiones sobre el concepto de frontera y de cómo estas no solo separan, también unen. Y acerca de los muros ya que, por más elevados que sean, resultan del todo inútiles si en ellos pretendes abrir puertas.

Casi 1.000 páginas

La pericia de Winslow no solo reside en conseguir que un libro de casi 1.000 páginas se haga corto. El secreto de su éxito radica en la creación de un mosaico compuesto por varios hilos narrativos, cada uno de ellos centrado en un personaje diferente. Y no solo en los grandes protagonistas, sino en la elección de dos o tres seres anónimos —y en principio insignificantes para la trama—, que serán los que transmitan la realidad del día a día de los afectados por estas organizaciones criminales. Para ello recurre a una falsa tercera persona plagada de monólogos interiores en primera que dotan de sensibilidad y cercanía al texto. Resulta sobrecogedora la historia de Nico, un niño que se ve obligado a huir de Guatemala para tratar de vivir con sus tíos en Nueva York y que no solo mostrará cómo en ocasiones es del todo imposible escapar de tus orígenes, sino que expone la dureza de la situación actual con los migrantes en Norteamérica.

En los agradecimientos del autor, el propio Winslow nos revela que han sido 20 los años que ha dedicado a escribir esta trilogía. Y en ese punto es inevitable establecer paralelismos entre el personaje y el autor: ambos han dedicado varias décadas de su vida a combatir el narcotráfico desde sus respectivos púlpitos. El primero, desde una DEA de ficción. El segundo desde sus libros, tratando de concienciar a sus lectores de lo que se esconde detrás de cada papelina, de cada cánula, de cada pastilla. Más de 2.000  páginas en tres volúmenes que desgranan toda la violencia, la muerte, el dolor y la lucha de poderes que se esconden tras la industria más lucrativa del planeta.