CRÓNICA

Y Alexander atrapó la bala con la boca

El mago puertorriqueño ejecuta en el festival internacional de Badalona el número más peligroso del mundo de la magia

MAGIA   reynold alexander

MAGIA reynold alexander / periodico

Mauricio Bernal

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El disparo, como estaba anunciado, suena atronador. El cristal estalla en pedazos y Alexander cae de espaldas al suelo. El silencio, que ya campaba en la sala mientras todos esperaban que el gatillo, que el percutor, que el fulminante, que el proyectil -si es que tal cosa era posible- se alojara entre los dientes del mago, adquiere una densidad nueva, un poco espectral: un reflejo de la inquietud colectiva. Alexander yace tendido en el escenario, inmóvil, y nadie dice nada. En el inmaculado negro del escenario flota el humo de la pólvora recién quemada. Entonces, de las profundidades de ese silencio brota la voz de un niño: "¿Está vivo?" Nadie le responde.

Alexander cae al suelo, se hace el silencio y un niño pregunta: "¿Está vivo?"

Es en torno de esa pregunta -una pregunta tan grave que solo un niño se atreve a formular- que está construido el que pasa por ser el más peligroso acto del mundo de la magia, el más peligroso acto del mundo de la magia,un número con aires de leyenda que los magos dicen que está maldito, que se ha cobrado la vida de una docena de artistas en el escenario y que no se atreven a ejecutar sino unos pocos. En inglés, 'bullet catch': atrapar la bala. Si el truco sale bien, el mago de turno habrá ejecutado la proeza de apresar un proyectil recién disparado con los dientes. Si sale mal, se llama a los forenses. El libro 'Twelve have died' ('Doce han muerto') del mago estadounidense Ben Robinson, documentó en 1986 la muerte de una docena de magos en el escenario intentando llevar a cabo el truco. Se sabe de otra muerte desde entonces.

Portentosa dentadura

El mago puertorriqueño Reynold Alexander ha venido al Festival Internacional de Màgia Memorial Li-Chang de Badalona a ejecutar el legendario número. Tres veces se ha subido antes de esto al escenario a mascar balas con los dientes, la última en el 2012 (una dieta semejante podría haber causado algún estrago dental, pero la dentadura de Alexander parece hecha expresamente para masticar plomo). Es sábado y 23 de febrero. El año, 2019. En el Teatre Zorrilla, más de 400 personas se han reunido para asistir a la Gala Internacional de Màgia -el corazón del festival-, en la que intervienen cinco artistas o compañías. Alexander va en la mitad. Los números que lo preceden tienen un aire liviano, pero cuando llega el turno del puertorriqueño el clima cambia. "El acto que viene a continuación es muy, muy peligroso", anuncia Isaac Jurado, maestro de ceremonias. Se proyectan los extractos de un documental sobre magos muertos en el escenario que acaba de inocular la debida inquietud en el público. Ya nadie se ríe. Nadie habla.

"El acto que viene a continuación es muy, muy peligroso", anuncia el maestro de ceremonias

Si uno ha de morir, y además en el escenario, mejor morir elegante, parece decir Alexander cuando aparece vestido con traje negro y el gesto grave del hombre que viene a enfrentarse con la muerte. Los prolegómenos del disparo incluyen la elección de un voluntario con conocimiento de armas -que cuesta encontrar. Al final sube al escenario un hombre -José María- que cumple con la fundamental función de comprobar que la pistola es de verdad, y la bala, y que la pistola está cargada, y que todo es de verdad. No se ha podido conseguir para la ocasión una Magnum 357, que es la pistola que Alexander había utilizado hasta ahora para el número, y aquí lo hará con una Smith & Wesson Special del calibre 38. Los que saben de armas saben que fue la que usó Mark David Chapman para asesinar a John Lennon, y los que saben de armas y música saben que fue la que acabó con la vida de Pedro Navaja. El detective Toni Carranza, detentor de una licencia para portar armas y experto tirador, será el encargado de ejecutar el disparo. Alexander ha firmado un documento librándolo de toda responsabilidad.

"Es una bala muy potente"

La bala ha sido marcada, tanto por el lado del proyectil como por el lado del casquillo. El voluntario se cerciora de que es la siguiente bala en el tambor. Hay un cristal entre el tirador y el mago que está allí para ser atravesado y destrozado por el disparo, es decir, otra garantía de que todo es real. José María también es invitado a revisarlo. "Me voy a preparar", anuncia el mago un par de veces, antes y después de explicar que la bala cuya trayectoria tiene previsto interrumpir con su portentosa dentadura se desplazará por el aire a 275 metros por segundo. "Es una bala muy potente", sentencia. Alexander se enfunda entonces un chaleco antibalas que la gente se pregunta para qué. Luego le sugiere a la gente que se tape los oídos, pero nadie le hace caso. "Ay, dios", musita una mujer entre el público, cuando todo está dispuesto y Alexander mueve el cuello como un boxeador antes de la pelea y el tirador apunta con la pistola a la boca del mago y el mago apunta con la boca a la pistola del tirador. Para agregar angustia, pide tiempo, da unos pasos sobre el escenario, resopla, se vuelve a poner en posición. Más movimientos de cuello y de boca. Finalmente, a una señal de su mano derecha, Toni Carranza dispara. ¡BANG! Atronador.

El detective con licencia de porte de armas Toni Carranza es el encargado de disparar

"¿Está vivo?", pregunta el pequeño. Alexander no se mueve. Pasan unos segundos. Luego, lentamente, el mago puertorriqueño se pone de pie. Con la boca abierta enseña el proyectil que tiene entre los dientes, y lo deja caer teatralmente en un plato. La gente aplaude. José María coge la bala con un guante y certifica que es la misma bala. Luego mira en el interior del revólver y comprueba que el casquillo marcado está allí. La gente aplaude. El mago hace una reverencia. En parte al público, y en parte, quién sabe: a la negra dama que acaba de burlar.

Todas las fotos del Festival Internacional de Màgia de Badalona aquí

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