CRÍTICA DE CINE

'El libro de imágenes': Godard en estado puro

La gran baza de 'El libro de imágenes' no está en sus significados o en la falta de ellos sino en su inmensa capacidad para avasallar nuestros sentidos

Nando Salvà

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"Es necesario hacer la revolución", sentencia la voz roída de Jean-Luc Godard en los compases finales de 'El libro de imágenes'. Para entonces, todo aquel que haya presenciado los 80 minutos de metraje previos habrá constatado que, después de siete décadas haciendo cine y 40 películas que quizá lo conviertan en el director más radical e influyente de la historia del cine moderno, el maestro francosuizo sigue predicando en soledad con el ejemplo.

En realidad, eso sí, la nueva película no ofrecerá grandes sorpresas a nadie que haya seguido la producción de Godard desde que completó su serie de videoensayos 'Histoire(s) du Cinema'. Se trata de un nuevo collage en el que se solapan con frenesí fragmentos de películas –'La Strada', 'Elephant', 'Johnny Guitar' y muchas más, entre ellas varias del propio Godard- y de noticias televisivas y de vídeos sacados de internet, y pedazos de música y reflexiones políticas -a menudo disfrazadas de aforismos y juegos de palabras- esparcidos por una banda sonora que aparece y desaparece a su antojo. Es, sin embargo, una obra más radical que 'Nuestra música' (2004) o 'Adiós al lenguaje' (2014) tanto porque en ella no hay rastro de actores como por la agresividad de sus distorsiones visuales.

¿Cuál es el sentido general de todo eso? Solo un insensato se aventuraría a descifrarlo. Hay referencias a nuestros prejuicios contra el mundo árabe y a la banalización de la imagen y el fracaso de Europa, y hay ideas sobre muchos otros asuntos que se superponen y se contradicen. En un momento de la película se asegura que el terrorismo es una de las bellas artes; instantes después se tacha de impostores a quienes luchan en nombre de causas colectivas. Dependiendo de a quién pregunte usted, es una película que habla de casi todo o de casi nada; así son las cosas cuando hablamos de Godard. En todo caso, qué más dará. La gran baza de 'El libro de imágenes' no está en sus significados –o en la falta de ellos- sino en su inmensa capacidad para avasallar nuestros sentidos.