Crónica teatral
Gran cuento chino en el TNC
La dirección de Oriol Broggi y una soberbia Clara Segura impulsan la fábula de 'La bona persona de Sezuan', de Bertolt Brecht
José Carlos Sorribes
Periodista
José Carlos Sorribes
Renovador y teórico teatral del siglo pasado, la huella de Bertolt Brecht se ha difuminado en cuanto a la representación de sus piezas dramáticas. Oriol Broggi, que ya montó en el 2008 'El cercle de guix caucasià', ha vuelto a poner su foco en el autor alemán. Lo hace ahora con una versión ‘marca de la casa’, y también en la Sala Gran del TNC, de 'La bona persona de Sezuan'. Una obra grande, por formato y elenco, que tuvo dos recordadas versiones en Catalunya con Ricard Salvat y Núria Espert, en 1966, y con Fabià Puigserver y Anna Lizaran, en 1988. Treinta años después Broggi ha buscado otra aliada de garantías como Clara Segura para la protagonista.
La nueva apuesta de Broggi por Brecht funciona por partida doble. Primero, porque el director ratifica su contrastado pulso narrativo, su capacidad para desgranar grandes historias (como sus aclamadas adaptaciones de Wajdi Mouawad con su compañía, La Perla 29), con adecuado ritmo y evidente conexión con la platea. Y también sale adelante porque Segura despliega un trabajo estratosférico en una pieza de incuestionable carga moral. Broggi la ha elevado por encima de todo a su condición de cuento, de parábola sin moraleja.
Dioses en busca de la virtud
'La bona persona de Sezuan' es hija de su tiempo, de una época infausta. Brecht la empezó a escribir en 1938, en pleno auge del nazismo, y la estrenó cinco años después, ya exiliado. Plantea la dificultad de ser bondadoso en un entorno nada propicio como el hostil mundo capitalista. Brecht aleja su fábula y la sitúa en China con tres dioses en busca de una persona virtuosa. No lo tienen fácil hasta que una prostituta, Xen Te, se cruza en su camino gracias a un mediador. Le regalan a la mujer una pequeña fortuna que le permite adquirir un estanco de tabaco, algo que despierta envidias y recelos entre sus vecinos. Miserias humanas.
La música de Joan Garriga
tiene una gran presencia en un montaje 'marca de la casa' del director de La Perla 29
Para combatir frecuentes chantajes, decide travestirse en la figura de un primo imaginario, de nombre Xui Ta. Si ella es ingenua y cándida, él es astuto e implacable. El desdoblamiento refuerza la parábola y el distanciamiento propio del teatro épico de Brecht que quería mejorar el mundo desde la reflexión, y no desde la identificación con los personajes. Un final abierto, casi paródico y una disculpa del autor sobre su incapacidad para resolver el dilema moral, pone la pelota en el lado del espectador.
Tras un estajanovista cierre del pasado curso, Broggi ha presentado ahora un trabajo más asentado. Firma una puesta en escena imaginativa y lucida, y con el apoyo de un socio inseparable de los últimos tiempos, la música en directo de Joan Garriga. El líder de La Troba Kung-Fú tiene carisma y el director lo explota al máximo, incluso a costa de cortar el ritmo de la obra. Pero Garriga es siempre una carta ganadora. Como Segura en su doble actuación, como el siempre brillante Joan Carreras como el aviador que enreda y enamora a Xen Te, como Toni Gomila en el rol del aguador que presenta la prostituta a los dioses y como el resto de un amplio reparto (con distinciones para todos empezando por Mercè Pons y Jordi Figueras) que está siempre en su sitio.
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