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Toni Albà se ríe de los tópicos sexuales en la comedia 'Desexperats'

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Eduardo de Vicente

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El sexo y los múltiples enredos en los que somos capaces de involucrarnos para conseguirlo dan para muchas comedias. Son un espejo de nosotros mismos y refleja lo ridículos que podemos a ser cuando llegamos al límite por este tema. Esta es la base de una divertida obra compuesta por cuatro sketchs que dirige Toni Albà a partir del texto de los guionistas Rafael Barceló y Tomàs Fuentes (habituales del Terrat de Buenafuente) con un título juguetón y bastante explícito, Desexperats, y que puede verse todos los fines de semana en el Teatre del Raval.

El reparto está compuesto tan solo por tres actores: Mingo Ráfols, un habitual del teatro podríamos llamar serio como El rei Lear Peer Gynt, Manuel Piñero (el homo del popular programa APM) y Lluís Altés (Testimoni de càrrec, El Plata). La escenografía también es muy mínima, cuatro superficies de madera con las que juegan los intérpretes para representar todo tipo de mobiliario, y una iluminación sencilla. Y es que lo que más juego da es el vestuario, en algunos momentos muy sorprendente, ya que todos hacen indistintamente de hombre o de mujer. A nivel musical, cada escena se inicia con un bolero de fondo como Voy a apagar la luz o Sabor a mí.

Los cuernos y la esposa ideal

El primer episodio, Infidelitat, recurre a un tema bastante habitual: la persona que pone los cuernos a su pareja con un obrero, en este caso un lampista con un mono verde. Se trata de un matrimonio homosexual en el que Ràfols viste un camisón e intenta seducir al recién llegado Piñero hasta que, de pronto, llega su marido. Todo se complica y ambos pretenden sobornarlo para eliminar al otro armado con… un destornillador de estrella, que aparecerá como un hilarante elemento recurrente también en los tres sketchs. Se suceden los juegos de palabras y las complicaciones para desconcierto del trabajador.

La siguiente escena, Canvi de companyia, resulta más ingeniosa. Un hombre espera en casa la llegada de su esposa cuando entra en su domicilio un comercial con americana de leopardo que pretende que adquiera un nuevo terminal (léase mujer) que sustituya a la que ya tiene. Es un cambio de compañia, pero no telefónica sino humana. El marido se resiste pero la oferta es muy tentadora ya que no solo es atractiva (es ¡Piñero!) sino que, además, parece tener sus mismos gustos, sabe escuchar y sus opiniones sobre diversos aspectos de la vida también coinciden. Todo son ventajas ¿o no? Lo sabremos al final.

El más allá y los pensamientos en voz alta

En el tercer capítulo, Mèdium, una viuda (Altés) contrata a un parapsicólogo con métodos muy particulares para intentar comunicarse con su marido, en el más allá. Lo primero que sorprende es que su sistema para conectar no se corresponde para nada con el que tenemos interiorizado gracias a la ficción. Es algo caradura y bribón, pero consigue su propósito y descubrimos que el difunto va de fiesta en fiesta en el cielo pasándose por la piedra a las famosas con las que tropieza. El desenlace será inesperado.

El último tramo, Consciències, consiste en un encuentro entre dos amigos donde los actores utilizan continuamente el recurso de hacer un aparte con el público para que sepas qué están pensando realmente. El primero sospecha que su compañero es homosexual, pero le sorprende anunciándole que tiene una nueva novia, una chica muy deseable (hilarante Ràfols) pero, durante la conversación, los secretos que salen a la luz se sucederán. Bueno, nadie es perfecto.

Sonrisas y carcajadas

El público desprejuiciado se ríe con ganas en un montaje que va de menos a más y en el que los tres actores muestran su versatilidad consiguiendo transformarse en personajes a cual más estrambótico para regocijo de la platea. Un espectáculo simpático que solo pretende provocar la sonrisa o la carcajada y la verdad es que lo consigue… No hace falta estar desexperat para burlarnos de nosotros mismos desde la butaca.