CRÍTICA DE CINE
'Cafarnaúm': la negación de la niñez
Nadine Labaki explica una desoladora historia de infancia ultrajada con un tono entre realista y popular, apelando a veces a un exceso de sentimentalismo pero capturando en toda su crudeza las vivencias mostradas
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
Consagrada con su primer filme como directora, 'Caramel', la actriz libanesa Nadine Labaki propone en su tercer trabajo tras la cámara una historia desoladora de infancia ultrajada en un no menos ultrajado Líbano actual. Lo hace con un tono entre realista y popular, apelando a veces a un exceso de sentimentalismo pero capturando en toda su crudeza las vivencias mostradas.
En 'Cafarnaúm' son las de un niño de 12 años que atraviesa un mundo que nadie, y menos tan pequeño como él, debería atravesar. No son solo la miseria, las vejaciones y la violencia callejera a la que se enfrenta. Es también, y en un grado mayor, la relación con unos padres que no le quieren, ni a él ni a sus muchos hermanos. Zain, el niño, explota cuando su hermana, apenas uno o dos años mayor que él, es vendida como esposa por sus propios padres al individuo que les alquila el cuchitril en el que viven.
El viaje del niño tras su fuga, sobre todo las escenas en el parque de atracciones en el que busca cobijo, apelan a un sentido directo de la realidad bastante notable. Cuentan, además, con la espontaneidad en cada gesto del pequeño Zain Al Rafeea, uno de esos hallazgos de casting sin el que la película no funcionaría tan bien.
Pero todo está contado en retrospectiva a partir de una situación sorprendente y atroz. En la primera secuencia, Zain camina esposado por las dependencias de la miserable cárcel de la ciudad, llega a la sala del tribunal y le recuerda al juez porque está allí y cuál es su demanda: quiere que juzguen a sus padres por haberle dado la vida y para que no puedan alumbrar ninguna existencia más. Todo lo que viene después en el relato es hasta comprensible después de tan descarnada confesión. Es el fin de la infancia, si es que Zain ha sido niño alguna vez.
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