actuación

Las Pussy Riot llevan su motín vaginal a la Sala Apolo

El colectivo ruso trae a Barcelona su espectáculo 'Riot days', basado en el libro que escribió una de sus integrantes sobre su juicio y condena a prisión

grupo  pussy riot

grupo pussy riot / periodico

Mauricio Bernal

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Por supuesto, un colectivo que escoge el nombre de Pussy Riot -literalmente "revuelta de coños", o, si se prefiere, "motín de coños"- no tiene ninguna intención de seguir la senda de la corrección política. ¿Por qué habrían de hacerlo? Formado a finales del 2011, poco después de que Vladimir Putin anunciara su intención de presentarse por tercera vez a la presidencia de Rusia, el ingrediente principal de su composición genética es la rebeldía. Existen para protestar, denunciar e incordiar, y han perfeccionado esas artes hasta el punto de ampliar las fronteras de su fama por los cinco continentes. Por si alguien tiene dudas, no son un grupo musical: la música es otra herramienta al servicio de sus objetivos, que no son artísticos, o al menos, no principalmente artísticos, y en esos términos hay que entender el espectáculo 'Riot days', que este sábado presentan en la Sala Apolo de Barcelona.

"Es un manifiesto", dice Maria Alyokhina sobre el espectáculo, mezcla de música, vídeo y discurso político 

"Es un manifiesto", dice Maria Alyokhina en conversación con este diario. Alyokhina forma parte del trío de mujeres consideradas como el núcleo del colectivo junto a Yekaterina Samutsévich y Nadezhda Tolokónnikova. Las tres fueron detenidas por la policía rusa en marzo del 2012 después de llevar a cabo la que hasta hoy sigue siendo su performance más famosa: bailar –un poco de cualquier manera– en el altar de la catedral de Cristo Salvador de Moscú –símbolo de la Iglesia Ortodoxa Rusa–, golpear repetidamente el aire con los puños cerrados y gritar: "¡Madre de Dios, virgen bendita, echa a Putin!" La acción, incluida la respuesta de unos desconcertados guardias que las correteaban por la iglesia, fue filmada e incluida en el vídeo de la canción ‘The prayer punk’ (‘La plegaria punk’), enseguida viral en internet. El juicio posterior, en el que fueron condenadas a dos años de prisión (luego fueron amnistiadas), les proporcionó todo el eco internacional que un pequeño colectivo con ansias de propagar su mensaje podía desear.

La rancia Rusia

"Creo que 'Riot days' no admite descripción. Es un manifiesto. Le damos una historia a la gente para inspirarla a hacer su propia protesta, su propia revuelta", dice Alyokhina. El espectáculo-manifiesto, una mezcla, según el comentario de la crítica de 'The Guardian', Kate Hutchinson, de "música, metraje documental y comentarios políticos mordaces", está basado en el libro del mismo nombre que escribió Alyokhina sobre el episodio en la catedral, el posterior juicio y su paso por la cárcel. Parece ser que el espectáculo satisface una de las condiciones definitorias de cualquier manifiesto con aspiraciones, tenga la forma que tenga -este tiene forma punk-, que consiste en ser impactante. Contra Putin, contra la corrupción, contra el patriarcado (son los coños amotinados: intrínsecamente feministas tanto en su discurso como en sus acciones) y, en general, contra el rancio orden de las cosas en Rusia, pero no solo en Rusia. "Rusia no es un planeta lejano, está en Europa, y lo que pasa ahí puede pasar en cualquier parte. Nos interesa hacer reflexionar a la gente, y que se pregunten qué pueden hacer para cambiar las cosas. Qué pueden hacer para no perder libertades".

Pussy Riot nació como escisión de un colectivo anterior, Voina (Guerra), cuya breve existencia terminó cuando los hombres del grupo se negaron a participar en una acción que pasaba por besar a policías en la calle (se negaban a besar a hombres policías). Meses después apareció Pussy Riot, investido con un espíritu inequívocamente feminista y de lucha contra la tradición patriarcal rusa. Su discurso, maneras y arte contestatario tienen por trasunto estético el pasamontañas que todos sus miembros se enfundan en el escenario, o bien cuando ejecutan una acción de protesta por la calle. En sus actuaciones, rara vez, por no decir nunca, coinciden las dos caras más conocidas del colectivo: Alyokhina y Tolokónnikova. De hecho, se han dado casos de presentaciones simultáneas de Pussy Riot en continentes distintos, lo cual habla de su funcionamiento como colectivo más que como grupo musical. Es la protesta, más que la música. Es cambiar a la gente, más que entretenerla. "Yo creo que en Rusia la gente está cambiando -dice Alyokhina-. Hay gente muy consciente de lo fallida de la situación. La editora de mi libro fue policía en su juventud, dos años, y dejó su trabajo al darse cuenta de cómo son las cosas. La gente está cambiando: son las autoridades, las instituciones las que no cambian".