estilo en auge

Llega Yeison Jiménez, príncipe de la cantinera música de despecho

El joven cantante y compositor colombiano actúa este viernes en la sala Up & Down Ebony

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Luis Troquel

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El despecho cabalga de nuevo. Este estilo musical colombiano vive un nuevo auge. Cantineras odas al desquite amoroso, la juerga y la borrachera. Canciones que suenan a hoy en día pero en las que, más que los cochazos de lujo, si hay un vehículo fetiche ese sigue siendo el caballo. Y uno de sus más deslumbrantes príncipes, el joven Yeison Jiménez, actúa este viernes con toda su banda en la sala Up & Down Ebony.

La música de despecho era algo propio de los años 80 y 90, de una Colombia que caminaba en dirección opuesta a la actual, y que, curiosamente, ha renacido esta última década. "Nos han catalogado como la nueva ola de la música de despecho. Le hemos dado un nuevo sentido, un nuevo color; no tan pausada y con más arreglos de banda", afirma Yeison Jiménez. Nombres como el suyo, o el de Pipe Bueno, John Álex Castaño o Jessi Uribe han rejuvenecido un género principalmente masculino pero con cada día también más mujeres, las llamadas despechadas; como Francy o Paola Jara.

Una nueva generación que, para más inri, le ha otorgado inesperada transversalidad. "En este momento el género popular en nuestro país llega a todos los ámbitos, desde los estratos más bajos a los más altos", recalca Yeison Jiménez. Siempre había sido el equivalente a lo que aquí conocemos como música de gasolinera. Rockolera, le llaman allí, pues la rockola era el modelo más común de las juke-box de las cantinas y otros antros de mal vivir.

Yeison Orlando Jiménez Galeano tiene 27 años y aún ni había aprendido a hablar cuando la canción más universal de Darío Gómez, el inapelable Rey del Despecho, se convirtió en oficiosa banda sonora del funeral de Pablo Escobar. "Aunque yo empecé a cantar antes que a hablar", confiesa. "No hablaba todavía bien y ya cantaba 'La cruz de marihuana'". El mítico corrido, sí, ya que la música de despecho ha bebido siempre a bocajarro de la mexicana norteña. Razón por la cual, al ninguneo clasista que arrastraba se sumó también el de la intelectualidad folclorista. "El acordeón que nosotros tocamos no es el mismo que el del vallenato. El nuestro es de teclas y el suyo es de botones".

Él es probablemente el más sentimental de toda esta nueva hornada. En el despecho, como en tantas músicas de raíz, cada artista tiene un grito de guerra que alguien del grupo en casi todas las canciones en algún momento jalea. Y el suyo es: "¡Con el corazón!" Canta a flor de piel y compone canciones tan clásicas como renovadoras: 'Qué día es hoy', 'No critiquen mi dolor', 'Ya no mi amor' o su rutilante último éxito, 'Aventurero'. 

"El tiempo es el mayor enemigo del artista, porque en esta profesión apenas tenemos", asegura. Aunque él parece haber vivido ya varias vidas. Su historia ha sido hasta televisada en forma de testimonio y podría dar para una serie. Infancia feliz en un pueblo campesino y desbocada adolescencia, regada en alcohol y con tiroteos como persistente telón de fondo. Aquel chiquillo vendedor de aguacates, que avisaba a sus amigos mayores cuando venía la policía y les escondía las armas, hallaría la redención gracias a la música, la fe y el amor.

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