La cita de la novela policiaca

Benjamin Black, camino de Praga

El alter-ego policiaco de John Banville presenta en BCNegra su nueva novela, una intriga histórica

El escritor John Banville que también firma como Benjamin Black

El escritor John Banville que también firma como Benjamin Black / periodico

Elena Hevia

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Está quejoso del “horrible” vuelo que le ha traído a Barcelona desde Dublín -en una línea irlandesa ‘lowcost’, no diremos más- y se confiesa cansado, pero a John Banville, estrella del festival BCNegra,  le puede la facundia y se lanza animadamente a la conversación, disparando anécdotas, frases brillantes y evocaciones literarias. Ante todo quiere que conste en acta que al tiempo que se lanza a esas "profundas elucubraciones" está degustando una copa de vino blanco y un plato de hermosas anchoas. Sea.

Tan a gusto se siente que incluso es capaz de contarte alguna indiscreción si se le promete, mirándole de hito en hito, que no la revelarás so pena de que venga a “buscarte para matarte”. Lo de la amenaza de muerte está en sintonía con ‘Los lobos de Praga’ (Alfaguara), un libro que firma con el nombre de su gemelo oscuro, Benjamin Black, que en esta ocasión ha dejado aparcado a su patólogo investigador, Quirke, para lanzarse a una fantasía histórica en los inicios del siglo XVII, con nigromantes, enanos, asesinos y alquimistas en la corte de Rodolfo II. Todo un festival.

La máscara de Black le sirve a Banville para definir su propio carácter. Así está claro que hay autores imponentes e inmutables, Tolstoi sería un buen ejemplo. Pero Banville (o Black, qué más da) es un autor líquido. “Esa imagen es perfecta. El agua aparece, vibra y se va. Esa es la idea que tengo de mí mismo. De joven pensaba que cuando me hiciera mayor sabría quién era yo pero ahora siento que más bien me voy desvaneciendo”. Lo dice el autor que ha escrito con su nombre las más exquisitas novelas de la lengua inglesa; con el de Black, novela de género, al tiempo que se ha imbuido del espíritu de Raymond Chandler y de Henry James, para escribir nuevas obras exactamente como ellos.

La ciudad mágica

La idea de la disolución fantasmal le lleva a hablar de Praga, la localización de su novela, un lugar que le fascina porque es junto a Turín y Lyón una de las tres capitales mágicas de Europa, pese a que las hordas de turistas, dice, han destruido la ciudad. “En Praga sucede algo extraño y es que en sus grandes avenidas, pese al ruido y al tráfico, todavía es posible oír tus propios pasos”. No hay muchas ciudades donde ocurra esto, y una de ellas es la suya, Dublín. “Y es que en ambas ciudades vivimos en el pasado, un pasado que nos parece mucho más interesante”.

Tratándose de Praga, no tarda en aparecer Kafka y con él Jorge Luis Borges que tiene un bonito texto sobre los precursores del autor de ‘La metamorfosis’, kafkianos sin saberlo, porque el autor no había nacido aún y el adjetivo todavía no se había acuñado. “Sí, esta novela es kafkiana en ese sentido”.

Luego está su nuevo detective, un joven estudiante de filosofía y medicina que como investigador –el rey le pide que descubra al asesino de su amante- es un absoluto desastre. “Es verdad, pero Quirke no es mucho mejor como investigador, jamás descubre nada. La vida no está llena de detectives fantásticos que jamás se equivocan. En la realidad, no los casos suelen resolverse o lo hacen cuando el criminal decide confesar”. Y ahí a Banville se le encienden los ojos y empieza a imaginar una historia que acaba de ocurrírsele sobre un hombre que ha cometido un crimen y espera a que lo detengan, pero pasan los días, las semanas y los años y no lo hacen. “Vuelve a la escena del crimen y merodea por allí con cara culpable. Al final entra en una comisaría y confiesa el asesinato, pero la policía le manda a casa diciendo que el crimen se ha archivado”. Banville da un sorbo a su copa con aire triunfante: “Sería un buen relato breve”.