REGRESO DEL AUTOR DE 'MARIPOSA TECKNICOLOR'

Fito Páez: "El concierto en solitario genera un efecto tribal"

El músico argentino abre el festival Guitar BCN con una actuación a solas con su piano en el Auditori

Fito Paez

Fito Paez / periodico

Jordi Bianciotto

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Hay grandes compositores a los que el escenario no saca lo mejor de sí mismos: se sienten más a gusto en el proceso íntimo de la creación que en la exposición ante el público. Fito Páez, en cambio, es una figura fuerte en ambos campos, que a través de “la tabla, la madera”, llega a adquirir “una personalidad a lo Dr. Jeckyll y Mr. Hyde” convirtiéndose en un “chamán perdido en la era moderna”, explica el músico argentino en vísperas de su actuación, este jueves, en el Auditori (entradas agotadas), concierto de apertura de la 30º edición del festival Guitar BCN.

Si un concierto con su banda suele comportar cierta intensidad operativa, un recital en solitario no se queda atrás, sino todo lo contrario, como sabrán quienes le vieron, por ejemplo, hace once años en el Palau. Una noche inflamada, aquella. “¡Los argentinos somos intensos!”, ríe Páez al otro lado de la línea telefónica. “Y ese tipo de concierto genera un efecto tribal, de cancha de fútbol con emociones encontradas, de lugar al cual volver a través de la distancia y el tiempo”.

Saldrá a escena, dice, “sin un guion fijo”, lo cual hace de estos recitales algo “divertido, de una libertad absoluta”, en el que puede mezclar canciones propias con versiones de Charly García o los Beatles. “O improvisar un rato con el piano”, añade. “Es algo que hago solo esporádicamente, como cuando saqué ‘Rodolfo’, en el 2008. Para descomprimirme un poco respecto a la tarea con la banda”.

La mujer interior

Esta vez viene un año y pico después de publicar ‘La ciudad liberada’, un disco en cuya portada aparece con cuerpo de mujer, ocurrencia que “está lejos de ser provocadora” y que ve incluso “anacrónica” porque “es simplemente una foto de la realidad que vivimos”, considera. “En los ámbitos en que trabajo no se pregunta si te gusta el pito, la concha, el culo, la teta, si eres mujer u hombre... Esas cosas no se preguntaron nunca ni se preguntarán”, señala. “Charly García, cuando vio la tapa me dijo: ‘¡qué buenas tetas tenés!’”.

Una de las canciones del disco es ‘Se terminó’, que sobre un animado ritmo pop dice con cierto fatalismo que “perdieron todas las apuestas los cantores de protesta / al final el reggaeton mueve el mundo”. Una “verdad objetiva”, asume sin dramatizar Páez, que sitúa este popular género latino extramuros de su imaginario. “Creo que pertenezco a una tradición generada en el siglo XX y que va de Frank Sinatra a Joni Mitchell, pasando por Carlos Gardel, Chico Buarque, Chabuca Granda, Armando Manzanero, Charly García, Simón Díaz, Pablo Milanés, Miguel Matamoros...”, enumera. “Yo vengo de ese palo, tengo esa raíz. Y veo que lo nuevo de esa raíz no tiene visibilidad, al mismo tiempo que el reggaeton no me representa históricamente: me falta melodía, armonía, textos más poderosos, cosas que necesito para sentirme cómodo”.

Notas en un papel

Llama la atención la manera en que Fito Páez ha sabido destilar ingredientes del lenguaje urbano contemporáneo, el pop, y del folclore latinoamericano, atendiendo a una idea de música popular abierta, que sobrevuela las categorías. “El tema de los géneros es una disputa entre compañías multinacionales y tribus culturales, que han dicho que tal música tenía más valor que la otra, cuando no existen esas diferencias”, considera el autor de ‘Mariposa tecknicolor’, cuya visión panorámica le viene de cuna. “Por suerte tuve mi papá, melómano descarriado. Con él escuchábamos las orquestas de tango y la música brasileña, y Sinatra con Count Basie, y Mercedes Sosa. De modo que cuando comencé a estudiar música percibí que, al final, eran todo notas en un papel”.

Para él, “en la música no hay enemigos”, conclusión que ha reafirmado “tras estar en contacto con Gerardo Gandini, una eminencia de la música contemporánea, hijo de Ginastera y de Cage, y a la vez con el foklore de Atahualpa Yupanqui”. Y con el rock’n’roll de colegas como su admirado Charly García, que describe como “una mezcla de Lord Byron y Oscar Wilde pasado por el barrio de Caballito”.

A sus 55 años, Fito Páez dice no sentirse ni joven ni clásico, sino alguien que, “sin falsa modestia”, disfruta de ser “un espectador privilegiado de artistas admirados”, figuras próximas como el mismo García, Pablo Milanés, Litto Nebbia o Caetano Veloso. Ha terminado dos guiones para el cine, una vocación paralela, y planea un nuevo disco. “¡Y tenés que criar hijos aparte!”, ríe. Su actual momento es “placentero”, asegura. “Disfrutando las mieles del paso del tiempo y cierto conocimiento de la esgrima de tus materias. Así te puedes poner más filósofo, ir más al fondo”.