UN EPISODIO MÍTICO DEL ROCK

El día que los Beatles subieron a las alturas

Hace 50 años, el 30 de enero de 1969, el grupo reapareció tocando en la azotea de Apple Records, en Londres, mientras su equilibrio interior se desmoronaba

Los Beatles, en su mítico concierto en la azotea de Apple Records, en Londres

Los Beatles, en su mítico concierto en la azotea de Apple Records, en Londres / periodico

Jordi Bianciotto

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Hacía más de dos años que no pisaban un escenario, hartos del sinvivir de la giras y de que el griterío de los fans les impidiese oírse cuando tocaban, y se encontraban en un cruce de caminos cuando tuvieron una idea: un concierto único y singular, quizá en un barco, o en el londinense Roundhouse, o un anfiteatro romano en Túnez, o en las dunas del Sáhara. Sopesando pros y contras, se decidieron por un camino más fácil: “¡Subamos a la azotea!”. Y así nació una de las extravagancias legendarias del rock, el que sería último concierto, o algo así, de los Beatles, el 30 de enero de 1969.

Un episodio con el que la banda trató desesperadamente de salvarse, superando las diferencias personales y las fricciones con el mundo exterior. Yendo a las raíces: hacia ahí apuntaba ‘Get back’, canción que debía dar título al disco y el documental que serían conocidos con otro nombre, ‘Let it be’. Crudeza rockera en lo alto del inmueble que alojaba su discográfica, Apple, en el número 2 de Savile Row, centro de Londres.

Los abrigos de las mujeres

Solo tuvieron que subir cinco pisos para recordar al mundo que seguían siendo un grupo. Les acompañó el teclista Billy Preston, que atribuye a John Lennon la idea. Otros apuntan a Ringo Starr, o al gerente de Apple, Ken Mansfield. Era una tarde fría de enero, y Lennon tomó prestado el abrigo de pieles de Yoko Ono, y Ringo Starr se puso el impermeable rojo de su esposa, Maureen.

De esa guisa arrancaron con ‘Get back’ (dos tomas), a la que siguieron piezas como ‘Don’t let me down’, también recién grabada, y un rescate de los inicios del grupo, ‘One after 909’. A cargo de la grabación estaba Alan Parsons, que estaba cambiando de cinta cuando los Beatles juguetearon con una versión del himno británico, ‘God save the Queen’.

Mientras, en la calle, se acumulaban transeúntes desorientados. Inevitablemente se personó la policía, que subió a la azotea y forzó el fin de la función. Lennon la rubricó con ironía, agradeciendo su presencia: “Espero que hayamos pasado la prueba”.

Desalojo sin patadones

Los agentes actuaron con maneras civilizadas, para decepción de Ringo Starr, como reconocería tres décadas después en el libro-confesionario ‘Anthology’. “Cuando aparecieron estaba tocando y pensé: ‘¡oh, estupendo! Ojalá se me lleven a rastras’. Quería que los policías me sacaran de mala manera -¡fuera esa batería!- porque nos estaban filmando y hubiera quedado fantástico verles dando patadones a los timbales”. No fue el caso.

El concierto duró 42 minutos, de los cuales 21 fueron a parar al documental ‘Let it be’, excluyendo tomas duplicadas e informalidades como el guiño a la canción tradicional irlandesa ‘Danny boy’. El metraje retrató al grupo en el corazón de su crisis interna, encallado en unas sesiones que Lennon, contra el deseo de McCartney, entregaría al productor Phil Spector. Aún habría tiempo y ánimo para un último intento de recuperar la vieja camaradería con ‘Abbey road’, cita final con George Martin.

Un ‘freak show’ andante

Pero el grupo había llegado hasta allí después haberse convertido en “un ‘freak show’”, llegaría a decir Lennon. “Los Beatles eran el 'show' y la música no tenía nada que ver con ello”. Punto de inflexión: verano de 1966, cuando salieron de una visita a Filipinas poco menos que en globo, multados y amenazados por dar plantón a la primera dama Imelda Marcos, que deseaba almorzar con ellos.

Mientras, la frase “somos más famosos que Jesucristo” les había puesto en el punto de mira del Ku Klux Klan, y sus conciertos, con amplificadores Vox ahogados por el griterío de los estadios, eran frustrantes. La última estación fue San Francisco, el 29 de agosto de 1966. Al volver a Londres los cuatro tenían decidido su adiós a las giras.

Ahora, 50 años después, el concierto del tejado queda como un símbolo de la determinación del artista ante su destino y de la compleja gestión emocional del fenómeno de la fama. No fueron los primeros (antes que ellos, Roberto Carlos y Jefferson Airplane treparon hasta las azoteas) ni los últimos (les imitarían U2, Red Hot Chili Peppers y hasta Sopa de Cabra), pero sí, quizá, los más cargados de razones.

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