ENTREVISTA

Eugenio Fuentes denuncia la trama franquista de robo de niños en 'Piedras negras'

El escritor presenta en BCNegra la séptima entrega de la serie del detective Ricardo Cupido, ambientada en plena burbuja inmobiliaria en Toledo

Eugenio Fuentes, este lunes, ante un grafiti en el centro de Barcelona, donde participa en BCNegra

Eugenio Fuentes, este lunes, ante un grafiti en el centro de Barcelona, donde participa en BCNegra / periodico

Anna Abella

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El tráfico de bebés en España “se produjo en la guerra civil y siguió durante toda la dictadura”, recuerda Eugenio Fuentes (1958) sobre uno de los temas que trata en su nueva novela, ‘Piedras negras’ (Tusquets), séptima entrega del detective Ricardo Cupido, donde una nieta intenta cumplir el encargo póstumo de su abuela de buscar al hijo que le robaron nada más dar a luz, en 1938, siendo una joven republicana en territorio golpista. “Me sorprendió descubrir algo que abría una puerta brutal al robo de niños: que hasta el 2011 no se cambió una ley que decía que si un niño moría en las 24 horas siguientes al parto no tenía condición de persona jurídica”, señala el autor cacereño, que este martes participará en una mesa redonda del festival BCNegra sobre escenarios negros no urbanos. 

“Robar un niño es algo tan dañino, el peor dolor que puedes causar a una madre, que es muy injusto que pueda prescribir”, opina Fuentes, en alusión a casos que han llegado a los tribunales y han sido archivados, porque “es un crimen que no responde a un impulso, hay alevosía, está planificado, saben a quién van a venderlo”. Fiel a su novelística, no se queda en lo policiaco y profundiza en la psicología de los personajes uniendo “intriga y humanidad”. “Lo que me llevó a escribir de esto fue lo que contó el familiar de un amigo. Encontró al adulto que había sido robado de niño y este no quiso saber nada de sus padres biológicos y no se creía la historia, quizá por cobardía, por miedo a la realidad, por preguntarse si le abandonaron...”. 

"Tengo la sensación de que en la novela policiaca servimos el mismo plato una y otra vez y vamos cambiando la guarnición"

En ‘Piedras negras’, los asesinatos se hacen esperar. “Quiero romper la estructura típica del género negro, de aparición del cadáver en el primer capítulo y detective en el segundo, porque tengo la sensación de que en la novela policiaca servimos el mismo plato una y otra vez y vamos cambiando la guarnición”. Y lo hace sin renunciar a la “crítica social y la autocrítica” ambientándola en el 2004, “el año de los atentados del 11-M, el de la primera noticia sobre Facebook” y en plena burbuja inmobiliaria y de codicia desatada. “Era el momento del exceso, del despilfarro, de los aeropuertos sin aviones, de obras públicas que costaban el doble de lo presupuestado y el doble de tiempo en acabarse sin saber quién era el responsable. No solo los políticos y especuladores son culpables, muchos caímos en el espejismo y el señuelo de creer que podíamos tener tres coches y casas enormes”, lamenta. De ahí la exposición fotográfica de una víctima en el libro, que “denuncia que mucha gente se va a quedar en el paro”, o la foto real de un grafiti que reza ‘Juega conmigo pero págame’. 

"El poder me produce alergia. He visto cómo corrompe a personas excelentes. Hay que ponerle límites, y no solo al político. Nadie debería estar 30 años dirigiendo un hospital o una escalera de vecinos porque acaban creyendo que es su cortijo"

El escenario viaja del ficticio Breda (léase pueblo de Extremadura, donde vive y trabaja Cupido) a Toledo. “Durante la guerra y en zona nacional, allí había el hospital más cercano a Ciempozuelos, donde estaba Marta Medina [que fue protagonista en ‘Si mañana muero’] cuando va a dar a luz. Y es una ciudad muy simbólica del Imperio: es Moscardó [el militar franquista que defendió el Alcázar del asedio republicano]. Y tiene, como Barcelona, un territorio para construir muy acotado, donde se valora mucho el metro cuadrado y que favorece la especulación urbanística. Y en ella se mantienen aún los poderes fácticos y la ortodoxia religiosa y militar tradicionales”

Pues otro motor del crimen es “el querer mantener los resortes del dominio, del ordeno y mando”. “El poder me produce una alergia tremenda -confiesa-. He visto a personas excelentes, gente normal, que se corrompen tras unos años tocando poder. Para evitarlo debe haber transparencia y hay que ponerle límites, y no solo al político. Nadie debería estar 30 años dirigiendo un hospital o una escalera de vecinos porque acaban creyendo que es su cortijo. Y lo que no se puede combatir es la arrogancia que genera el poder”, avisa. 

"Hay que recordar la historia porque eso es una purga contra las falsedades políticas que la manipulan"

También transmite el autor de ‘Mistralia’ “la impunidad del poderoso” -“Muy pocos están pagando. La mayoría se van de rositas. No existe la justicia poética”- y el abismo entre ricos y pobres: “Como escribía Tony Judt en ‘Algo va mal’, una sociedad es más feliz cuanto más corta es la distancia entre las clases sociales. Y en el 2004 se potenciaba que los ricos se hicieran más ricos. Y los pobres se han hecho más pobres”. Lo constata con la perspectiva de los 15 años transcurridos. “Lo que no ha cambiado es la condición humana. Igual que antes de Cristo, seguimos amando y odiando al prójimo por las mismas razones, por que nos sentimos despreciados, desgraciados... Mis novelas no son de gánsteres sino de tormentos interiores”.

Esta destila también un aviso. “Se acaba una generación con unos recuerdos de la guerra y una sabiduría muy valiosos que algunos no quieren que se recuerden. Mi madre murió de alzhéimer y me arrepiento de haberme dado cuenta demasiado tarde de todo lo que podía haberme contado y no le pregunté. Existe un desprecio por el pasado. Vivimos tan atolondrados que lo urgente no nos deja ver lo más importante. Hay que recordar la historia porque eso es una purga contra las falsedades políticas que la manipulan”.